Contenido creado por Sin autor
Vida en la red

Por The New York Times

Cien días sin Trump en Twitter: un país que se desplaza con mayor tranquilidad

Ya han transcurrido cien días desde el bloqueo de Trump: una medida que hizo surgir preguntas sobre la libertad de expresión y la censura

19.04.2021 08:33

Lectura: 6'

2021-04-19T08:33:00-03:00
Compartir en

Por The New York Times | Sarah Lyall

¿Qué es ese relajante sonido que Gary Cavalli escucha salir de Twitter estos días? Es el sonido del silencio… en concreto, el silencio del expresidente Donald Trump.

“Mi presión arterial ha bajado 20 puntos”, señaló Cavalli, de 71 años, cuya obsesión de aborrecer y seguir a Trump terminó para siempre cuando, en enero, Twitter bloqueó de manera definitiva la cuenta del expresidente. “No tener que leer sus más recientes tuits fraudulentos ha hecho que mi vida sea mucho más feliz”.

Parece que fue ayer, o quizás hace toda una vida, que Trump se pavoneaba por los pasillos de Twitter como si fuera el dueño del lugar, elogiándose y denigrando a sus enemigos en una interminable sarta de DIATRIBAS EN MAYÚSCULAS, con mala puntuación, una ortografía muy creativa y cuestionables en cuanto a su objetividad que exacerbaban, fascinaban y aterraban al país en mayor o menor medida. Todo eso terminó el 8 de enero, dos días después de que una turba azuzada por sus comentarios incendiarios asaltó el Capitolio de Estados Unidos en un intento mal planeado de anular los resultados de las elecciones presidenciales.

Ya han transcurrido cien días desde que lo bloquearon. Una medida que hizo surgir preguntas sobre la libertad de expresión y la censura en una era de redes sociales, disgustó a los republicanos partidarios de Trump y enfureció más a un expresidente que sigue rehusándose a aceptar el hecho de haber perdido las elecciones.

Para muchos de los detractores del expresidente, en 2021, la ausencia de la avalancha diaria de su agobiante verborrea se percibe como algo más cercano a un retorno a la normalidad que cualquier otra cosa (hasta ahora).

“De verdad empecé a dormir mejor cuando dejó de estar en Twitter”, señaló Mario Marval, un administrador de programas y veterano de la Fuerza Aérea de 35 años en el área de Cincinnati. “Me permitió reflexionar sobre cuánta atención le dedicaba”.

Para Matt Leece, profesor de Música de 29 años en Bloomsburg, Pensilvania, su suspensión en Twitter fue algo parecido a purificar el aire: “Es como vivir en una ciudad asfixiado por el esmog de manera perpetua y que, de pronto, despiertes un día y el cielo sea azul, los pájaros estén cantando y, finalmente, tú puedas respirar un aire totalmente puro”.

No obstante, para millones de partidarios de Trump, su silencio ha significado la pérdida de su paladín preferido y de la mejor arma en la lucha contra la izquierda.

“Echo de menos tener en Twitter su voz potente, conservadora y obstinada”, comentó Kelly Clobes, gerente comercial de 39 años en el sur de Wisconsin. “A otras personas se les ha permitido expresarse libremente, decir lo que piensan y no se les ha bloqueado. A menos de que lo hagan de manera generalizada, no deberían hacerle esto”.

Incluso en un foro en el que se sabe que las pequeñas diferencias se pueden convertir en hostilidades sin cuartel, el contenido de Trump en Twitter era inigualable. Tan solo basta ver su volumen. Desde 2009, cuando publicó su primer tuit (“¡No dejen de conectarse y ver esta noche a Donald Trump en el programa ‘Late Night’ de David Letterman cuando presente su segmento Top Ten List!”), hasta el 8 de enero de este año cuando publicó su último tuit (“Para todos los que han preguntado, no iré a la toma de posesión del 20 de enero”), Trump publicó más de 56.000 tuits, de acuerdo con un registro en línea. Algunas mañanas tuiteaba tan seguido estando en el cargo, que era difícil creer que hiciera alguna otra cosa. Ya sea que lo amaras o lo odiaras, era imposible pasar por alto el contenido de Trump en Twitter, el cual iba de la plataforma directamente a la psique del país. Sus tuits eran citados, analizados, diseccionados, elogiados y ridiculizados en todos los medios informativos, el internet y en conversaciones donde la gente decía: “No puedo creer que haya dicho eso”. Para sus oponentes, este ejercicio era como satisfacer un morbo, una especie de necesidad masoquista de leer los tuits para sentir coraje.

Seth Norrholm, profesor adjunto de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad Estatal Wayne en Detroit y experto en estrés postraumático, señaló que Twitter le había proporcionado a Trump un foro de 24 horas para manifestar su desprecio y enojo, era un canal que iba directamente de su ello al internet. Según Norrholm, cada vez que usaba mayúsculas era como si “un victimario estuviera gritándole frases humillantes” al pueblo estadounidense.

Aunque para seguir adelante a mucha gente le funciona muy bien la idea de “si deseo olvidar algo, basta con que deje de verlo”, continuó, Trump se ha rehusado a irse discretamente. De hecho, ha instalado una especie de oficina presidencial en su exilio en Mar-a-Lago, su centro vacacional de Florida, y, de manera intermitente, emite comunicados con membretes cuasipresidenciales y lanza montones de burlas a los republicanos que, según él, no son lo suficientemente leales. También hay muchos partidarios de Trump que lo extrañan terriblemente, en buena parte porque su identidad está muy vinculada a la de él.

El mes pasado, un tuit quejumbroso de Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York, en el que lamentaba la ausencia de Trump en la plataforma obtuvo 66.000 me gusta. También inspiró el regreso de un tipo de riña que usó Trump para provocar a Twitter cuando los indignados opositores de Trump ingresaron para decirle a Giuliani lo que podía hacer exactamente con su opinión. Joe Walsh, un excongresista republicano partidario de Trump que ahora es presentador de un programa de radio anti-Trump, afirmó que incluso algunas personas que odian al expresidente sufren de una especie de abstinencia y sus vidas están más vacías ahora que Trump ya no sirve como el malvado contra el cual lanzar sus quejas.

“Entiendo muy bien que esté de moda decir: ‘Voy a olvidar al expresidente’ —hay mucho espectáculo en torno a eso—, pero mucha gente echa de menos poder atacarlo o hablar de él todos los días”, señaló. “Nosotros pertenecemos a tribus, nos gusta elegir a nuestras tribus y Trump hizo que esa línea divisoria fuera muy fácil. ¿En qué posición nos colocamos en el plan de infraestructura de Biden? Eso es un poco más sutil”.