30/Cuando la hinchada grita

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El disparador esta vez fue un texto
publicado por un diario uruguayo
que parece que por no llevar firma
llevara impreso en ese mismo gesto
algún deshonesto fallo.
Como si por expresar opiniones
basadas en ideas
tan prejuiciosas como añejas,
estas no tuvieran derecho a expresarse
ni debieran de ser contestadas
con ideas sólidas y, si hace falta, complejas.
Y bastara en cambio,
mostrando un pobre talante democrático ,
con proponer que quienes comulguen
con el mencionado texto
sean eliminados, sin mas,
del mapa patrio de las ideas.

El texto en cuestión cuestionaba
la decisión del parlamento
de aprobar el matrimonio igualitario
tildando a este de antinatural
y alguna que otra lindeza
de corte conservador total,
El asunto es que la pieza
del diario El Observador
era un editorial
y por tanto no se debe firmar
ya que representa
la opinión del medio en tanto tal.

Así que sin entrar
a valorar a fondo
el mentado editorial,
del que solo diré
que es tan tristemente anti gay
como solamente puede serlo el Opus Dei,
me parece interesante
poner el ojo en relevar
las reacciones que dicha pieza
provocó entre los progresistas,
entre aquellos que están a favor de los cambios
de la tolerancia y del respeto al diferente.
Me interesa entender
porque pasa esto dentro de la izquierda,
justamente porque la derecha
nunca vendió tolerancia
y de ella nunca esperé jamás una mierda.

Es verdad que no pertenecen al mismo universo
el editorial de un diario
y la reacción de la hinchada en las redes.
Pero creo que seria un error
creer que tal reacción fue
solo una suma de actos
individuales y espontáneos
y no lo que creo que realmente fue:
una forma colectiva
mas o menos difusa
de entender la confrontación de ideas
dentro de cierto progresismo uruguayo.
Y digo "cierto" porque, y es importante señalarlo,
una parte importante de la izquierda patria
no pelea esta pelea con estas maneras.

"Habría que prender fuego a estos hijos de puta"
fue una de las frases mas bonitas que leí,
escrita por un muchacho
que está convencido de ser tolerante,
que esta a favor del matrimonio igualitario
y unas cuantas otras cosas que no solo son deseables
sino hasta de sentido común.
Y cuando señalé que ese berrido
tenia poco de tolerante y mucho de autoritario
el debate derivó de inmediato
a la definición de este ultimo termino,
que parece solo podría aplicarse
a quienes sean Estado o gobierno
ya que, por el contrario, la masa es libre
de mandar a quien desee al infierno.

Aun aceptando eso,
creo que se puede hacer acuerdo
en que el limite entre
tolerancia e intolerancia
esta precisamente en el hecho
de reclamar la supresión del otro
y sus opiniones del espacio publico
y no tanto en si se es gobierno,
estado o un simple y modesto agente externo.
Que la calidad democrática de una sociedad
se puede medir de verdad
en tanto acepte la existencia
de aquello que debe tolerar.
No esta de mas recodar
que uno tolera justamente
aquello que no le gusta,
no aquello que le gusta.

Es un contrasentido
y de los feos
asegurar ser el mejor amigo
del cambio, la libertad y el progreso
y después proponer picar como un queso
a quienes sostienen ideas
con las que hay enormes distancias.
Distancias que quizá sean insalvables
pero que son igual de expresables
en una sociedad responsable
que admite la diferencia.

Ya lo dije en algún momento:
creo que para rebatir ideas,
aunque sean trasnochadas y feas,
hacen falta argumentos
y no la simple convicción
de que como soy de "los buenos"
mi punta de vista es "natural y moralmente mejor".
Y es que si se mira de cerca,
esta forma de entender el debate
es un calco casi exacto
del dogma que propone el editorial
del diario El Observador
cuando afirma que el matrimonio
es un acto "natural"
antes que un acuerdo legal entre partes.
Es decir, un designio del destino
y no un pacto al que los ciudadanos,
todos, sea cual sea su altura,
color de piel, nivel de ingreso u opción sexual,
tienen derecho a acceder
en un estado democrático,
laico y actual.