.
La actriz argentina protagoniza un homenaje al escritor Mario Benedetti a diez años de su muerte
Alejandra Darín es de Géminis. No es una gran seguidora del horóscopo, pero sabe que su signo se define por la multiplicidad de intereses. Y se siente identificada. Ama el arte, la música y el cine. También se fascinó con otras carreras. De niña, pensó en seguir por lo menos cuatro profesiones. Quería ser veterinaria, psicóloga, pintora, bailarina o escritora. Pero eligió una profesión que es herencia familiar: la actuación. Sus padres, Ricardo y Roxana, eran actores de radioteatro, esos programas que entretenían a los oyentes antes de la televisión. Su hermano mayor, Ricardo, es uno de los actores y directores argentinos más importantes de su país. Ella no se quedó atrás; trasladó esta tradición familiar a una carrera marcada por papeles en telenovelas, cine y teatro. "Todos compartimos el amor por el arte. Para mí, la vida es magia. Nuestra familia se corresponde con esa magia", cuenta. Y parece que esa magia también se contagió a la nueva generación: sus hijos y su sobrino, el Chino Darín, son actores. "No es normal, pero nosotros nos reímos", dice.
A los 57 años, y tras décadas de carrera, Alejandra mantiene la agenda ocupada. Ahora se sube a los escenarios para homenajear a Mario Benedetti en A la izquierda del roble. Dice que su generación estuvo marcada por la pluma del escritor, y recuerda con cariño los poemas que se aprendió de memoria en su adolescencia. Siente melancolía cuando lo nombra sobre el escenario. Esta obra de teatro, que mezcla poemas con imágenes y canciones, llega a una década de su muerte. Y es la vuelta de Alejandra a Montevideo con dos funciones en el Teatro Solís. "Hay obras que te dejan agotada, que te cansan. Esta me hace feliz porque es familiar a mi oído. Crecimos con su trabajo", cuenta. La pieza se presenta el sábado 14 y domingo 15.
¿Cómo recuerda a Mario Benedetti?
Mi vida estuvo atravesada por la poesía de Benedetti. Yo entré a reemplazar a María Fiorentino y ella en su momento decía que se sabía de memoria A la izquierda del roble. Yo le pregunté si podía cambiar, porque lo que me sabía era Táctica y estrategia. Me lo aprendí en mi adolescencia, que estuvo marcada por sus textos. Eran representativos de mis emociones. Nunca imaginé que iba a terminar leyendo sobre el escenario los poemas que me aprendí de memoria en mi cuarto.
Tu carrera como actriz estuvo atravesada por el teatro. ¿Qué encontrás sobre los escenarios?
Es un espacio único y maestro. Es como si tuviera una zanahoria delante que me indica el camino. De la estructura del teatro se aprende mucho, es un trabajo colectivo, es más importante escuchar lo que dice el otro, uno puede decir mejor a partir de esa escucha. Sabemos que en estos tiempos vamos a presenciar un desarrollo de la idea de que el otro es tan importante como uno mismo. Y el teatro lo dice hace siglos. También me gusta filosofar con los personajes. Me gusta que sea práctico, pero encontrarle un sentido. Para mí, el teatro es una vía para entender las cosas. Es un anhelo que siempre tengo y que es imposible.
¿Entonces aprendés con tus papeles?
Claro. Yo siempre digo que los personajes llegan en el momento adecuado de la vida. A veces pienso qué tendrá que ver tal personaje conmigo, pero siempre le termino encontrando un sentido. El teatro enseña, es mi gran maestro. Enseña en lo emocional, en la estructura. Entonces, cómo se puede entender que un montón de personas -público y trabajadores- nos agrupemos juntos para contar una historia. No nos pertenece a ninguno, pero hay una gran posibilidad de que nos veamos reflejados, nos emocionemos. A través de esa emoción se cuestiona o entiende algo. El teatro sucede al mismo ritmo de la vida. Y esa es una enorme diferencia con el cine o la televisión. Ahí se puede corregir, ir para atrás, editar una parte. Acá todos trabajamos en lo que sabemos -o creemos que sabemos- hacer y es un intercambio con el público.
Las primeras décadas de tu carrera estuvieron marcadas por las tiras argentinas. ¿Por qué te alejaste de la televisión?
Yo trabajo desde chica y fue en la televisión donde encontré que tenía mayor posibilidad en una época donde se hacía mucho. También coincidía con la edad que tenía. La televisión era más fácil y sentía que para hacer teatro tenía que pasar un milagro enorme. Es un error que cometemos las personas cuando somos jóvenes por la educación que recibimos y que está mal. Nosotros tenemos una educación que dice: "No, formate, preparate, estudiá". En el arte aprendés las herramientas y tenés que mandarte. No soy muy amiga de los estudiantes eternos, el teatro se hace con la gente enfrente. También me pasó que la televisión cambió. Ya no me divertía. Hubo un cambio muy grande en la pantalla con la llegada del programa de Marcelo Tinelli y sus bromas.
¿No te hacían reír?
Nunca me causó mucha gracia. Es más, me parecía bastante cruel. Entendía que a alguien le pudiera causar gracia, pero destruir un auto y hacerte pasar una situación de mierda no tiene sentido. Fue una mezcla de cómo se hacía la televisión -que tuvo un alto impacto en la ficción- y cómo me sentía con eso. Empezó a ser más importante poner un programa de chimentos y decir quién se acostaba con quién. Cambió con el minuto a minuto. Vos como actriz necesitás tu libro, tu personaje, y ya no tenías tiempo para eso. No es cualquier cosa y cómo venga.
¿Todavía lo ves así?
A tal punto llegamos al día de hoy que ahora un pibe o piba que está buscando trabajo como actor tiene que decir cuántos seguidores tiene en su cuenta de Instagram. Entre uno con formación y otro que no la tiene prima más lo segundo. Es la cosa superflua, rapidito y salgamos corriendo.
Hace ocho años que sos la presidenta de la Asociación Argentina de Actores. ¿Esos son los mayores problemas que ves desde tu lugar?
Nosotros tenemos una lucha diaria por la protección y la vigencia plena de los derechos que adquirimos en estos 100 años del sindicato. También estamos moviendo la Ley del Actor, que salió con Cristina Kirchner y este gobierno la reglamentó -por no tirarla abajo- a favor de los empresarios. Y estamos trabajando en las cuestiones de género. Hace dos años tenemos una comisión y venimos trabajando con un protocolo para que se apruebe en el cine, el teatro, la televisión, la publicidad y el doblaje. No es fácil. Tenemos que discutirlo con cada rama. Algunas, como el teatro, ya nos han dicho que sí. Pero todavía nos faltan otras. Siempre hay áreas que tienen más visión hacia dónde va el mundo. Dentro de la publicidad, por ejemplo, hay gente que no nos quiere y otros que sí.
La actuación atraviesa tu familia. ¿Cómo lo viven?
Es algo que nos une, compartimos el amor por el arte. Para mí, la vida es magia, siempre fue magia. Y nuestra familia se corresponde con esa magia. Por eso me gusta filosofar y encontrar un porqué a todo. Me gusta tratar de encontrar cuál es la trampa. Eso me divierte. Me motiva ver los resortes que nos mueven a las personas.
¿De ahí surge tu militancia?
Siempre hice una militancia en solitario hasta que llegué a (la Asociación de) Actores. Nunca pertenecí ni estuve afiliada a ningún partido político. No soy religiosa. Te puedo llegar a discutir hasta el término de mujer, porque creo que todos somos personas. No importan la edad ni el sexo. Todos tenemos características preciosas y vinimos acá a desarrollarlas. Lo que pasa es que somos tan irrespetuosos con los otros que necesitamos agruparnos para ser más fuertes. Yo nunca tuve esa necesidad. No me importaba mucho quién estuviera de un lado o del otro. Después, con el tiempo, aprendí a que sí importa. No hay que ser ingenuo. Está bueno ser inocente y conversar, pero no está bueno ser grande e ingenuo.
¿Te sentías ingenua?
Sí, todavía me pasa. Y me cuesta que se entienda. Por eso tomé algunas medidas. Igual sigo creyendo en esto de no pertenecer a ningún lado ni tener una nacionalidad. Sí soy argentina y adoro mi país, pero para mí, tendríamos que ser ciudadanos del mundo. No me causa mucha gracia que me pidan setecientos papeles. Ya sé que es demasiado utópico. Pero tener una visión más abierta es importante. En el peor de los casos, ser mujer, ser vieja, ser joven, ser lo que quieras te limita. Yo, para pertenecer a este grupo, tengo que dejar afuera otras cosas. Y tengo muchas cosas en común con el que creas que está más lejos de mi vida.
Decís que no sos religiosa pero en una entrevista contaste que tu padre es tu religión. ¿Por qué ocupa ese lugar?
Uno tiene que depositar la fe en algún lado. Tenemos una angustia absoluta porque sabemos que somos finitos y que se termina acá. Esa angustia la tenemos que meter en algún lado, porque nos da miedo. No puedo ser religiosa porque creo que una tacita de café es eso. Me cuesta imaginarme otra cosa. Pero sí tengo en mi casa una virgencita que me regalaron cuando mi hijo tenía cinco años y tenía neumonía. Me la trajo un chico y le entré a rezar. Mi hijo zafó y todavía guardo la virgencita a la entrada de casa. Otros depositan la fe en los partidos (políticos), creen que los van a salvar y que hay un futuro por ellos. A mí no me pasan ninguna de esas cosas y lo más cercano es mi padre. Tenía un par de frases que se convirtieron en mi guía. Es una mezcla de cosas suyas y leídas. Te decía que para todo tipo de males hay dos remedios: el tiempo y el silencio. Y en latín: la simplicidad es el sello de la verdad. Sé simple. Esas dos frases tienen un sentido y no fallan. Las puse a prueba. Y las creo.


%%NNotComUsrRegNick%%
%%NNotComFechaHora%%
%%NNotComTexto%%