La herramienta de poder en términos geopolíticos, ha pasado de
ser la tenencia de la tierra primero y de los instrumentos de la producción
industrial después, a la capacidad de generar el conocimiento científico
y de transformarlo en productos y servicios de valor socioeconómico,
por medio de aplicaciones tecnológicas innovadoras.
Frecuentemente perdemos la perspectiva, y entonces la capacidad de valorar
los cambios vividos a lo largo del siglo veinte. Buena parte del mundo pasó
de las grandes hambrunas, incluyendo algunos países de Europa, a una
mayor producción de alimentos, aunque sigue habiendo enormes irregularidades
en la distribución de los mismos. Buena parte de las migraciones de ayer
y de hoy responden a las posibilidades de acceso a alimentos, tierras para cultivar
o a posibilidades laborales y nivel de vida, o sea a los cambios en la calidad
de vida.
El aumento del valor promedio de la expectativa de vida, llegó a la
duplicación a lo largo del siglo, el acceso a la educación básica
y superior aumentó significativamente, a pesar del marcado aumento de
la población mundial.
También aumentó radicalmente el acceso a la educación,
a la información y a las posibilidades de viajar, para estratos mucho
mayores de las poblaciones.
Estos avances se basaron y se lograron por la aplicación de aportes
efectuados por el conocimiento científico generado. Los responsables
de las transformaciones vividas a lo largo de este siglo pasado han sido: el
grado de desarrollo científico de los países y, su capacidad de
generar aplicaciones tecnológicas y servicios basados en los nuevos conocimientos.
Reconocer estos cambios, no significa ignorar la enorme injusticia de que sectores
muy grandes de la población mundial, en varios continentes, siguen aún
hoy con un acceso muy restringido a aspectos básicos de la salud, la
alimentación y la educación.
La irregular distribución de esos avances se origina en el desigual
desarrollo de los países, resultante del colonialismo y sus prolongaciones
actuales de un imperialismo, mantenido en el plano económico y basado
en un sistema mayoritariamente capitalista de producción. Su mantenimiento
se basa entonces en razones políticas, sociales y económicas y
no le debe ser atribuido a la generación de nuevos conocimientos, el
carácter de ser los instrumentos de dominación de los pueblos.
LA RESISTENCIA AL CAMBIO
Sin embargo hoy, cuando el conocimiento científico, especialmente el
conocimiento biológico y sus aplicaciones en las biotecnologías,
comienza a aportar mecanismos de gran trascendencia para seguir contribuyendo
a mejorar la calidad de vida, en salud, producción de alimentos, control
de la contaminación, se genera en cambio un amplio movimiento de resistencia
y rechazo a los mismos.
Estas resistencias están centradas contra los avances del conocimiento
genómico, la transferencia de genes y la ingeniería genética
y proteica, las técnicas de manejo reproductivo y su interacción
con la vida, el clonamiento reproductivo de las especies y el clonamiento terapéutico
o uso de la células embrionarias.
Sin embargo, las perspectivas de aplicación de los conocimientos que
se están generando en estas líneas de investigación, son
aquellas que podrán ser las fuentes del mejoramiento de la calidad de
vida de la población humana y su entorno en las próximas décadas.
Esto se hará por medio de su contribución a las áreas de
la salud, el mejoramiento de la calidad y productividad de los alimentos, la
contribución a la miniaturización molecular y robotización
en la industria, al desarrollo de nuevas herramientas para controlar y combatir
la contaminación creciente, que la gran expansión de la población
humana genera en suelo, agua y atmósfera.
Curiosamente, la reacción contra los organismos genéticamente
modificados (OGMs) se ha concentrado en los transgénicos productores
de alimentos, no así con los medicamentos y vacunas obtenidos por este
medio, hoy de amplia difusión mundial.
También se ha tendido a demonizar el potencial uso del conocimiento
de los genomas de las especies, particularmente el humano, por hipótesis
y proyecciones catastróficas, con visos de ciencia ficción y atribuyéndole
a la comunidad científica mundial, una dependencia absoluta de los intereses
espúreos y una carencia masiva de ética elemental.
Si bien se han interpretado parcialmente estos fenómenos en base a los
aspectos psicológicos y sociológicos de resistencia al cambio,
también participan aquí componentes de índole político,
en el que se confunde la oposición a la globalización, a los intereses
de las grandes multinacionales, frecuentemente mas poderosas que las propias
naciones, con la oposición a la importancia y utilidad de la aplicación
tecnológica de los nuevos conocimientos. Inciden también los intereses
de bloques regionales y económicos, que luchan por frenar el ingreso
de los productos biotecnológicos de otras regiones, a fin de dar tiempo
a desarrollar los propios.
Es así que, lamentablemente estamos escuchando hoy en nuestro medio,
en forma permanente, y aún en boca de nuestros amigos, hablar con un
fuerte sentido peyorativo de ''Tecnociencia'' y del ejercicio de una
''Ciencia sin Conciencia''.
Se observa también a nivel mundial y en nuestro país, una resistencia
marcada a las técnicas reproductivas, en la que participan componentes
de éticas religiosas y que habiendo comenzado contra la fertilización
in vitro, se centra hoy en la resistencia a la clonación de la especie
humana. Cabe aquí aclarar que, con la excepción de algunos pocos
seudocientíficos que medran con su actividad, la enorme mayoría
de la comunidad científica mundial se opone a la clonación reproductiva
humana.
Sin embargo, una parte muy importante de dicha comunidad mundial defiende lo
que se ha dado en llamar la clonación terapéutica, es decir la
generación de embriones humanos, in vitro, hasta los 14 días de
desarrollo, lo que permitirá el avance de líneas de investigación
con células embrionarias totipotenciales, que se entienden de gran importancia.
Estas técnicas podrán posibilitar la sustitución futura
de algunos transplantes de órganos y contribuir a estrategias terapéuticas
como las terapias génicas y la sustitución celular en enfermedades
degenerativas del sistema nerviosos central o de órganos como el hígado,
el pancreas y los riñones.
LOS TRES PLANOS DEL NUEVO OSCURANTISMO
El control o freno del desarrollo de la generación del conocimiento original
y de sus aplicaciones innovadoras, se produce hoy en día en tres planos
o niveles que afectan nuestra realidad nacional.
El primero se refiere al contexto internacional y las relaciones entre los
países y grupos económicos a nivel mundial.
Los otros dos tienen que ver con nuestro propio país, aunque también
reflejan realidades extrapolables a otros países de bajo nivel de desarrollo
de la región.
1) Las nuevas formas del imperialismo y el mantenimiento del statu quo.
El apoyo de los países de mayor desarrollo del Hemisferio Norte
a los de menor desarrollo relativo, se centra en la educación básica
y a un mejoramiento social primario. el mantenimiento del actual contexto internacional
es básico para que, los países de menor desarrollo podamos llegar
a ser productores mas eficientes de materias primas y consumidores con mayor
poder adquisitivo, de los productos de alta tecnología.
Esos productos pueden generarse hoy en día en cualquier lugar del mundo,
pero la ganancia la obtienen quienes son los propietarios del capital de la
instalación productiva y sobre todo del conocimiento, que es la base
de la elaboración del bien o servicio.
No existe el menor interés en que nuestros países pasen a ser
generadores importantes de conocimiento y se conviertan en eventuales competidores
en los desarrollos tecnológicos.
2) El mantenimiento del Uruguay ''tal cual es''.
Importantes sectores de nuestra sociedad viven aún, física
y mentalmente, en el país de la estancia, la ganadería extensiva
y los productos básicos ''naturales''. Estos actores sociales
tienden naturalmente entonces al mantenimiento de esta realidad nacional. Un
ejemplo extremo de esta corriente de opinión, lo constituye el reciente
discurso del Presidente de la Asociación Rural en el acto de cierre de
la exposición ganadera de este año, en el que planteó que
el Uruguay es un país agropecuario y que tanto el desarrollo de la industria
como de los servicios son ''estrellas fugaces''.
El elástico concepto de ''Uruguay natural'' y la continuidad
de la ''estancia cimarrona'' como base del sector productivo agropecuario,
significan para el país el mantenimiento de nuestra producción
basada en la generación de materias primas con muy bajo nivel de valor
agregado. Basta tomar el valor por quilogramo de los productos exportados por
los países de nuestra región, y compararlo con el valor de los
productos que importamos de los países más desarrollados para
comprender la desventaja de nuestra situación.
El actual bajo nivel económico de nuestra población, donde un
47% de la población infantil está por debajo de la línea
de pobreza, genera graves dificultades para un acceso igualitario de nuestra
juventud, o sea de nuestro futuro como país, a una adecuada capacitación
laboral y a la educación superior y por tanto a las posibilidades de
desarrollo pleno de cada individuo.
Esta situación representa para el país una gravísima pérdida,
porque en la selección de los mejores según sus capacidades, partimos
con una reducción al 50%, por falta de oportunidades reales para la mitad
de su población juvenil. Con el agravante de que del 50% restante, perdemos
una parte muy significativa, por la emigración selectiva de una franja
etaria de gran importancia, laboral y reproductiva.
En las últimas décadas hemos sido testigos de la progresiva pérdida
de la industria de sustitución de importaciones y de un pobre desarrollo
de una industria exportadora de mera complementación.
Se ha planteado, equivocadamente, como una oposición insalvable, la
coexistencia de un país con producción agropecuaria de buena calidad
y nivel de incorporación tecnológica, con un desarrollo industrial
integrado a la región, competitivo a nivel internacional, con un país
de servicios y de producción de altas tecnologías, basado en la
calidad, la valoración y el ''cultivo intelectual'' de sus
recursos humanos.
Será nuestra responsabilidad, como sociedad, poder compatibilizar ambas
propuestas, que nos lleven a un cambio progresivo pero rápido de nuestra
producción, y que nos permita proveer las bases materiales para aumentar
significativamente la inversión en educación, ciencia y salud
y llegar por medio de ellas, al mejoramiento de la calidad de vida de nuestra
población.
3) La oposición a los aportes tecnológicos y a la aplicación
de los nuevos conocimientos que pueden ayudarnos a transformar nuestro país.
Se ha producido en nuestra sociedad, una pérdida progresiva del
reconocimiento social del educador y del científico, lo que se refleja
en la valoración por parte de los conciudadanos, en la consideración
por parte del Estado y en la remuneración de dichas actividades.
A su vez, se le atribuyen los riesgos del uso y aplicaciones tecnológicas
de los nuevos conocimientos generados por la ciencia, a quienes generan el conocimiento.
Esto en realidad constituye una clara responsabilidad de toda la sociedad, que
debe reflejarse en la legislación por medio de los gobiernos, actividad
que no siempre es asumida por amplios sectores de nuestra sociedad, y para la
cual es fundamental partir de un nivel de información y conocimiento
que posibilite una opinión y una eventual toma de decisiones que tenga
fundamento técnico.
El conservadorismo de algunos sectores de la izquierda política y de
algunos intelectuales de nuestro país, que cree que la generación
autóctona de conocimiento depende de directivas del exterior, y que niega
o ignora la importancia de la ciencia como herramienta de desarrollo, mirándola
con una actitud despectiva, llamándola tecnociencia y planteando que
se trata de una ciencia sin conciencia, demuestra lamentablemente, una profunda
ignorancia de la realidad histórica.
Implica desconocer los enormes aportes que la ciencia ha hecho en el último
siglo, y demuestra ignorar que la responsabilidad que ha habido en el uso incorrecto
o antiético de esos conocimientos, ha sido de políticos y gobiernos,
(a veces con apoyo de sus sociedades), frecuentemente contra la oposición
de los propios sectores científicos que los generaran.
Se está desconociendo también, el carácter progresista
y la contribución que ha efectuado nuestra pequeña comunidad científica
nacional, no sólo al patrimonio universal del conocimiento, sino al desarrollo
cultural y material de nuestro país.
En última instancia, esta posición es tan retrógrada y
peligrosa como la de aquellos que opinan que '' hacer ciencia'' es
un lujo que sólo se pueden dar los países ricos.
Creo que, por todo lo mencionado, es importante que tomemos conciencia de
esta situación y entre todos contribuir a cambiar esta realidad, dotando
al país de una política de Estado en materia de Investigación
Científica e Innovación Tecnológica, dándole primera
prioridad a la inversión en esta materia, si queremos que, como nación
podamos contar con las herramientas, no sólo importantes sino imprescindibles,
para construir entre todos un país mejor para nuestros hijos y nuestros
nietos. |