32/ Ciudadanos y fieles

player

Descargar en formato podcast

 

Hace ya un par de mañanas
que me adherí a la campaña
por la regulación responsable
de la marihuana.
Lo hice sintiendo y sabiendo
que estaba apoyando una causa justa
y también una solución sensata.
Y sin embargo, pese a todo,
me quedé incomodo con el modo
en que entre los argumentos
pesaban mas las partes que el todo.

Y es que si bien entiendo que lo planteado
mejora y en mucho
de las cosas el actual estado,
tras leer los razonamientos
en pro de tales cambios,
siento que faltan un par de cosas
y que de alguna manera esas ausencias
resumen una cierta forma de entender
la gestión y los limites
de las acciones progresistas.

La campaña esta centrada
en reforzar la idea
de que la pelea por legalizar el porro
se vincula sobre todo
a una cuestión de seguridad,
a una cuestión de robarle mercados y recursos
al narco en el marco
del territorio nacional.

Y la mayor parte de los argumentos
tiene sentido:
el proyecto ayuda a resolver
las contradicciones que la ley
tiene actualmente,
separa los mercados
del porro y de las drogas duras
y asume con inteligencia
que la guerra contra las drogas,
es decir,
entender el asunto como un problema
de seguridad nacional,
no ha servido para nada
salvo para tirar
dinero y recursos al mar.

El problema para mi
es la ausencia de la palabra libertad
y el énfasis en que es el Estado
quien debe asumir la "responsabilidad".
Es decir, una visión mas bien pastoril
de la función estatal.
Una visión en donde,
en un futuro ideal,
todos recibiríamos los subsidios que nos correspondan
sin que nadie se plantee nunca
la molestia de salir a pescar.
De alguna forma esta mirada,
que no es nueva pero si sesgada,
responde a la lógica del Estado como pastor
y de sus fieles gestor,
antes como que como el promotor
de ciudadanos empoderados,
educados e inteligentes
que justamente por ello
sean del poder
menos dependientes.

De hecho
la lógica de la campaña responde,
a pesar de sus bondades,
a la lógica del marketing político
no a la exposición de los motivos filosóficos
que deberían estar detrás de toda la movida.
Y que, tal como yo los entiendo,
podrían resumirse así, medio por arriba:
las mismas razones por las que
un niño no puede comprar una casa,
casarse o comprar tabaco,
permiten que,
cuando ese niño se convierte en adulto
con derechos y obligaciones,
el estado se comprometa a asegurarle
el ejercicio pleno de esos derechos
y a reco rdarle,
si hace falta hasta de forma no muy amable,
cual es el precio de ser responsables
de nuestras vidas y destinos.

Es decir un estado que,
como en el caso del alcohol,
garantice a todos que,
de agarrarse un pedo azul,
será justamente
con eso que dice el envase
que tiene por contenido.
Y ojo que tengo claro que,
en el momento de que sea real
este proceso del faso,
la regulación va a terminar siendo
poco mas o menos que eso.

Así que sin desmedro
de cómo será al final el asunto,
insisto en echar en falta
en las justificaciones del proyecto de ley
algo que vaya mas allá de buscar argumentos
para convencer al votante difí cil de convencer.

Y creo que esta era una gran oportunidad
para intentar un buen ejercicio
de responsabilidad ciudadana,
recordándo a los electores
que sus actos, el hecho mismo de votar,
son siempre una forma de ser libres,
seguro que hoy menos que mañana.
Y que esa libertad tiene un precio
que los ciudadanos empoderados
no deberían tener miedo
de afrontar y de pagar.

Como me djo un amigo,
la campaña podria decir:
"¿No ven que ganamos más libertad?
¿Que el estado deja de hacerse cargo
de prohibir una actividad,
de gastar cuantiosos recursos judiciales,
policiales y carcelarios en reprimirla?
¿Que todos los consumidores y productores
dejarán de ser molestados, hostigados, reprimidos?
¿No basta con eso?"

Finalmente
no hay que olvidar nunca que
de la misma forma que el marketing político
ayuda a ganar elecciones
sirve también y al mismo tiempo
para explicar muchas de las mas grandes
pos electorales decepciones.