En Israel comenzó este domingo el nuevo año lectivo y más de 2 millones de alumnos volvieron a las aulas. También aquí, como en todos lados, se combinaba la ilusión de los más pequeños al comenzar la escuela, con la decepción de quienes hubieran querido algo más de vacaciones, las alegrías de los reencuentros, las ganas de aprender y la elección del recreo o el timbre de salida, como los mejores momentos de la jornada.
Pero hay algo inaceptable y anormal en la forma en que parte de los alumnos de Israel volvieron a clase: en ómnibus especialmente protegidos, a escuelas, liceos y jardines de infantes con techos blindados a prueba de cohetes y cubos decorados dispersos por los patios, mini refugios a los que los niños ya saben que tienen que correr si comienza a sonar la alarma cuando están jugando en el recreo.
Esa es desde hace casi 20 años la realidad de los niños en el sur de Israel, muy especialmente de las comunidades civiles adyacentes a la Franja de Gaza. Es que del otro lado, la población civil palestina-a cuyos niños deseamos un año próspero, seguro y de buenas enseñanzas-está gobernada por terroristas que en lugar de apostar a la construcción de un futuro mejor para los suyos, están abocados a ver cómo arruinan el del lado israelí.
En cualquier parte del mundo, el primer día de clases suele ir de la mano de grandes expectativas, de cierto nerviosismo de los padres y por supuesto de los más chicos, más que nada preguntándose si les gustará la maestra, si estarán con los compañeros que habían elegido y otras cosas similares. En Israel, se agregan otros pensamientos: ¿alcanzarán a resguardarse si suena la alarma súbitamente? ¿se sentirán seguros si eso les ocurre cuando no están en casa?
Años atrás, cuando se intensificó el disparo de cohetes desde Gaza hacia Israel, los primeros edificios para los que se construyó una protección especial, fueron las escuelas y jardines de infantes. Suelen ser de colores, por razones obvias. Al igual que esos cubos protectores a los que se decora con todo tipo de dibujos, para ayudar a lidiar con la tensión y para no arruinar el paisaje.
Los niños volvieron a clase tras un verano en el que fueron varios los días con alarmas por cohetes, intentos de infiltración de terroristas armados desde Gaza a territorio israelí.
Especialmente dramáticos resultaron días atrás, en la últimas semana de clases, el disparo de cohetes hacia la ciudad de Sderot, justo cuando miles de personas participaban en un evento musical al aire libre. Las escenas volaron por las redes, especialmente de los momentos en los que la batería anti misiles Cúpula de Hierro interceptó a uno de los cohetes en el aire, justo sobre la multitud en el festival. Segundos antes, al sonar la alarma, la multitud comenzó a correr despavorida, no había lugar para tanta gente en los cubos protectores, niños se perdieron de sus padres, padres se tiraron al piso sobre sus hijos para protegerlos, y el miedo se sintió hasta cuando se interceptó a uno de los cohetes, ya que trozos podían caer sobre la gente y ser letales.