Por Rodolfo Wettstein
El nuevo oscurantismo

La población mundial vive actualmente lo que se ha dado en llamar, en forma unánime, la Sociedad del Conocimiento o, al menos por algunos sectores, la Economía del Conocimiento.

La herramienta de poder en términos geopolíticos, ha pasado de ser la tenencia de la tierra primero y de los instrumentos de la producción industrial después, a la capacidad de generar el conocimiento científico y de transformarlo en productos y servicios de valor socioeconómico, por medio de aplicaciones tecnológicas innovadoras.

Frecuentemente perdemos la perspectiva, y entonces la capacidad de valorar los cambios vividos a lo largo del siglo veinte. Buena parte del mundo pasó de las grandes hambrunas, incluyendo algunos países de Europa, a una mayor producción de alimentos, aunque sigue habiendo enormes irregularidades en la distribución de los mismos. Buena parte de las migraciones de ayer y de hoy responden a las posibilidades de acceso a alimentos, tierras para cultivar o a posibilidades laborales y nivel de vida, o sea a los cambios en la calidad de vida.

El aumento del valor promedio de la expectativa de vida, llegó a la duplicación a lo largo del siglo, el acceso a la educación básica y superior aumentó significativamente, a pesar del marcado aumento de la población mundial.
También aumentó radicalmente el acceso a la educación, a la información y a las posibilidades de viajar, para estratos mucho mayores de las poblaciones.

Estos avances se basaron y se lograron por la aplicación de aportes efectuados por el conocimiento científico generado. Los responsables de las transformaciones vividas a lo largo de este siglo pasado han sido: el grado de desarrollo científico de los países y, su capacidad de generar aplicaciones tecnológicas y servicios basados en los nuevos conocimientos.

Reconocer estos cambios, no significa ignorar la enorme injusticia de que sectores muy grandes de la población mundial, en varios continentes, siguen aún hoy con un acceso muy restringido a aspectos básicos de la salud, la alimentación y la educación.

La irregular distribución de esos avances se origina en el desigual desarrollo de los países, resultante del colonialismo y sus prolongaciones actuales de un imperialismo, mantenido en el plano económico y basado en un sistema mayoritariamente capitalista de producción. Su mantenimiento se basa entonces en razones políticas, sociales y económicas y no le debe ser atribuido a la generación de nuevos conocimientos, el carácter de ser los instrumentos de dominación de los pueblos.


LA RESISTENCIA AL CAMBIO
Sin embargo hoy, cuando el conocimiento científico, especialmente el conocimiento biológico y sus aplicaciones en las biotecnologías, comienza a aportar mecanismos de gran trascendencia para seguir contribuyendo a mejorar la calidad de vida, en salud, producción de alimentos, control de la contaminación, se genera en cambio un amplio movimiento de resistencia y rechazo a los mismos.

Estas resistencias están centradas contra los avances del conocimiento genómico, la transferencia de genes y la ingeniería genética y proteica, las técnicas de manejo reproductivo y su interacción con la vida, el clonamiento reproductivo de las especies y el clonamiento terapéutico o uso de la células embrionarias.

Sin embargo, las perspectivas de aplicación de los conocimientos que se están generando en estas líneas de investigación, son aquellas que podrán ser las fuentes del mejoramiento de la calidad de vida de la población humana y su entorno en las próximas décadas. Esto se hará por medio de su contribución a las áreas de la salud, el mejoramiento de la calidad y productividad de los alimentos, la contribución a la miniaturización molecular y robotización en la industria, al desarrollo de nuevas herramientas para controlar y combatir la contaminación creciente, que la gran expansión de la población humana genera en suelo, agua y atmósfera.

Curiosamente, la reacción contra los organismos genéticamente modificados (OGMs) se ha concentrado en los transgénicos productores de alimentos, no así con los medicamentos y vacunas obtenidos por este medio, hoy de amplia difusión mundial.

También se ha tendido a demonizar el potencial uso del conocimiento de los genomas de las especies, particularmente el humano, por hipótesis y proyecciones catastróficas, con visos de ciencia ficción y atribuyéndole a la comunidad científica mundial, una dependencia absoluta de los intereses espúreos y una carencia masiva de ética elemental.

Si bien se han interpretado parcialmente estos fenómenos en base a los aspectos psicológicos y sociológicos de resistencia al cambio, también participan aquí componentes de índole político, en el que se confunde la oposición a la globalización, a los intereses de las grandes multinacionales, frecuentemente mas poderosas que las propias naciones, con la oposición a la importancia y utilidad de la aplicación tecnológica de los nuevos conocimientos. Inciden también los intereses de bloques regionales y económicos, que luchan por frenar el ingreso de los productos biotecnológicos de otras regiones, a fin de dar tiempo a desarrollar los propios.

Es así que, lamentablemente estamos escuchando hoy en nuestro medio, en forma permanente, y aún en boca de nuestros amigos, hablar con un fuerte sentido peyorativo de ''Tecnociencia'' y del ejercicio de una ''Ciencia sin Conciencia''.

Se observa también a nivel mundial y en nuestro país, una resistencia marcada a las técnicas reproductivas, en la que participan componentes de éticas religiosas y que habiendo comenzado contra la fertilización in vitro, se centra hoy en la resistencia a la clonación de la especie humana. Cabe aquí aclarar que, con la excepción de algunos pocos seudocientíficos que medran con su actividad, la enorme mayoría de la comunidad científica mundial se opone a la clonación reproductiva humana.

Sin embargo, una parte muy importante de dicha comunidad mundial defiende lo que se ha dado en llamar la clonación terapéutica, es decir la generación de embriones humanos, in vitro, hasta los 14 días de desarrollo, lo que permitirá el avance de líneas de investigación con células embrionarias totipotenciales, que se entienden de gran importancia. Estas técnicas podrán posibilitar la sustitución futura de algunos transplantes de órganos y contribuir a estrategias terapéuticas como las terapias génicas y la sustitución celular en enfermedades degenerativas del sistema nerviosos central o de órganos como el hígado, el pancreas y los riñones.


LOS TRES PLANOS DEL NUEVO OSCURANTISMO
El control o freno del desarrollo de la generación del conocimiento original y de sus aplicaciones innovadoras, se produce hoy en día en tres planos o niveles que afectan nuestra realidad nacional.

El primero se refiere al contexto internacional y las relaciones entre los países y grupos económicos a nivel mundial.
Los otros dos tienen que ver con nuestro propio país, aunque también reflejan realidades extrapolables a otros países de bajo nivel de desarrollo de la región.

1) Las nuevas formas del imperialismo y el mantenimiento del statu quo.
El apoyo de los países de mayor desarrollo del Hemisferio Norte a los de menor desarrollo relativo, se centra en la educación básica y a un mejoramiento social primario. el mantenimiento del actual contexto internacional es básico para que, los países de menor desarrollo podamos llegar a ser productores mas eficientes de materias primas y consumidores con mayor poder adquisitivo, de los productos de alta tecnología.

Esos productos pueden generarse hoy en día en cualquier lugar del mundo, pero la ganancia la obtienen quienes son los propietarios del capital de la instalación productiva y sobre todo del conocimiento, que es la base de la elaboración del bien o servicio.

No existe el menor interés en que nuestros países pasen a ser generadores importantes de conocimiento y se conviertan en eventuales competidores en los desarrollos tecnológicos.


2) El mantenimiento del Uruguay ''tal cual es''.
Importantes sectores de nuestra sociedad viven aún, física y mentalmente, en el país de la estancia, la ganadería extensiva y los productos básicos ''naturales''. Estos actores sociales tienden naturalmente entonces al mantenimiento de esta realidad nacional. Un ejemplo extremo de esta corriente de opinión, lo constituye el reciente discurso del Presidente de la Asociación Rural en el acto de cierre de la exposición ganadera de este año, en el que planteó que el Uruguay es un país agropecuario y que tanto el desarrollo de la industria como de los servicios son ''estrellas fugaces''.

El elástico concepto de ''Uruguay natural'' y la continuidad de la ''estancia cimarrona'' como base del sector productivo agropecuario, significan para el país el mantenimiento de nuestra producción basada en la generación de materias primas con muy bajo nivel de valor agregado. Basta tomar el valor por quilogramo de los productos exportados por los países de nuestra región, y compararlo con el valor de los productos que importamos de los países más desarrollados para comprender la desventaja de nuestra situación.

El actual bajo nivel económico de nuestra población, donde un 47% de la población infantil está por debajo de la línea de pobreza, genera graves dificultades para un acceso igualitario de nuestra juventud, o sea de nuestro futuro como país, a una adecuada capacitación laboral y a la educación superior y por tanto a las posibilidades de desarrollo pleno de cada individuo.

Esta situación representa para el país una gravísima pérdida, porque en la selección de los mejores según sus capacidades, partimos con una reducción al 50%, por falta de oportunidades reales para la mitad de su población juvenil. Con el agravante de que del 50% restante, perdemos una parte muy significativa, por la emigración selectiva de una franja etaria de gran importancia, laboral y reproductiva.

En las últimas décadas hemos sido testigos de la progresiva pérdida de la industria de sustitución de importaciones y de un pobre desarrollo de una industria exportadora de mera complementación.

Se ha planteado, equivocadamente, como una oposición insalvable, la coexistencia de un país con producción agropecuaria de buena calidad y nivel de incorporación tecnológica, con un desarrollo industrial integrado a la región, competitivo a nivel internacional, con un país de servicios y de producción de altas tecnologías, basado en la calidad, la valoración y el ''cultivo intelectual'' de sus recursos humanos.

Será nuestra responsabilidad, como sociedad, poder compatibilizar ambas propuestas, que nos lleven a un cambio progresivo pero rápido de nuestra producción, y que nos permita proveer las bases materiales para aumentar significativamente la inversión en educación, ciencia y salud y llegar por medio de ellas, al mejoramiento de la calidad de vida de nuestra población.

3) La oposición a los aportes tecnológicos y a la aplicación de los nuevos conocimientos que pueden ayudarnos a transformar nuestro país.
Se ha producido en nuestra sociedad, una pérdida progresiva del reconocimiento social del educador y del científico, lo que se refleja en la valoración por parte de los conciudadanos, en la consideración por parte del Estado y en la remuneración de dichas actividades.

A su vez, se le atribuyen los riesgos del uso y aplicaciones tecnológicas de los nuevos conocimientos generados por la ciencia, a quienes generan el conocimiento. Esto en realidad constituye una clara responsabilidad de toda la sociedad, que debe reflejarse en la legislación por medio de los gobiernos, actividad que no siempre es asumida por amplios sectores de nuestra sociedad, y para la cual es fundamental partir de un nivel de información y conocimiento que posibilite una opinión y una eventual toma de decisiones que tenga fundamento técnico.

El conservadorismo de algunos sectores de la izquierda política y de algunos intelectuales de nuestro país, que cree que la generación autóctona de conocimiento depende de directivas del exterior, y que niega o ignora la importancia de la ciencia como herramienta de desarrollo, mirándola con una actitud despectiva, llamándola tecnociencia y planteando que se trata de una ciencia sin conciencia, demuestra lamentablemente, una profunda ignorancia de la realidad histórica.

Implica desconocer los enormes aportes que la ciencia ha hecho en el último siglo, y demuestra ignorar que la responsabilidad que ha habido en el uso incorrecto o antiético de esos conocimientos, ha sido de políticos y gobiernos, (a veces con apoyo de sus sociedades), frecuentemente contra la oposición de los propios sectores científicos que los generaran.

Se está desconociendo también, el carácter progresista y la contribución que ha efectuado nuestra pequeña comunidad científica nacional, no sólo al patrimonio universal del conocimiento, sino al desarrollo cultural y material de nuestro país.

En última instancia, esta posición es tan retrógrada y peligrosa como la de aquellos que opinan que '' hacer ciencia'' es un lujo que sólo se pueden dar los países ricos.

Creo que, por todo lo mencionado, es importante que tomemos conciencia de esta situación y entre todos contribuir a cambiar esta realidad, dotando al país de una política de Estado en materia de Investigación Científica e Innovación Tecnológica, dándole primera prioridad a la inversión en esta materia, si queremos que, como nación podamos contar con las herramientas, no sólo importantes sino imprescindibles, para construir entre todos un país mejor para nuestros hijos y nuestros nietos.


Revista Dosmil30.
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