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URUGUAY Y LOS PARADIGMAS DE CORRUPCIÓN

Recordando a Luis XVI

¿Cómo hará Tabaré Vázquez para terminar con la corrupción lisa y llana, o los abusos?

Por Carlos Santiago (*) Uno de los temas recurrentes, de abordaje inminente, es el de la corrupción que, sin duda, abrirá varios capítulos en el compendio histórico que se realizará algún día sobre los primeros tiempos de la acción de nuevo gobierno. La curiosidad existe en todos: ¿Cómo hará Tabaré Vázquez y su elenco de colaboradores comprometidos con el cambio para terminar con los abusos, los privilegios, las complicidades, la corrupción lisa y llana y el delito contra los intereses del Estado? En Uruguay, desde hace muchas décadas se fue estableciendo un tejido de complicidades con la corrupción que tiene diversa entidad pero que, en ningún caso, puede ser tolerada. Hay cómplices políticos, que por razones de amistad, cobardía o conveniencia no atacaron de frente y con fuerza los focos de corrupción que han aparecido en muchas dependencias estatales y, más allá de eso, en todas las zonas en las que poder tuvo injerencia y cabida. Muchos actos de corrupción fueron ignorados, pese a ser denunciados por los organismos correspondientes (Tribunal de Cuentas, Auditoria Interna de la Nación, etc.), y no dejaron de estar presentes en la realidad uruguaya en la que sobrellevamos, además, una sorprendente pasividad parlamentaria ante algunas enormidades, como la impulsada por nada menos que el presidente de la Asamblea General Legislativa y Vicepresidente de la República, de archivar miles y miles de expedientes en los que el principal organismo de contralor (Tribunal de Cuentas), observó trámites, pero también denunció violaciones al TOCAF y se explayó sobre la legalidad de acciones, como por ejemplo la famosa mega concesión o la ininterrumpida realización de contratos de obra. ¿Cómo es posible que en este país el gobierno acepte sin mayores comentarios que organismos oficiales como los bancos del Estado, no tengan sus balances al día? ¿Qué no se conozca el número de empresas que funcionan en régimen privado, pertenecientes a entes del Estado, ni tampoco sus balances, ni en torno a ellos nadie exija que se cumpla con la ley que determina la publicación de los mismos en el Diario Oficial? Claro, parece de Perogrullo, que se plantee la publicación de balances que no existen porque tampoco es de interés de los jerarcas de turno que se conozcan algunas realidades. Podríamos seguir infinitamente hablando de aspectos administrativos, cuestionados por el Tribunal de Cuentas, que siguen sin ser atendidos por la asamblea legislativa, hecho en que además existen muchas otras responsabilidades. ¿El lector recuerda, acaso, planteos concretos de legisladores al respecto? ¿Y los contratos de obra? ¿Y los sueldos de una insolencia pecaminosa que se auto pagan directores de bancos estatales que funcionan dentro del régimen privado, que en su momento fueron superiores a los del presidente de la nación más poderosa del planeta? Decimos sueldos insolentes y pecaminosos en el Uruguay, o mucho peor, si los comparamos con los que obtienen por el trabajo, esencial para el país, que realizan los docentes, tanto de primaria, secundaria, como la Universidad de la República, que también dependen del Estado que, obviamente, mide con dos varas totalmente distintas a algunos, por un lado (los privilegiados), y con otra, a la mayoría de los trabajadores estatales. Pero sigamos recordando: ¿Qué ocurrió con la denuncia de que cientos de computadores desaparecieron de ANEP, durante el marco de esta misma administración? Por supuesto que el manto del olvido coronó todo un proceso que, de ahondarse, podría haber desembocado en la justicia penal. ¿Cómo es posible que los balances que debiera presentar la delegación uruguaya a la Comisión Mixta de Salto Grande ante los organismos de contralor, sigan siendo uno de los misterios más insondables de nuestra administración? ¿Qué ocurre con ese verdadero agujero negro en que se convirtiera la Corporación Nacional para el Desarrollo? Antes del año 30, cuando los gobernantes, legisladores y jueces aceptaban la función pública como una carga , Uruguay era un país modesto pero próspero. Claro, las condiciones internacionales eran otras y la globalización no era todo lo voraz y sangrienta que es ahora. Aun así, existieron factores coyunturales basados en la exportación y en la facilidad natural de las condiciones agropecuarias que permitían vivir en un país con estabilidad y con un cierto principio de tendencia a la igualdad. Decimos tendencia porque igualdad no había. También recorriendo un camino dirigido a la equidad o a la búsqueda de ella. El modelo de José Batlle y Ordóñez fue algo de eso. Sus logros en materia de seguridad social, el desarrollo de las empresas de servicios públicos, a través de las nacionalizaciones, aggiornaron al país y lo convirtieron en lo que alguien alguna vez se llamó la Suiza de América . Por supuesto que hubo otros hechos de corrupción gigantescos en el país, Recordemos los crac bancarios, las ventas de carteras y otras lindezas que deberemos rememorar siempre para no perder la memoria y guardar indelebles hechos y experiencias. No olvidemos la famosa infidencia , el tema de las cajas negras , etc. Pero, más allá de esos hechos puntuales, debemos decir el principal engendro de la corrupción, para su generalización a toda la administración, se comenzó a gestar en el período dictatorial. Empezó a desarrollarse un tejido de corrupción y de complicidades que se prolonga hasta hoy, paralelo al cual hubo omisiones legales de todo tipo, en un dejar pasar que inclusive envuelve a muchos estamentos de los cuatro gobiernos post dictadura. No hubo decisión alguna de parte de los sucesivos presidentes de la República y de los miembros de los partidos gobernantes, para deshacer ese tejido putrefacto. Algo nada fácil, lo entendemos, ni que pueda hacerse de un día para el otro porque donde se disipa una infección al día siguiente aparece otra. Especialmente luego de la introducción en el período dictatorial de la filosofía neoliberal y su modelo económico, que hizo de la obtención de dinero el logro central del desarrollo de los individuos. En más de una ocasión hemos incursionado en este tema. El modelo impuesto por el neoliberalismo sirvió para modificar los paradigmas de la sociedad, valiendo en lo cotidiano más la ostentación de la riqueza que otros elementos otrora esenciales, como otros valores que pasaron a estar en desuso. Importó la cuenta bancaria, el modelo del automóvil, pero quedó de lado ser buen padre de familia . Términos como austeridad, decencia, honradez, recato, probidad, moralidad, etc., se convirtieron en material de estudio y no de aplicación. Con ello no debemos generalizar al barrer, pero es bueno entender que la honestidad, por ejemplo, no puede estar atada a una red de compromisos y complicidades no solo de orden económico sino también de orden político que impulsan una manera de encarar los problemas que podemos definir como de excesiva cautela . En definitiva, una red que en lo objetivo determina la demora en la acción en contra de situaciones socialmente malsanas que se deberían desaparecer, cortándolas de raíz. Muchos hombres probos , intachables en lo personal, al ahondarse muchas veces el análisis, aparecen como más amigos de sus amigos que enemigos de la corrupción. Si los últimos cuatro presidentes de la República hubieran querido desenmascarar a los corruptos lo podrían haber hecho. No es tan difícil llegar al fondo de la verdad cuando se tiene en las manos el poder. Ahora no cabe duda que en la cabeza del presidente electo y de su elenco de colaboradores está la decisión el poner fin a lo que sigue ocurriendo en nuestro Estado. Pretenden colocar un dique de contención a la pasmosa situación que, al profundizarse alguna denuncia periodista, alarma o mucho más que eso: muestras las carencias éticas existentes en una sociedad que, en razón de los focos de corrupción, se desangra. Nadie ha desmentido, por ejemplo, la multiplicidad de situaciones que tienen como centro del escándalo al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde de acuerdo a lo afirmado se modifican legajos, otros desaparecen, se realizan tareas de encubrimiento, todo ello para que la futura administración tenga dificultades para encontrarse con la verdad de los privilegios, por no llamarlos de otra manera, que, al parecer, son moneda corriente en el servicio exterior. No solo existe la decisión proclamada del gobierno electo sino la voluntad popular de que se comience a recorrer un camino que, parece, ineludible. La limpieza total no es tan fácil especialmente cuando se debe realizar, sin vueltas, a través de las instituciones, respetando los derechos de todos. Sin embargo nadie aceptaría que en el diario de situación del nuevo gobierno alguien escribiera lo que Luís XVI estampó el día de la Revolución Francesa. El 14 de Junio de 1789 escribió Aquí no pasa nada . Es una famosa historia, ¿no? No nos parece que por estos tiempos ocurra algo parecido a esa negación de la realidad. El agua que ha traspasado los puentes es mucha, la proclamada política del gobierno electo de combatir la corrupción, nos parece, una decisión verdaderamente esencial. Además, porque lo podemos probar nunca la historia deja esas negaciones, como la de Luís XVI, sin su merecido castigo. (*) Periodista, secretario de redacción del diario LA REPUBLICA y del suplemento Bitácora. Montevideo. Uruguay.