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Julián Kanarek

Julián Kanarek

Opinión | Los demonios que no supimos espantar trajeron viejos odios a nuevos medios

La irrupción de viejos odios pone a prueba nuestra capacidad democrática de encontrar trincheras comunes más que temáticas que nos dividen.

04.04.2019 15:34

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2019-04-04T15:34:00-03:00
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Por Julián Kanarek | @julian_kanarek

La campaña electoral ya instalada en Uruguay nos hace analizar repetidamente cuál es el rol que tendrán las redes sociales en los próximos meses y cómo impactarán éstas tanto en el discurso público como en el resultado de cada una de las instancias de la elección, desde las internas al ballotage.

Burbujas informativas, sesgos de confirmación, mecanismos de contención democrática, concentración del discurso y proliferación de discursos de odio son alguno de los conceptos que he estudiado a lo largo de los últimos meses en esta columna. De odios, de mentiras, de tergiversación, posverdad y fake news parece que debemos hablar.

Pero en la última semana política el país tuvo un sismo de gran magnitud. Nuestros demonios, aquellos que no supimos espantar, trajeron a nuevos medios viejos odios. Una honda fractura social no resuelta en más de cuarenta años, de dictadura y gobiernos democráticos de todos los partidos políticos sale a la luz gracias al gran trabajo del periodismo, personificado hoy, en Leonardo Haberkorn.

Salvo algunos oportunistas y con matices opinables, el sistema político reaccionó de manera responsable, activando los mecanismos de contención democrática que hacen que preservemos este valor supremo por encima de todas las discusiones.

¿Y en la sociedad? No necesitamos de las redes, de la proliferación de nuevos discursos de odio. Trajimos los nuestros, los criollos, los enterrados en cuarteles, o tirados en los ríos. Los trajimos para enfrentarnos una vez más, para alejarnos, discutir. Eso sí, a la manera de estos tiempos: sin posibilidad de intercambio y ostentando siempre la razón.

El enfrentamiento puede ser de forma o de fondo. Puede cuestionar las medidas políticas del gobierno actual y sus omisiones o señalar olvidos y ocultamientos de los gobernantes anteriores. Lo que sí tiene como factor común es encontrar siempre en el otro el pretexto, lo que debilita nuestra institucionalidad. La base del sistema es generar las condiciones para ponernos en el lugar del otro y no sólo cuestionarlo.

Es que los discursos de odio y el enfrentamiento suelen tener a las minorías no sólo como destinatarios sino como excusas. Ya sean políticas, religiosas, étnicas o de género proliferan en las redes tweets, posteos, lives cargados de agresividad hacia personas o colectivos que no comparten la burbuja de nuestro pensamiento.

La contienda electoral estaba llamada a tener discusiones sobre el futuro del Uruguay y, por más que no nos parezca, tenía un bajo nivel de enfrentamiento social. La irrupción de nuevas declaraciones sobre viejos odios pone a prueba nuestra capacidad democrática de encontrar trincheras comunes más que temáticas que nos dividen.

Hoy no hablamos de manipulación de datos, de bots ni cuentas falsas. Sobre democracia es la conversación y esto nunca debería ser una discusión.