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Las muñecas fosfolette (o fofolete), llegan a nuestra sección nostálgica directo desde sus cajas de fósforos.
¿Cuál es el extraño fanatismo que inspiraban las muñecas fosfolette en las niñas de hace treinta años? ¿Qué magnetismo especial tenían esos pequeños peluches, con forma vagamente femenina, para que damas de más de 30 años nos escriban con auténtica emoción? Desde la obtusa perspectiva masculina que suele caracterizar esta sección es difícil descifrar el encanto oculto tras el rechoncho cuerpito de las fosfolettes y las cajas de fósforos en que venían, lo que no nos impide arrojar hipótesis.
Hay un aspecto que necesariamente debe tenerse en cuenta para comprender el éxito fosfolettero: el ser humano sucumbe inevitablemente ante el encanto de la miniaturización. Cualquier cosa representada a una escala menor (con excepción, posiblemente, de los experimentos de los jíbaros reducidores de cabezas) despierta inevitablemente nuestra ternura y deseo de posesión, lo que aumenta proporcionalmente de acuerdo a la precisión en los detalles del objeto. Puede tratarse de pequeños instrumentos musicales, huevitos de pascua, casitas, botellitas de coca cola, juegos de té a pequeña escala, edificios famosos o lo que se les ocurra: sin importar que dichos trastos sean absolutamente inútiles, la gente no puede evitar la compulsión de adquirirlos y enternecerse al observarlos.
Las muñecas fosfolette (o fofolete según otras grafías, como en Brasil, donde también fueron muy populares) eran muy pequeñas y tenían un agregado particular: venían en unas cajitas de fósforos especiales. De hecho, de allí se deriva su nombre original; en Europa y los Estados Unidos eran las "matchbox dolls" y surgieron por la década de los 70. En nuestro país llegaron poco tiempo después y se mantuvieron como clásico hasta los 80, en los que las niñas comenzaron a preferir el modelo de las Barbies, que por esa época ya se habían hecho la lipo, tenían coches deportivos, una cabellera más cuidada que la de Forlán, una mini mansión tipo Beverly Hills y un rostro al estilo botox + cirugía estética. Nuestra querida fosfolette, rellenita, de aspecto infantil, con unos trapos de tela como vestido y sin portaligas, no tenía modo alguno de competir en el mercado "muñequeril".
Las heroínas de las cajas de fósforos tenían cabeza de plástico y un cuerpo de tela que podía estar relleno de arroz o arena. No todas eran iguales: los distintos modelos de muñecas conformaban una colección entera, que difícilmente continúe completa en algún hogar uruguayo. Hoy en día no se las encuentra fácilmente, aunque aún pueden conseguirse en algunos locales de la Ciudad Vieja o en ofertas ocasionales en Mercado Libre, con precios que rondan los 100 pesos. Las madres de hoy, que supieron tener a las fosfolette hace ya más de veinte años, pueden intentar adquirir alguna como regalo para sus hijas y comprobar si todavía dan batalla a las estilizadas Barbie: lo peor que puede suceder es que terminen en el papel de sirvientas en sus mini mansiones. |
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