América Latina y el Caribe enfrentan un desafío estructural frente al cáncer de mama: la desigualdad en el acceso a servicios y la ausencia de registros confiables limitan la capacidad de los países para reducir muertes y garantizar diagnósticos tempranos.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC), en 2020 la región registró más de 210.000 nuevos casos y casi 68.000 muertes por esta enfermedad, que ya es la principal causa de muerte oncológica entre mujeres.
Pese a los avances en prevención y tratamiento, las brechas entre países y grupos sociales siguen siendo determinantes. El oncólogo Salvador González Santiesteban, de la Fundación de Cáncer de Mama (FUCAM), explicó que el acceso limitado a mastografías sigue siendo una de las principales barreras, sobre todo en zonas rurales y comunidades indígenas.
“En regiones con mayores dificultades, el inicio del tratamiento puede tardar hasta seis u ocho meses, cuando la OMS recomienda que no pasen más de 60 días desde el diagnóstico histológico”, advirtió.
El especialista también señaló que las técnicas de diagnóstico avanzado, como la inmunohistoquímica o los biomarcadores, son costosas y escasas, lo que retrasa la toma de decisiones terapéuticas.
Registros incompletos y falta de políticas integrales
Para la OPS, contar con registros poblacionales de cáncer es la base de cualquier estrategia nacional eficaz. Sin embargo, la cobertura en América Latina sigue siendo baja, lo que impide medir resultados y planificar servicios.
“En México no existe aún una ley general de cáncer”, recordó González, quien subrayó que distintas asociaciones civiles impulsan la creación de un Plan Nacional de Prevención y Control Integral de Cáncer, con un registro y una red oncológica nacional.
En paralelo, la activista y sobreviviente Alejandra de Cima, fundadora de la Fundación CIMA, enfatizó que la ausencia de datos confiables y la insuficiencia de recursos públicos son obstáculos críticos.
“México destina apenas el 3 % del PIB al sistema de salud, cuando la OMS recomienda un mínimo del 6 %. Sin inversión suficiente ni infraestructura adecuada, no se pueden reducir las desigualdades”, afirmó.
Desigualdad estructural y desafíos pendientes
Las mujeres en edad productiva son las más afectadas, lo que genera un impacto económico y social profundo en familias y comunidades, advierten la OPS y la OMS.
De Cima apuntó que las mayores desigualdades en México y la región se concentran en el acceso a terapias innovadoras y en la falta de infraestructura para una atención integral.
“Resulta fundamental descentralizar los servicios oncológicos y fortalecer las redes de atención regional”, subrayó.
El reto, según los expertos, es traducir las experiencias locales exitosas —como los programas comunitarios de detección temprana en Chile, Uruguay o Costa Rica— en políticas nacionales sostenibles, con métricas claras y coordinación entre Estado, sector privado y sociedad civil.
De cara a 2040, la meta global de la OMS es reducir en un 2,5 % anual la mortalidad por cáncer de mama. Para América Latina, alcanzar esa meta implicará cerrar las brechas estructurales de acceso, financiamiento y registro que hoy definen la realidad del cáncer en la región.
Con información de EFE
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