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Montevideo Portal
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Álvaro, el perseverante


Álvaro Gutiérrez entra en ese grupo de jugadores que, fruto de su esfuerzo, llegaron bastante más lejos de lo que hubieran imaginado sus primeros críticos. El volante central del último seleccionado uruguayo que gritó campeón, nos contó su presente dirigiendo la sexta división de Nacional y llevando adelante inversiones relacionadas a la forestación.


Si la perseverancia fuera un deporte olímpico, seguramente Álvaro Gutiérrez hubiera sido medallista. El ex volante nacido el 21 de julio de 1968, con fuerza de pugilista y paciencia de pescador, fue eludiendo los obstáculos que se le presentaban en el camino y no precisamente con una gambeta, ese recurso que no solía utilizar.

Según contó a Montevideo Portal, tuvo que “armar el bolso mil veces” probando suerte en varios equipos durante su etapa de juvenil. Muchos son los que tiran la toalla en ese primer gran filtro que es el segundo año de quinta división, pero a él no lo iban a tumbar así de fácil.

Allá por 1988, con 20 años, debutó en el primer equipo de Bella Vista, donde luego fue suplente y ya le habían sugerido buscar nuevos rumbos. Sin embargo, “terminé jugando y fui campeón en aquel equipo de 1990, algo que ni Nasazzi pudo lograr con el club”.

En aquel plantel había figuras que hasta hoy son recordadas y de las otras, con nombres como Carlos De León, Henry López Báez, Alberto Acosta, Rubens Navarro, Julio Daniel Morales (el Mellizo), Julio Ribas y Ruben Silva, bajo la conducción técnica de Manuel Keosseian.

Sus buenos rendimientos en el primer equipo papal entre 1988 y 1991, lo hicieron ponerse la camiseta de Peñarol aunque pocos lo recuerden. Fue en la Liguilla de enero de 1992, ganada por Defensor Sporting, en la que llegó al elenco carbonero como uno de los refuerzos junto a Héctor Méndez, Juan Carlos Paz y el argentino “Mandinga” Percudani.

Luego desembarcó en Nacional, donde fue campeón uruguayo en 1992 y superó las expectativas batallando en un mediocampo que tenía exquisitos como Yubert Lemos y Edison Suárez con Roberto Fleita como entrenador. Jorge Seré, Gustavo Méndez, Ricardo Canals, el nombre repetido de Ruben Silva y la figura excluyente de Julio César Dely Valdez, eran algunos de los futbolistas de aquel equipo que cortó el denominado “quinquenio de los chicos” y se quedó con el título, dando la vuelta olímpica con victoria clásica 1-0 y golazo del panameño.

Foto: El Gráfico

Aquella tarde-noche, Gutiérrez anotó pero la conquista fue anulada por posición adelantada, y luego Óscar Ferro le impidió gritar el suyo. A esa altura ya era jugador de selección, con participación en la Copa América de 1991. En la edición 1993 no disputó un solo partido pero dos años más tarde sería protagonista directo de la última consagración de la Celeste.

Titular en un mediocampo que fue alternando a lo largo del torneo pero que siempre lo tuvo como eje central, con socios como Diego Martín Dorta y Gustavo Poyet, fue la figura de la final ante Brasil según la revista El Gráfico, que le puso ocho puntos.

Aquel 23 de julio de 1995 tuvo la oportunidad de ser el séptimo en patear en la tanda de penales, el siguiente al que Fernando Álvez le atajó a Tulio. Era el momento de confirmar la ventaja y “el 95% de los uruguayos se puso de espalda y no miró el penal, y el otro 5% estaba fuera del país”, recuerda Gutiérrez sobre aquel disparo de punta, que se metió contra el palo derecho de Taffarel, que eligió el izquierdo.

Ese 1995 “fue grandioso para mí. No sólo por el título con la selección, sino también porque hicimos varias giras, conocí lugares, se dio mi pase a Europa (Valladolid) y me casé por primera vez”, aunque aclara que “como jugador he tenido mejores pasajes que el de ese año”.

Álvaro explica que “por el estado de las canchas y por los compañeros que tenía al lado, pude desplegar mi mejor fútbol. Además jugamos la Copa UEFA con Valladolid”. Hasta 1998 defendió esa camiseta, para pasar al año siguiente a Rayo Vallecano y luego Bella Vista, Liverpool y Sporting de Gijón.

Comenzando el siglo nuevo decidió dejar la actividad profesional “por lesión. Me aplasté el disco intervertebral y como mi juego no era para hacerlo parado y desplegando técnica, sino que mi característica era la entrega, el despliegue físico y correr cada pelota, me retiré”.

Lo que en cualquier futbolista puede ser un final traumático, más aún cuando no deja el fútbol por propia voluntad sino porque el cuerpo se lo pide, en Gutiérrez no lo fue. “Estoy muy conforme con lo que fue mi carrera, y siento que soy una persona que se ha realizado”, confiesa.

Foto: El Gráfico

Después de dirigir al colegio Monte VI en la Liga Universitaria, poco después de su retiro mientras no tenía el título de entrenador, fue técnico de Atenas de San Carlos, Rampla Juniors, Rentistas y asistente en Cerrito, pero hoy volvió a trabajar con los más jóvenes.

“Lo que todos (los entrenadores) quieren es llegar a Primera por medio de algún proyecto serio, pero Nacional es un club muy cómodo para trabajar en juveniles”, cuenta el DT de la sexta tricolor, consciente de las dificultades que a veces genera el hecho de entrenar a los chicos en edad de pre-adolescentes.

“Hay vicios de la sociedad que no escapan al fútbol. Antes se jugaba más horas con la pelota, en la calle, en cualquier canchita del barrio, en épocas donde no había tantos autos ni televisión cable, playstation e internet. Lamentablemente los jóvenes consumen la parte mala de la TV, idolatrando a los jugadores multimillonarios, y piensan que así será con todos”, reflexiona.

Gutiérrez opina que “hoy se paga más por lo que vende un futbolista que por lo que rinde en la cancha, y nuestra tarea como formadores es decirles a los chicos cuál es el camino a seguir”, y en ese camino juegan un rol importante los padres. “Por suerte con ellos no he tenido problemas. Muchos han sido tentados por contratistas y por suerte han dicho que no. La idea es que se puedan desarrollar lo mejor posible”, cuenta.

Su trabajo le gusta, pero como sucede con la mayoría de entrenadores de formativas, no es el único que lleva adelante. “Estoy metido en inversiones, rentas, relacionadas a la forestación”, revela un hombre con gusto por la música, que en épocas de jugador supo escuchar la melodía más linda de todas al grito de Uruguay campeón. Claro que no fue fácil, ni el logro individual ni el colectivo, y para ello el camino elegido fue el de la perseverancia: esa disciplina en lo que Álvaro Gutiérrez sería medallista olímpico.

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