HUMANISTA QUE SALVA LA HISTORIA (III)
Agustín Canessa, consultor empresarial, ex subdirector de la OPP
02.12.2005

Esta es la tercera y última parte del trabajo en el que el autor traza una semblanza del sacerdote jesuita, teólogo y filósofo Juan Luis Segundo.

En esta entrega, Canessa recrea la etapa de la madurez de Segundo, en la que éste valoró en profundidad, las frustradas experiencias de los compromisos en pos del cambio social, dilucidando críticamente los problemas que afronta el hombre latinoamericano con el objetivo de dar un fundamento a su esperanza .

Examinaremos esta última etapa en dos fases. Una primera abarca el período 1976 1984 donde cristaliza luego de varios años de silencio la primera versión de su Cristología o, como él solía decir, nuestro ensayo de anti-cristología , para abrirle camino por entre las diversas cristologías a Jesús de Nazaret hasta nuestra actualidad y con base en tres lecturas del significado de ese personaje, desde: a) una investigación histórica; b) una generalización antropológica y c) una problematización actual.

El resultado de la publicación en 1982 de esa obra cumbre de 1.378 páginas que -partiendo de un muy afinado recurso al método- analiza lo que es fe y lo que es ideología, en forma sistemática y con madurez explicativa para identificar su distinción y su complementariedad, a fin de perfilar esas dimensiones del hombre. Desde esa perspectiva y en dos contundentes volúmenes, recurriendo nuevamente al método, examinó en detalle y con ponderados y morosos matices lo que aportaba Jesús de Nazaret y la tradición que viene de él al proceso de humanización.

En esta etapa se constata una verdadera radicalización de su interlocutor, asumiendo el rol principal el ateo actual o preferentemente, como él decía, el potencial ateo enfrentando esa densidad de lo real y valorando, en profundidad, las frustradas experiencias de los compromisos en pos del cambio social, dilucidando críticamente los problemas que afronta el hombre latinoamericano con el objetivo de dar un fundamento a su esperanza.

De esa época es la reedición de lo que pasó a denominarse sencillamente Teología Abierta , que juntó los 5 volúmenes de Carlos Lolhé en dos y agregó un tercero de Reflexiones Críticas de esos contenidos a los veinte años de finalizado el Concilio Vaticano II. Y verdaderamente, esas reflexiones fueron una muy grata revelación pues en once capítulos amplía y vuelve a fundamentar mucho del estudio sobre el Jesús histórico, sobre las dos teologías de la liberación que se han elaborado en América Latina, los nuevos planteos y desarrollos sobre la Gracia para la libertad, los nuevos aportes sobre los caminos para llegar a la idea de Dios así como su búsqueda.
Sin cambios y sin agregados quedaron los tomos dedicados a los sacramentos y al tema de la culpa, dejando este aspecto tan básico del cristianismo, sin cambiar una sola coma, para que sean los mismos cristianos de mañana, preparados de otra manera, los que con su apuesta de futuro realicen de una manera más profunda un verdadero humanismo liberador.


SU ÉPOCA DE MADUREZ
La segunda fase de esta etapa abarcó desde 1985 hasta el inicio de 1996, año de su fallecimiento. Creo que esta etapa constituyó su época de madurez. Se concretan aquellas memorables precisiones que sobre la Teología de la Liberación realizó como respuesta al Cardenal Ratzinger luego que éste, como prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, había emitido el 6 de Agosto de 1984, la Instrucción Sobre Algunos Aspectos de la Teología de la Liberación y que Juan Luis al dedicar esa respuesta a sus padres decía que lo había escrito aunque parezca mentira, con humor y con cariño . Respeto, prudencia, firmeza y una gran ponderación intelectual en los desarrollos que Segundo hizo frente a la Instrucción, con el telón de fondo que colocó al final del libro, citando a Henry de Lubac en su oración: Si me falta el amor y la justicia, me separo indefectiblemente de ti, Dios mío, y mi adoración no es otra cosa que idolatría. Para creer en ti, debo creer en el amor y en la justicia, y creer en esas cosas vale mil veces más que pronunciar tu nombre .

En 1989 publica, como libro póstumo pero realizado en vida, su célebre El Dogma que libera. Fe, Revelación y Magisterio Dogmático , con un prólogo que, según él, no lo era. Obra que dedicara a los teólogos latinoamericanos por vocación o formación, para afirmarlos en su servicio liberador y que con gran humor él justificó en una memorable autoconfesión que se publicó en la revista catalana El Ciervo -en su número 459 de mayo de 1989- y que también motivó un excelente comentario bajo el título Testimonio de una lectura , por parte del brasileño Paolo Parise.

En 1991 aparece en castellano la segunda versión, ahora más concentrada, de su cristología, bajo el numen de Proust La Historia Perdida y Recuperada de Jesús de Nazaret , con una introducción general de Aproximación a Jesús. Recurso al Método . Una primera parte de la historia perdida con Jesús antes y después de la Pascua y otra segunda parte de la historia recuperada de Jesús en el pensamiento de Pablo y unas conclusiones generales sobre Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, con una interpretación magistral de los Concilios Ecuménicos Cristológicos de Nicea (325 d.C); Efeso (431 d.C) y Calcedonia (451 d.C).

En el final de ese libro fue donde Segundo desarrolló lo que era su creencia y fundamentaba, ante todo, esa buena noticia del Evangelio de Jesús, que era un mensaje destinado a quienes hubieran hecho en la historia una apuesta total por valores idénticos, paralelos o convergentes con los de Jesús. A los que tuvieran rehenes semejante a los de Jesús ofrecía a esa promesa vaga que es la historia para los hombres que buscan en ella un sentido. En efecto ¿quién, que tome en serio la historia, no desea dejar en ella algo definitivo? ¿quién, que tenga un rehén parecido no imagina de modo paralelo un absoluto con los mismos valores, para que defienda y justifique su apuesta y haga que valga la pena , contra la muerte y contra la nada, lo que en la historia construyó? Pues a eso y nada más que a eso, lo llamo yo Dios . Pero lo que yo defenderé como lo divino y lo absoluto es eso . Es a través de mis propios rehenes que yo defino a mi Dios . Y como final, volvía a citar la querida oración del Cardenal de Lubac con que cerrábamos anteriormente la contestación al Cardenal Ratzinger, el actual Papa Benedicto XVI.

Queda para terminar mencionar la publicación del caso Mateo y su póstumo real, sobre el Absoluto menos que se publicó bajo el título más llamativo de El infierno . Un diálogo con Kart Rahner. Pero no podemos dejar de señalar, ya sin espacio a esa otra obra cumbre que fue ¿Qué Mundo? ¿Qué hombre? ¿Qué Dios? del año 1993 que desde diversas perspectivas filosóficas y científicas examinó en los siete primeros capítulos, elucubrando sobre el dualismo, la realidad y el sentido, los problemas del ser humano, el determinismo y el azar frente a la libertad, el camino que va del egocentrismo al amor, la gran aventura de la libertad en el Antiguo Testamento y en los sinópticos y en Pablo de Tarso para que unidos por un capítulo de transición sin número, desgranase con dulzura, satisfacción y rigor los temas teológicos de la Encarnación, la idea del Dios y del hombre libre, de la Providencia y el azar, del pecado y la redención y los signos de la Gracia.


A LA ESPERA DEL MERECIDO HOMENAJE
Muchos otros temas han quedado pendientes: sus claves interpretativas, su prolongada actuación en universidades e institutos del Exterior (Francia, Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Brasil, España, Italia, Canadá, etc.) de sus múltiples colaboraciones en publicaciones periódicas y revistas, de sus intervenciones en coloquios y seminarios, etc. Pero no queremos terminar sin dejar de hacer una aproximación agradecida a quien en vida desplegó su afecto y cariño a muchos de nosotros que lo acompañábamos, lo escuchábamos con admiración por su sabiduría, a veces lo criticábamos, pero según él afirmaba, por más de treinta años lo ayudamos a construir ese profundo pensar sobre el ser humano que es toda su obra, verdadera cumbre del humanismo en América Latina, que iniciara Bartolomé de las Casas y que tuvo en Juan Luis Segundo un muy fiel seguidor, hasta hoy no superado por nadie.

Siempre creyó en la gente, en las personas de carne y hueso, tratando de hacer de esta vida algo mejor sobre todo para los pobres, para los desamparados y para los marginados de esta doliente América del Sur.

Vivió y murió pobre; pensó con solvencia y audacia; siempre eligió el pensamiento fuerte; actuó con probidad y honestidad intelectual; libró sus batallas ideológicas con honradez y se desvivió para que todos los que habitamos en este continente sufrido y maravilloso, nos pusiéramos de acuerdo para suprimir y erradicar ese baldón de la pobreza crítica que frustra y mata el ser del hombre latinoamericano.

Nuestro Gobierno, el propio Parlamento, y el denominado Ministerio de Educación y Cultura aún hoy le deben el homenaje que jamás han negado a los grandes hijos de este país dado que, a fines de Junio de 1996 -a casi seis meses de su muerte- un conjunto significativo de orientales, bajo el patrocinio de los doctores Arturo Ardao, Adolfo Gelsi Bidart y del pastor Emilio Castro, nos presentábamos para solicitar para Juan Luis Segundo el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual previsto por la ley Nro. 15.843, de 8 de Diciembre de 1986. Olímpicamente, yéndose por la tangente, se ignoró ese merecido premio, pues no era válido que un cura, jesuita y teólogo además, lo recibiera.

Y también todos nosotros le debemos ese mucho de afecto que tanto necesitaba, de consideración y respeto, pues murió solo, en una oscura pieza de un sótano de sanatorio, una cálida madrugada de Enero de 1996. Aún en esos momento seguía apostando a la Esperanza y creyendo en su amigo de siempre y en su fe, en ese Jesús de Nazaret al cual -como propuesta de vida- hizo lo posible para presentar a sus contemporáneos en el final del corto siglo XX y orientado hacia el XXI que vivimos.


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