Contenido creado por Gerardo Carrasco
Vida de perros

Vida de perros: por Andrés Peirano

La presentación entre perros y gatos: claves para que todo sea amor y paz

El entrenador Andrés Peirano detalla el “debido proceso” para lograr que convivan en armonía.

20.02.2020 16:04

Lectura: 4'

2020-02-20T16:04:00-03:00
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En su nueva columna, el entrenador canino Andrés Peirano -cuya cautivante historia podés conocer aquí- enseña el laborioso pero imprescindible proceso para que perro y gato no se lleven como tales.

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Antes de siquiera pensar en reunir a los dos animales debemos tener en cuenta varias cosas. Lo más importante es entender que este proceso es largo y debemos ser sumamente pacientes ya que puede durar meses.

Siempre va a ser mejor introducir el perro al entorno del gato, esto facilitará la situación para el felino, que se va a sentir más seguro de esta manera. Los gatos no disfrutan de las visitas cortas y, a diferencia de los perros, que son muy curiosos y disfrutan de las nuevas interacciones sociales, prefieren tomarse su tiempo para conocer primero los olores y las feromonas antes de interactuar directamente. Tienen un carácter más reservado.

Debido a esto, el primer paso se debe realizar varios días antes de que comencemos con las visitas, y consiste en frotar al perro y al gato con un paño diferente para cada uno, el que luego vamos a intercambiar para que comiencen a normalizar los olores del otro individuo.

Cuando llevemos por primera vez al perro a la casa debemos dejarlo en el cuarto más pequeño para permitirle al gato tener la mayor libertad posible. Poco a poco, y esperando a que el gato lo haga de forma voluntaria, veremos que ambos se olfatean por debajo de la puerta. De esta manera introducimos gradualmente al perro en el entorno del gato dándole tiempo para normalizar esos olores nuevos y evitarle situaciones de estrés excesivo.

Un entorno adecuado facilitara la situación para el minino, pero si debemos cambiar algo debe realizarse antes de continuar, ya que necesita tener control de la situación siempre y estos cambios pueden estresarlo.

El gato necesita de espacios elevados para poder trepar y escapar del perro si así lo desea. Es fundamental entender que los gatos son muy sensibles y la simple presencia del perro puede hacer que el quieran refugiarse, por lo que debemos prever esa posibilidad.

La comida del gato debe estar elevada también para evitar que el perro le robe, situación que el felino va a odiar. Un arenero cubierto le dará también mayor intimidad y evitará interrupciones molestas por parte del can.

Solucionado todo esto, podemos continuar avanzando con las visitas. El siguiente paso consiste en reunirlos en un mismo ambiente de la casa pero cada individuo permanecerá en una caja transportadora. Colocaremos las cajas lo más lejos posible una de otra pero permitiendo que se vean a través de la puerta, y gradualmente ir acercando las cajas hasta que estén una enfrente de la otra.

Cuando la situación se desarrolle con normalidad para ambos y sin exabruptos, podremos abrir la puerta del gato y permitir que este recorra la casa. Una vez más debemos esperar a que sea el gato el que muestre interés en el perro y se acerque a olfatear, antes seguir avanzando.

Logrado esto vamos a permitir al perro salir de su caja, pero sujeto con una correa para evitar accidentes. Siempre que debamos disciplinar deberemos hacerlo con el can: el gato no reaccionará de buena manera a los límites que queramos imponer.

Gradualmente, y si todo se desarrolla con calma, esa correa que sostiene al perro se hará cada vez más larga, manteniendo el control pero permitiendo la interacción. Cuando veamos que esto se desarrolla sin inconvenientes y por lo menos se toleran o ignoran mutuamente, podremos avanzar y liberar al perro.

La siguiente etapa es de supervisión, ya que se encontrarán compartiendo el espacio sin ninguna barrera física, pero siempre debemos mantener un ojo en la situación para asegurarnos de que el perro no sea demasiado invasivo con el gato, o controlar que acepte los límites que el felino le imponga.

Luego de estar seguros de que no hay problemas, podemos por fin dejarlos solos. Pero repito: este proceso puede llevar meses y no debemos intentar acelerarlo forzando al gato de ninguna manera, ya que eso causaría un seguro fracaso. Nuestro peor enemigo en este proceso será nuestra propia frustración, por lo que si vemos que la situación no avanza es recomendable contactar a un adiestrador con experiencia para que nos ayude sobre todo a mantener al perro controlado y relajado.

Andrés Peirano

apeiranok9h@gmail.com

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