Contenido creado por Martín Otheguy
Fantasía

Palabras que iluminan

Con Sergio López, autor de La sombra del Sol, sobre cómo cambió el paradigma creativo

"Nada bueno puede producir la desorientadora consigna que asegura: Si un libro se vende, el libro es bueno", dijo el autor de Anina, que presenta nuevo libro.

15.08.2019 13:22

Lectura: 9'

2019-08-15T13:22:00-03:00
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Criatura Editora acaba de publicar La sombra del Sol, un libro escrito por Sergio López Suárez e ilustrado por Federico Murro. Sergio es maestro, aunque ha escrito e ilustrado más de 30 libros para niños (entre los que vale destacar Anina Yatay Salas, que fue adaptada al cine).

Federico es dibujante, guionista y animador, también con una larga trayectoria en el mundo de la literatura infantil y juvenil.

En La sombra del Sol cuentan e ilustran la historia de cómo al Sol "se le antojó encontrarse con su propia sombra". "Los animales del monte lo van a tener que ayudar a cumplir este deseo si no quieren padecer la ira ardiente de sus rayos. Por eso los caracoles crearon un plan mágico y todos los bichos tiraron unidos con un poder diferente: el carancho y la víbora, el lagarto y las arañas, el zorro y la lechuza; todos apretujados, cincharon con pasión para que el Sol pudiera quedarse por unos segundos después del atardecer...".

Le pedimos a Sergio que participara de nuestra sección Fantasía, en la que autores infantiles y juveniles responden un cuestionario de diez preguntas sobre el mundo fascinante de la literatura para niños y jóvenes (LIJ), aunque a Sergio no le gustan las adjetivaciones para definir a la literatura o la categorización, algo más propio del marketing.


¿Qué debe tener sí o sí un libro para niños o jóvenes?

En el caso de libros para niños pequeños, un libro debe tener -sí o sí- a un adulto que ame al niño y que lo acompañe en la lectura.

Obvio que la pregunta apunta a desentrañar los elementos constitutivos de un buen libro para niños, o para jóvenes. Curiosamente este "sí o sí", yo lo tomo como un corsé de goma, pues no existe una receta estricta que sea capaz de determinar los "sí o sí" que la LIJ reclama. Es bastante osado anotar algunas condiciones imprescindibles para despertar el interés en lectores ávidos; pero como en toda mi obra literaria siempre me he arriesgado, deseo dar algunas respuestas que brinden algunos "sí o sí" elásticos.

Pensemos cuando el matemático Lewis Carroll hace que Alicia en el país de las maravillas se pregunte: "¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?". En su pregunta retórica ya tenemos dos "sí o sí", con los que estoy de acuerdo. Yo agregaría que también se necesita: un toque de locura, basado en una lógica que trastoque la realidad para enriquecerla con fantasía; a esto habrá que sumarle muchas acciones, aventuras y reflexiones de los personajes que funcionen como naturales, pero que sutilmente reviertan nuestra esquemática forma de percibir el mundo.

¿La literatura infantil o juvenil tiene el mismo valor que la literatura de adultos?

María Teresa Andruetto escribió una ponencia formidable que tituló Hacia una literatura sin adjetivos. Me resulta muy convincente para responder esta pregunta, con palabras de esta destacada colega argentina a quien le concedieron el Premio Hans Christian Andersen en 2012: "El gran peligro que acecha a la literatura infantil y a la juvenil en lo que respecta a su categorización como literatura, es justamente el de presentarse a priori como infantil o como juvenil. Lo que puede haber de ‘para niños' o ‘para jóvenes' en una obra debe ser secundario y venir por añadidura, porque el hueso de un texto capaz de gustar a lectores niños o jóvenes no proviene tanto de su adaptabilidad a un destinatario sino sobre todo de su calidad, y porque cuando hablamos de escritura de cualquier tema o género, el sustantivo es siempre más importante que el adjetivo. De todo lo que tiene que ver con la escritura, la especificidad de destinatario es lo primero que exige una mirada alerta, porque es justamente allí donde más fácilmente anidan razones morales, políticas y de mercado."

¿Creés que está subestimada?

Mi respuesta a esta pregunta adolece de una duplicidad contradictoria: por un lado considero que los autores de literatura para adultos sobrevaloran la literatura infantil juvenil, aunque intuyo que leen poco o nada de ella. Pero, por otro lado, tal como lo ha escrito el Premio Nobel Saramago: "escribir para niños es seguramente lo más difícil para un escritor..."

Una reseña del libro de Mario Delgado Aparaín, La taberna del loro en el hombro, afirma que "este autor ha escrito un libro que no es un ejercicio menor, sino uno de los mayores desafíos de su carrera: escribir para nuestros niños". Ambos ejemplos destacan que, estos valiosos escritores cuya literatura está mayormente dirigida a los adultos, no subestiman para nada a la LIJ.

También a cualquier adulto que se le pregunte: ¿Usted considera que la literatura infantil juvenil es importante?, responderá sin dudar que es fundamental y, si le gusta disertar, dará una cátedra sobre la importancia de animar a la lectura a los niños y jóvenes. Curiosamente, más veces de las que hubiera deseado, cuando le preguntamos si él ha compartido lectura de libros con sus hijos, responden que no lo ha hecho por falta de tiempo. Inmediatamente agrega, "pero mire que le vivo repitiendo que leer es importantísimo". Pienso igual que Daniel Pennac cuando en su libro Como una novela, advierte que este tipo de insistencia suele producir el efecto contrario.

Quienes no han subestimado a la LIJ son las editoriales. Ellas saben que la LIJ es uno de los géneros que más se vende. El problema que veo es que el principio rector que solía guiar a editoriales tradicionales que expresaba: "Si un libro es bueno, tarde o temprano se venderá"; ha sido sustituido por un cambio de paradigma que afecta el proceso creativo. Las urgencias que reclama el mundo global en que vivimos, parece regirse por un principio muy negativo para la búsqueda de calidad literaria. Nada bueno puede producir la desorientadora consigna que asegura: "Si un libro se vende, el libro es bueno."

¿Por qué decidiste escribir para niños?

En verdad, inicialmente, no decidí escribir para niños. Lo he contado infinidad de veces: mi primer libro, STOZ, El país de los UH, que ya cumplió 42 años de su primera edición en EBO, surgió a pedido de un grupo de amigos que acompañaron a nuestra familia en momentos muy difíciles. A ellos yo solía regalarles unos dibujitos con un texto breve relacionado con algún acontecimiento positivo, o negativo, que le había tocado vivir. Un día juntaron 32 de estos dibujos y casi me obligaron a que los editara como un libro. A partir de ahí no dejé de escribir e ilustrar.

¿Por qué es importante que los niños y adolescentes lean?

Hay cientos de libros que fundamentan la necesidad de la lectura de los niños y jóvenes. Podría citar más de una decena de argumentos para responder esta pregunta. Sin embargo elijo una frase que me parece formidable y que pertenece al español Fabricio Caivano, quien visitó Montevideo y tuvimos la suerte de asistir a una original conferencia y también pudimos conversar con él. Sobre el final de una nota escrita por él, titulada "Gracias señorita Fiorio", escribe: "¿Por qué se lee? ... Porque se lee como conquista y como huida. Se lee para aprender lo que ignoramos y también para olvidar lo que sabemos. Los buenos libros, como las buenas personas nos regalan algunos gramos de inmortalidad."

¿Cuál es el primer libro que recordás haber leído?

En la Escuela nº 3 de Salto a la que asistí en la década del 50, desde clase Jardinera nos leían muchos libros; dos que recuerdo: La hormiguita viajera y Pinocho, y en 4to año un libro generador de lágrimas a raudales, que tratábamos de disimuladas con distintas estrategias. Me refiero al libro Corazón de Edmundo De Amicis. Como dejé la escuela al iniciar 6º año, para trabajar ocho horas y luego estudiar en el Liceo Nocturno de Salto, recién me convertí en lector cuando me asocié a una biblioteca. Lo extraño es que comencé a leer dramaturgia y novelas de escritores norteamericanos importantes, quienes para mi resultaban simples nombres: Arthur Miller, Eugene O'Neill, Tennessee Williams, Ayn Rand, hasta que descubrí a Edgar Allan Poe, obras completas en papel biblia. Luego no me detuve.

¿Seguís leyendo literatura infantil o juvenil?

Sí, continúo leyendo literatura infantil juvenil; un hábito que se arraigó más fuertemente entre los años 1991 y 1999, período en el que en el garaje de nuestra casa instalamos una biblioteca-librería para niños y jóvenes que denominamos "PER"- Zonita. "PER", por el nombre de mi esposa y Zonita porque se trataba de solo 25 metros cuadrados, limitación que no impidió que en nueve años nos visitaran 50.000 niños y más de 2000 maestros.

¿Te parece que los niños leen cada vez menos, como se dice?

Me gusta el final de la pregunta: "como se dice". Es exactamente eso, se dice, se repite, se adopta y se impone. No, no creo que los niños lean cada vez menos. Si así fuera las editoriales dedicadas a la LIJ cada vez editarían menos. Por el contrario, basta mantenerse un poco atentos a las novedades de edición para comprobar el tsunami de ediciones que se vuelca sobre nuestro país.

¿Tenés referentes a la hora de escribir?

Quedaría muy bien si respondiera nombrando a varios excelentes escritores nacionales clásicos, o a muchos pertenecientes al resto del mundo. Pero, a la hora de escribir, sinceramente, fuera de la compañía del mate amargo, ninguno de ellos está presente en mi mente. Eso no quiere decir que la lectura de sus obras no haya dejado huellas invisibles en lo que escribo.

¿Escribís pensando en alguien en particular, en cómo lo tomará un lector determinado?

A veces sí, escribo pensando en alguien en particular, me ayuda a moldear un personaje. En otras oportunidades mezclo las características de dos o tres exalumnos -maravillosos- que marcaron mi vida. Respecto a si pienso en cómo lo tomará un lector determinado, nunca lo hago, creo que de hacerlo condicionaría demasiado mi manera de escribir.