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Salud

Por The New York Times

Dos mujeres dejaron de comer compulsivamente después de estimulación cerebral

Científicos se preguntan qué pasaría si el impulso de ingerir grandes cantidades tuviera su origen en un circuito cerebral alterado.

10.11.2022 13:19

Lectura: 7'

2022-11-10T13:19:00-03:00
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Por The New York Times | Gina Kolata

¿Qué pasaría si el impulso incontrolable de ingerir grandes cantidades de comida tuviera su origen en un circuito cerebral alterado? Si ese fuera el caso, las personas que viven con el trastorno por atracón (un diagnóstico psiquiátrico) no tendrían la culpa de comer en exceso, así como un paciente con la enfermedad de Parkinson no tiene la culpa de sus temblores.

Esa pregunta llevó a los médicos a probar un nuevo tratamiento diferente de todo lo que antes se había intentado para ayudar a las personas con este trastorno de la alimentación, que es muy común, pero cuyos casos no se informan en su totalidad. Al menos el 3 por ciento de la población lo padece, señaló Casey Halpern, neurocirujano de la Universidad de Pensilvania.

Él y sus colegas decidieron probar la estimulación cerebral profunda, un método que por lo general se utiliza para calmar los temblores en pacientes con Parkinson. Este consiste en colocar electrodos en el cerebro para regular las señales anormales. Los cables, conectados a los electrodos, se colocan debajo del cuero cabelludo, donde son invisibles y discretos. Para el tratamiento de los atracones de comida, el dispositivo solo estimula las neuronas cuando detecta una señal para iniciar un atracón.

El estudio piloto, financiado por los Institutos Nacionales de la Salud y publicado a principios de este año en la revista Nature Medicine, cuenta con la participación de dos mujeres y se ampliará en unos meses para incluir a otras cuatro personas que padecen el trastorno por atracón y que han recuperado el peso perdido después de someterse a una cirugía bariátrica. Antes de que el tratamiento pueda ser aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por su sigla en inglés), los investigadores tendrán que probar el método con todo rigor en al menos cien personas en múltiples centros médicos. Este estudio tardará varios años en completarse.

Las dos mujeres a las que se les implantó el dispositivo hace un año serán objeto de un seguimiento de hasta tres años. Tenían la opción de que se les retirara el dispositivo al cabo de 12 meses, pero ambas querían conservarlo porque ya no sentían deseos irresistibles de comer compulsivamente.

Una de ellas, Robyn Baldwin, de 58 años, quien vive en Citrus Heights, California, se describió como una “niña gordita” que “siempre había sido grande”. Baldwin probó una amplia gama de dietas. En una ocasión, solo tomó malteadas de proteínas durante un mes.

En 2003 se sometió a una cirugía bariátrica, que consiste en modificar el sistema digestivo para que el estómago sea más pequeño y los alimentos sean más difíciles de digerir. Esto les ha permitido a muchas personas bajar de peso cuando otros métodos han fracasado, pero en el caso de Baldwin, recuperó el peso perdido.

Lena Tolly, de 48 años, la otra paciente del estudio, vive en Sacramento, California. Ella también probó un gran número de dietas y remedios contra la obesidad. Al graduarse de la universidad, sus padres le regalaron un mes en un campamento vegano. Mientras estaba ahí, caminaba 16 kilómetros al día.

En agosto de 2005, Tolly se sometió a una cirugía bariátrica. Bajó 45 kilos, pero los volvió a subir.

“Se necesita algo más que fuerza de voluntad”, aseveró.

En su caso (y en el de Baldwin) así fue. Sus atracones no son lo que la mayoría de la gente llama atracones, como cuando empiezan de vez en cuando con una bolsa de papas fritas o un bote grande de helado y siguen comiendo, sino que su padecimiento se encuentra en el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales y consiste en comer de manera descontrolada varias veces a la semana. Estos atracones van acompañados de una sensación de estar casi en otro estado en el que pierden todo el control y comen rápidamente grandes cantidades de comida. Muchas personas, avergonzadas por su comportamiento, lo hacen en secreto y es habitual que sientan asco y vergüenza al final del atracón. Halpern dirigió el experimento piloto con Baldwin y Tolly. Primero, él y sus colegas empezaron con ratones propensos a la obesidad. Ya habían alimentado a los animales, pero cuando los investigadores pusieron mantequilla en su jaula, estos la devoraron y comieron más del 25 por ciento de sus calorías diarias en una hora.

La zona que se activó en su cerebro fue el núcleo accumbens, un eje clave del centro de recompensa del cerebro, que se localiza en las profundidades del centro del cerebro. En los ratones, las neuronas del núcleo accumbens se activaban justo antes de un atracón. Cuando los investigadores utilizaron la estimulación cerebral profunda para calmar esas neuronas, pudieron evitar que los ratones comieran sin control.

Pero, ¿podría funcionar en humanos?

El grupo de científicos empezó a buscar personas que hubieran recuperado todo su peso después de someterse a una cirugía bariátrica, pues creían que podía deberse a un trastorno por atracón.

Baldwin y Tolly respondieron. Ninguna de las dos se dio cuenta de que tenía un trastorno por atracón; sin embargo, los atracones son “muy, muy comunes en las personas que se presentan para una cirugía de pérdida de peso”, aseveró Lauren Breithaupt, psicóloga del Hospital General de Massachusetts que estudia los trastornos alimentarios.

Cuando Baldwin y Tolly se reunieron con Halpern, ambas pesaban más que antes de la cirugía para bajar de peso. Los investigadores registraron impulsos eléctricos en el núcleo accumbens de las mujeres mientras comían y determinaron que las neuronas se estimulaban justo antes del atracón y que esos impulsos eléctricos estaban correlacionados con la sensación de pérdida de control de ambas mujeres. Un estimulador cerebral directo podría haber sido capaz de interceptar las señales y evitar que las mujeres quisieran darse un atracón.

Tras conectar los dispositivos al cerebro de las mujeres, los investigadores les dijeron a Baldwin y a Tolly que los activarían en algún momento durante los dos meses siguientes, pero que no les dirían cuándo. Ambas mujeres dijeron que supieron de inmediato cuando se activaron los dispositivos. De repente, dejaron de sentir un deseo insaciable de comer.

Ahora están bajando de peso poco a poco. Ambas señalan que están comiendo de un modo diferente sin pensarlo.

“No es autocontrol”, comentó Tolly. “Tomo mejores decisiones”, pero no ha empezado a comer alimentos que nunca le gustaron. “No voy a comer col rizada”.

Baldwin dijo que notó un cambio en sus preferencias alimentarias. Le encantaba la mantequilla de cacahuate y le daban ganas de comer del tarro con una cuchara. Ahora no se le antoja.

“Me acostumbré a ir a la farmacia por una receta y a desviarme a la heladería Ben and Jerry’s”, dijo.

Una vez que se activó el dispositivo, explicó, “podía ir a la farmacia y ni siquiera pensar en el helado”.

También descubrió que sus gustos cambiaron. Ahora sus alimentos favoritos son salados en lugar de dulces.

“No es que no piense en la comida en absoluto”, señaló Baldwin. “Pero ya no soy una persona con antojos”.

No obstante, ¿acaso esto demuestra que la estimulación cerebral directa puede ser la solución para las personas que se dan atracones extremos?

Breithaupt tiene sus reservas.

“Solo son dos personas”, concluyó. Robyn Baldwin, a quien se le implantó un dispositivo en el cerebro e informó que ya no sentía deseos irresistibles de comer compulsivamente, en Citrus Heights, California, el 6 de noviembre de 2022. (Andri Tambunan/The New York Times) Lena Tolly, a quien se le implantó un dispositivo en el cerebro e informó que ya no sentía deseos irresistibles de comer compulsivamente, en Sacramento, California, el 5 de noviembre de 2022. (Andri Tambunan/The New York Times)