Seré curioso

Seré Curioso

Diego Pérez: “Yo no copiaría nada de lo que hice en tenis de los 9 hasta que me retiré”

Le ganó al número 1 del ATP, llegó en bici a Roland Garros, estuvo 10 días en el Vilardebó. Y hace 20 años está al frente del Uruguay Open.

07.10.2021 10:11

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2021-10-07T10:11:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti           

Dice Diego Pérez Burín (59) que de chico nunca se preocupó por pensar qué quería ser cuando fuera grande. Quizás porque “nació” con una raqueta en la mano, exagera. A los 4 años su padre le mandó a hacer una por un carpintero. Hijo y sobrino de campeones nacionales de tenis, su sino -tal vez, especula- estaba marcado: sería tenista. Por eso, cuando le avisaron a su madre que Dieguito perdería el año en el liceo, pensó en el tenista argentino de pelo largo y vincha que había visto en El Gráfico y le dijo que jugando a ese deporte podría ganar dinero

Su padre murió treintañero en un siniestro de tránsito, y unos años después, su mamá se exilió en España junto a su pareja, un pediatra “intelectual de izquierda”, Diego y sus hermanos. Allá pasó del ocio y la abulia total a una señal (una más) del universo: un vecino lo recomendó con un tal Conde de Godó, y este gentilhombre de alcurnia lo recomendó en el prestigioso certamen catalán que lo recuerda con su nombre. Entrenó, compitió con los mejores y la Federación Española quiso que defendiese a la roja en Copa Davis. El adolescente Pérez rechazó el convite: no se cortaría el pelo, ni jugaría por España. 

La carrera tenística de Diego Pérez incluye ganarle al estadounidense Jim Courier (entonces #1 del mundo) tras comerse dos salchichas alemanas en un receso, derrotar a una juvenil promesa llamada Boris Becker, jugar borracho tras bajarse un tuvo de pelotas lleno de cervezas para evitar calambres (“perdí, pero no me acalambré”) y llegar sobre la hora y en bicicleta a un partido definitorio de Roland Garros. Antes, cuando el muchacho pintaba bien, estuvo detenido una noche en una comisaría y fue internado en el Vilardebó por haber fumado marihuana.

Dice Pérez que sus amigos Yannick Noah, John McEnroe o Mats Wilander -cuando se relajaron y dejaron a un lado el profesionalismo- siempre lo eligieron para compartir “una birra”, porque saben que él es divertido.

El hoy empresario del tenis dirige el Uruguay Open, el certamen de tenis nacional más afamado del país, que en noviembre celebrará 20 años. Promete que será todo un acontecimiento que, además de un tenis de gran nivel, contará con música en vivo, juegos y foodtrucks. Luego dirigirá el torneo femenino Montevideo Open, que reparte 125.000 dólares en premios, y se prepara para la novena edición de Tenis para Todos, el proyecto de responsabilidad social empresarial que junta chicos de Carrasco con gurises que viven en hogares del Inau, todos reunidos en canchas de polvo de ladrillo con una red en el medio y raquetas en la mano.  

  "Cuando le dije a mi madre 'quiero jugar al tenis' no era que yo estaba en un gran nivel y me lo tomaba re en serio. No… Estaba en mi peor momento tenístico y tenía poco interés. Pero fue una salida"

-¿En qué momento te diste cuenta que te ibas a dedicar a la práctica profesional del tenis? Es decir, que iba a ser tu modo de vida.

-Yo creo bastante en el destino, y en el camino que te muestra el universo… Antes lo veía como una casualidad, pero después pensás: “No hay casualidad. Mi padre fue campeón nacional de tenis, después fue mi tío, mis primos también jugaban”. Jugué tenis competitivo desde chiquito, me destaqué en infantiles, después en menores.

¿Cuándo decidí jugar al tenis profesionalmente? Cuando a los 15 años estudiaba en el liceo Suárez y la madre de (José Luis) Damiani, Marina Cerdeira, que era la directora del liceo (y ex campeona nacional de tenis), llamó a mi madre, a quien conocía, y le dijo: “Diego va a perder el año”. Primero por faltas, porque yo iba a los torneos sudamericanos y faltaba varios días, eso sumado a las pocas ganas que le ponía al estudio. Entonces, iba a perder el año. Ahí, bajando la escalerita del Suárez, le dije a la vieja, que estaba desesperada: “Vieja, yo quiero jugar al tenis”. Me miró como diciendo “¿me estás jodiendo?”. “No se puede ganar plata jugando al tenis”, me dijo. Y le contesté: “Yo vi a un loco, Guillermo Vilas, en una revista deportiva que se llama El Gráfico, y él gana plata jugando al tenis”. Fijate que no es como ahora que todo el mundo sabe que el deporte maneja mucha plata. Ahí recién arrancaba el tenis profesional, y es algo para algunos pocos. Recién arrancaba el ránking ATP y eso de sumar puntos, y ganar plata.

-¿Es cierto que tu madre te daba sólo 25 dólares para una gira de un mes y allá ibas vos con tu raqueta a competir por un mes?

-Algo así. Esas son las cosas que me han formado de chico, y me han hecho un bien tremendo: “Andá hijo, hace lo mejor que puedas, esto es lo que puedo darte ahora”. Ojo, no era que no tuviéramos para comer, pero cuando yo me dediqué a jugar al tenis, nos fuimos a vivir a Barcelona, y arrancamos de cero.

-El fallecimiento de tu padre, siendo vos un niño de 9 años, fue un duro golpe. ¿Afectó la práctica del tenis? ¿Dejaste de competir por no estar bien de ánimo?

-Me afectó todo, aparte tenía 33 años mi viejo cuando murió en un accidente de tránsito. Él era escribano, le estaba yendo muy bien, y jugaba al tenis y le iba bien. Pero para el tenis lo que me afectó más fue cuando nos mudamos a Pocitos. Ponele que de los 11 a los 14 años, años de formación, cuando necesitás tomártelo más en serio, me empezó a embolar tomarme el 104 para venirme de Pocitos a Carrasco, que demoraba una hora, empecé a hacer amigos en Pocitos, y ahí perdí tres años importantísimos. Casi que no competí en esos años, y cuando había clasificación a un Sudamericano, le sacaba la telaraña a la raqueta y venía a jugar. Y sin entrenar mucho, igual me rebuscaba, y clasificaba. Entonces, viajaba.

Por eso cuando le dije a mi madre “quiero jugar al tenis” no era que yo estaba en un gran nivel y me lo tomaba re en serio. No… Estaba en mi peor momento tenístico y tenía poco interés. Pero fue una salida.

-¿Cómo lograste que te probaran en la Real Federación Española?

-Bueno, al llegar a Barcelona el marido de mi vieja tenía que conseguir laburo, mi vieja ver qué iba a hacer, mis hermanos empezaban a estudiar y yo perdía el tiempo. Lo del tenis mío era casi un capricho. Pasaron unos meses y yo no hacía un carajo. Y después de varios meses el universo me dio otra señal. Era la inauguración del Mundial de Argentina ’78, nosotros teníamos tele en blanco y negro y el vecino tenía una tele a colores. Entonces le golpeamos la puerta, a ver si podíamos ver la inauguración a colores. Y el flaco empezó a preguntarnos qué hacíamos en España, cuando llegó mi turno, dije: “Yo quiero jugar al tenis”. Y entonces me dijo: “Creo que puedo hacer algo por ti”. Me dijo que tenía como conocido al Conde de Godó. Yo pensé: “¿Existen los condes?”. Conde de Godó se llama el torneo de Barcelona, un torneo que lleva 50 años y hace años lo gana (Rafael) Nadal.

A los tres días tenía una carta firmada por el Conde de Godó -¡un crimen no tener esa carta!- donde decía que por favor me dieran una prueba. De nuevo le saqué la telaraña a la raqueta, me tomé un bondi y allá fui. Me pusieron un día para ir a jugar, y fui. No había visto tantas canchas de tenis juntas, llenas de gurises entrenando. Me dio unas pelotas, llamó a un Juancito y nos dijo: “Vayan a jugar a la cancha 31”. Fui, peloteamos tres minutos y arrancamos. Me habían tirado con un carozo accesible y le gané 6-2, 6-1, ponele. Al volver a la administración me pregunta: “¿Cómo te fue?” “Bien, 6-2, 6-1”. “Muy bien, vuelve mañana”. Y así me iban poniendo mejores rivales, yo iba ganando y jugaba más cerca de las canchas donde estaba la “cocoa”. Terminé entrenando ahí, jugando con los mejores, me consiguieron raquetas (ya tuve que dejar de comprarlas).

Yo lo primero que había hecho era dejarme el pelo largo, por esa rebeldía de que acá en el liceo no podías tener pelo largo. Aparte, Vilas tenía el pelo largo, Borg tenía el pelo largo. ¡Eran rockstars! Y esa aventura siguió hasta que en un momento citaron a mi madre y al marido, y fuimos a la Real Federación de Tenis. “Estamos muy contentos contigo, te vemos un gran futuro. Pero hay dos cosas”, le dicen a mi madre. “Primero, nos gustaría que se corte el pelo, y segundo, queremos que juegue para España”. Yo lo miré, y le dije: “Primero, es imposible que yo me corte el pelo. Y segundo, es imposible que yo juegue por España”. No sé si tomé una buena decisión o no, pero nunca me arrepentí.

-Entonces empezaste a anotarte en torneos por las tuyas, y tu vieja te financiaba con poco dinero…

-Claro. Yo le decía: “Vieja, me inscribí en cuatro o cinco torneos, uno en Elche, otro en Andalucía, otro en Galicia”. “¿Y cómo vas a pagar todo eso?” Me daba 25 dólares, con eso me pagaba el tren, algún sándwich y compartía habitación con otros cinco. Y fue así. Pero eran torneos por dinero, entonces si ganabas, ganabas plata. Empecé a ganar partidos, y así ganaba un pesito acá, un pesito allá, y tiré un mes y medio así. Y cada un par de semanas gastaba en una llamada y le avisaba que estaba bien.

-Me consta que hiciste muchas cosas a pulmón, a veces durmiendo en algún banco de plaza…

-Eso de dormir no fue por no tener plata. En las estaciones de trenes, donde yo pasaba mucho tiempo, estaba lleno de mochileros. Yo tenía 18 o 19 años. Entonces en una conocí a una italiana, y me preguntó: “¿Dónde te vas a quedar?” “No tengo idea”, le dije. “Quedate con nosotros”, me dijo. “Nosotros tenemos carpa. Vamos a dormir en el parque”. “¡Buenísimo!”, le dije. Yo la quería conquistar, estaba divina la italiana. Estuve tres meses con ella viajando. Y por eso dormía en una carpa con ella, en un parque. De madrugaba nos sacaba el guardaparques: “¡Aquí no podéis quedaros a dormir!”

"El tenis es muy parecido que la crianza de los hijos: si vos criás a tu hijo dándole todo, que no tenga que hacer el mínimo esfuerzo para conseguir algo, no sabrá lo que es el sacrificio, no estará preparado para salir a luchar"

-En un perfil de Jorge Señorans en El Observador dijiste que al tenista profesional de hoy le falta el "hambre" de salir a pelearla. "Muchas carreras se arruinaron en todo el mundo por haberles dado demasiado", dijiste. Ampliame este concepto.

-Esto es muy parecido que la crianza de los hijos: si vos criás a tu hijo dándole todo, que no le falte nada, que no tenga que hacer el mínimo esfuerzo para conseguir algo, estás criando a alguien que no sabrá lo que es el sacrificio, que no estará preparado para salir a luchar las cosas. Yo le agradezco al tenis y todo lo que he vivido eso: poder vivir esas experiencias, tener que salir a pelearla. Entonces, en la cancha vos tenés otra actitud. Otra cosa es cuando ves que al otro le dan todo, y al mínimo viaje le dan 2.500 dólares. ”¿Entonces para qué me voy a esforzar, si igual me dan dinero y me dan todo?” Eso pasa en las federaciones que tienen grandes recursos. Ves que a los jugadores ya de chicos los meten en un centro, le dan preparador físico, un entrenador, le dan un psicólogo, nutricionista, y dinero para irse de gira a jugar. Y muchas veces están tan malcriados, tan mimados, que se cansan antes, y terminan dando clases de tenis en algún lugar y no compitiendo a alto nivel.

-Te salió caro ser campeón sudamericano juvenil en Bogotá. Volviste a Montevideo para hacer prensa y terminaste preso. ¿Cómo fue eso?

-Jajaja, esa fue graciosa. Me puse a entrenar unos meses con la federación española y despegué en cuanto a nivel. Era la categoría de 16 años (cadetes), fui y gané el Sudamericano en Colombia. La Asociación de Tenis se avispó y dijo: “Antes de que se vuelva a España, traigámoslo, para hacer prensa”. Llegué a Montevideo con el pelo largo, mis suecos, pantalones Oxford y un arito. Al otro día salí a página entera en El País. En eso llamé a un amigo de la infancia y me dijo: “venite para casa”. Fui a la casa y me dijo “vamos a dar una vuelta en el auto de la abuela”. Teníamos 16 años, pero igual manejaba y le agarraba el auto a la abuela. Salimos y lo primero que hicimos fue ir a ver a las chicas a Bulevar Artigas. No duramos ni cinco minutos ahí, porque llega un patrullero y pide que nos bajemos con las manos en alto. Nos llevan a la comisaría y me agarraron de punto: “Ay, tenemos al campioncito sudamericano”, “mirá el trolín este, con el arito y los suequitos”. Me alquilaron toda la noche.

-Lo que es difícil de entender es cómo terminaste internado 10 días en el Vilardebó sólo por haber admitido que habías fumado marihuana...

-En verano, yo venía de España para acá y dormía en unas camas que había debajo de estas canchas, donde ahora hay oficinas. Había Copa Davis, torneos juveniles, entonces venía y dormía en esos cuartitos acá en el Carrasco Lawn. En un momento me llama la madre de un amigo diciéndome que había una de las “chanchitas” verdes preguntando por mí. “Venite para acá porque no quieren armar mucho revuelo ahí”. “¿Pero por qué?”, pregunté yo. “Por el tema de la marihuana”, me dijo la madre de mi amigo. Yo no entendía nada, fumaba un porro una vez cada meses. Éramos ocho, nos tomábamos un bondi al centro porque había uno que tenía, solo para pegarle una pitada. Resulta que habían encontrado a 10 personas fumando porro en una playa de Atlántida, de ahí averiguaciones, y torturas (picana y todo). Le preguntaban “¿y con quién fumás vos?”, y si había dos flacos que daban un mismo nombre, a ese lo iban a buscar. Preguntando, llegaron a mi grupo y nos fueron a buscar a todos.

Nos tuvieron tres días. Tuvimos leves torturas, pero torturas al fin. Había un policía que gritaba: “¡Los vamos a agarrar a todos estos pendejos, oligarcas de Carrasco!” Llegamos, nos pusieron una venda y contra la pared, y así 24 horas. Te caías y te levantaban. A las 14 horas te interrogaban: “¡Contá!”. “¿Qué cosa?”. “¡Con quién fumaste!”. Bueno, uno contó que había traído unos fasos una vez, bueno, los que eran mayores, a la Cárcel de Canelones por un mes. Yo era menor, me llevaron al Vilardebó para desintoxicación. Estuve 10 días solo en el Vilardebó.

Aterricé en un pabellón y tenías 100 camas, filas enormes de camas. Llegué a la que estaba libre y me puse a conversar con el de al lado, que parecía bien. Me dice: “Yo tuve mala suerte”. “¿Qué te pasó?”, le pregunto. “Iba por la calle, vi una mina por una ventana, la mina estaba buena, y entré a la casa. Yo siempre ando armado. Y la mina no sé qué, y la maté”. “Pah, qué mala suerte”, le digo. Después supe que fue un caso conocido. Con ese, fuera de la locura que tenía, se podía intercambiar. Yo me estaba volviendo loco ahí… Una vez sola mi abuela me visitó y me llevó un pollo y un arroz con leche, y tuve que compartir con todos. Era deprimente lo que se veía o lo que escuchabas. Mi madre nunca se enteró de todo esto, ella seguía en Barcelona.

Un día le pedí a mi abuela que me trajera una raqueta, para no aburrirme. Me la trajo, y empecé a pelotear contra una pared, yo solo. Y se fue juntando gente atrás mío, y exclamaban “¡Uuuuh! ¡Uuuuh!”, al final eran como 300 gritando “¡uuuuh! ¡uuuh!” cada vez que yo le pegaba a la pelota contra el frontón. En una dije: “¿Alguien quiere jugar?” y saltaron todos a la cancha. Hoy me río de todo eso… El presidente de la Asociación de Tenis era un coronel, movió sus contactos y a los 10 días me sacaron.

"Tuvimos leves torturas. Había un policía que gritaba: '¡Los vamos a agarrar a todos estos pendejos, oligarcas de Carrasco!' Nos pusieron una venda y contra la pared, así 24 horas. A las 14 horas te interrogaban: '¡Contá! con quién fumaste!'". 

-Vayamos a la cancha. En 1985 le ganaste 6.3, 6-1 a Boris Becker, que ya era una figura en ascenso...

-Con 17 años era una bestia. El loco gana el torneo previo a Wimbledon, en césped, y la gente ya decía “mirá el pendejo este”. Después gana Wimbledon. Y después tenían Copa David en Alemania y les ganaron a los estadounidenses. De ahí fue a su ciudad y recorrió la ciudad en el carro de Bomberos. Al siguiente torneo, me toca enfrentarlo en la primera vuelta. Todo el mundo del tenis había puestos los ojos en él, y yo lo había visto por la tele. En el 85 yo tenía 23 años.

Empezó el partido, gano el primer set y empezó algo insólito: el dueño del torneo, Ion Tiriac (ex tenista rumano y luego gran empresario, ex manager de Vilas) muy importante, se acerca al juez de silla. Claro, yo le estaba ganando al tipo que le podía hacer vender todos los billetes. Le gané el primer set (a Becker) y cuando estaba por comenzar el segundo, Tiriac cruzó la cancha, se acercó al juez de silla, le dijo algo al oído y el juez dijo que se suspendía el partido por mal clima. Estaba un poco húmeda la cancha, pero ya se había jugado durante ocho horas con esa humedad. La gente se dio cuenta y empezó a tirar almohadoncitos. ¡Quedó la cancha tapizada de almohadones! Me fui al vestuario y a los minutos vi al loco llorando, pobre… Yo lo entiendo, si yo pudiera hacer eso cuando está perdiendo (Pablo) Cuevas acá, lo haría, jaja. Pero quedaría un poco mal, se notaría. Con Becker, retomamos al otro día y le gané. El flaco no pudo embocarla en la cancha. Le gané en 10 minutos.

-En 1992 le ganaste al número 1 de entonces, el estadounidense Jim Courier, y tras clavarte dos salchichas alemanas en el vestuario mientras el partido estaba suspendido por lluvia. ¿Pensaste que no se iba a retomar en breve? 

-Por burro también. Eran mi debilidad esas salchichas alemanas. Estaba con hambre, se suspendió el partido por lluvia. Yo ya era “viejo” como tenista, tenía 30 años en el 92. No esperaba mucho de mí, aunque había llegado a octavos de final de Roland Garros, pero ese año había arrancado en la Qualy, y casi pierdo con el número 800 del mundo, ponele. Pasé de milagro y me toca el número 1 del mundo. Hacía dos años que no perdía un partido en polvo de ladrillo, había ganado los dos últimos Roland Garros. Pensé: “Qué mala suerte, lo único que quiero es no pasar vergüenza”. Empecé bastante bien, y se suspende por lluvia. Dije: “Pah, esto va para largo”, porque cuando se suspende es porque llueve por días. Yo estaba en el vestuario, y veía por una pantalla que él estaba con una toalla sobre el cuello y hablaba muy concentrado con su coach. Hablaban del partido, estaban concentrados. Y yo comía unas salchichas alemanas que había mandado pedir y miraba dibujitos. Pero no por falta de respeto, sino porque ¡yo era así! Ni pensaba ganarle… Pero terminaba de comer la segunda, nos mandaron llamar a la cancha y terminé ganándole en tres sets. No me preguntes cómo lo hice, fue algo increíble.

-Si contra Courier te comiste dos salchichas alemanas en pleno partido, en Brasil, te bajaste un tubo de pelotas lleno de cerveza para evitar calambres. Pero ahí sí te fue mal.

-Eso fue contra un canadiense, de apellido Snijder o Schneider. El tipo estaba entre los 100 del mundo, buen jugador. Yo me acalambraba siempre, sudaba mucho. Había probado todo contra los calambres: el corchito debajo de la media porque “chupaba” las malas energías, la banana porque tiene potasio, y nada funcionaba. Y uno me había dicho una vez: “probá cerveza”. Estábamos en Itaparica, había casi 40 grados, y en un momento dado me vinieron los calambres. Tres años antes me había retirado de la cancha, también en Itaparica, contra (el entonces tenista argentino Javier) Frana, por calambres, cuando estaba por ganarle.

Vi que me venían y le digo a uno: “Traeme un tubo de pelotas, con cerveza”, porque no me iba a traer un chopp. Me tomé ese tubo de cerveza, y me sentí mejor. Me sentí más suelto. Y empecé a jugar y relatar a la vez. Había una tribuna llena de jugadores mirando el partido y cagándose de la risa. Yo tiraba la pelota al aire, y no sabía a cuál pegarle. Estaba borracho… Obviamente perdí el partido, pero no me acalambré.

-En tu collar de anécdotas curiosas la más increíbles es que tuviste que meter pata en la bici para llegar en hora a un partido de Roland Garros, y casi ni te dejan entrar a la cancha...

-Esa fue otra burrada mía. Yo vivía a tres cuadras de Roland Garros, a 300 metros justo. Yo siempre andaba por el vestuario, divirtiendo a todo el mundo. Solía jugar a flippers y maquinitas, hasta que me llamaban a jugar. Ese año llevaba dos semanas ganando en Roland Garros (tres partidos en la Qualy, y tres más después). Decidí esperar en casa mirando el torneo por TV. Ahí iba a enterarme cuando terminaba el partido anterior, y después me tocaba a mí. No sé si me distraje o hubo un corte de luz o qué, pero en determinado momento veo que anuncian mi partido, y veo entrar a los jueces. ¡Y yo en casa! El corazón me salía por la boca… Agarré la bici y salí como un loco, y mientras pedaleaba pensaba: “Y si pierdo por no presentarme (walk over), ¿cobraré? ¿Me pagarán igual?” Esa era mi preocupación.

Hoy en día no podés acercarte mucho, porque a 500 metros empiezan los filtros, las barreras. Antes no, entonces llegué hasta la puerta misma. Llegué con mi raquetero y mi mochila, y no me dejaban entrar. “¡Tengo que jugar ya! ¡Dejame pasar!”, le dije al tipo. Al final me creyó y pasé, tiré la bici por ahí y me metí en la cancha. Llegué justito, obviamente perdí 6-0 el primer set, gané 6-1 el segundo y estuve a set point de ponerme 2 sets a 1.  Y perdí. Por un lado, me divierte contarlo, pero por otro pienso: “Estuve cerca de pasar a cuartos de final de Roland Garros y perdí por poco”. Hoy en día, por ganar ese partido, son 250.000 dólares, o incluso más. Hay una diferencia por ganar ese partido.

-¿Hoy reflexionás que si hubieras sido un poco más profesional, sumado a tu talento, te hubiera ido mucho mejor?

-Totalmente. Tampoco te creas que era de los más talentosos, pero seguramente algo tuve porque haber sido de los más desbolados y que me haya ido bien, algo debía tener. Yo creía que estaba dando el máximo. Ahora me doy cuenta que no. El otro día fuimos a un programa con el Chelo Filippini, y nos hicieron la misma pregunta: “¿Vos harías alguna cosa diferente?”. Él decía que en tal partido hubiera hecho tal cosa, en vez del tal otra. Y yo contesté: “Todo. Yo haría todo diferente. No copiaría nada de lo que hice desde los 9 años hasta que me retiré”.

"Yo comía unas salchichas y miraba dibujitos. No por falta de respeto, sino porque ¡yo era así! Ni pensaba ganarle… Pero terminaba de comer la segunda, nos mandaron llamar a la cancha y le gané en tres sets. Fue algo increíble"

-Vayamos a tu rol actual, pos-tenista profesional. Desde hace 20 años organizás lo que hoy es el Uruguay Open. Antes llevaba el nombre del sponsor de turno. ¿Lo de Uruguay Open fue para poner la marca del país por sobre el auspiciante de turno?

-Sí, sí, totalmente. El Uruguay Open arrancó como Copa Ericsson, lo hicimos cuatro años acá, después se transformó en Copa Petrobrás, como seis años. Eran circuitos latinoamericanos, todos con el mismo nombre, y con las mismas exigencias que me ayudó mucho porque me venía como un manual y yo tenía que cumplirlo como director de Uruguay. Cuando Petrobrás dijo “hasta acá llegué”, pensé: “Yo voy a seguir”. Yo creía que había un nicho para esto, que la gente se interesaba cada vez más. Habían venido tipos top 10, top 3, a jugar. Habían pasado por esta cancha tenistas que la rompieron. Nos habíamos ganado nuestro lugar.

Vinieron marcas que quisieron sponsorizarlo, pero yo les dije: “No… ¿Vas a auspiciarlo por 25 años o solo por 2 o 3 y después salir a buscar otra marca?” Entonces pensé en poner el nombre del país en el mapamundi del circuito de tenis sudamericano y mundial. Con la marca Uruguay Open ya llevamos 10 años, 20 en total.

-Este año el torneo masculino del Uruguay Open va del 8 al 14 de noviembre, y reparte 50.000 dólares en premios. Como director del certamen de tenis más importante del país, y tras tu enorme experiencia como tenista, ¿qué le has aportado al certamen para que tenistas extranjeros vengan y se sientan a gusto?

-Jugamos con una gran ventaja acá, que es el Carrasco Lawn Tenis. Este club es bueno acá y donde quieras. Poné esto en París, comparándolo con el Racing Club de Francia, y no le envidia nada. Las instalaciones son de primer nivel, no solo las canchas, recorré los gimnasios, todo. Sumado al barrio, la proximidad con el mar, todo. La calidad de vida, quiero decir. En otros lugares no los dejan entrar a diferentes zonas, acá pueden hacer todo lo que quieren, o casi. Pueden pasearse por todo el club. Eso los tenistas lo valoran mucho. Fijate que en San Pablo los encierran en un club y están una hora y media para llegar a otro lugar, acá en 15’ están donde quieren. Algunos nos dicen “esto es un ATP, disfrazado de un Challenger”. Solo hay que poner la plata, la infraestructura ya está.

-¿Qué tenistas han pasado por esta competición en suelo uruguayo?

-Antes de llamarse Uruguay Open habían venido excelentes tenistas como (Guillermo) Coria, (David) Nalbandian, (Juan Martín) Del Potro, (Gastón) Gaudio, (Guillermo) Cañas, Fernando González, (Nicolás) Massú, (Diego) Schwartzman, (Nicolás) Lapentti, (Mariano) Zabaleta, Pablo Cuevas… El primer torneo del ATP que ganó Del Potro lo ganó acá, con 17 años. Y muchos otros que estuvieron entre los primeros 50.

"Vinieron marcas que quisieron sponsorizarlo, pero yo les dije: “No. ¿Vas a auspiciarlo por 25 años o solo por 2 o 3?” Entonces pensé en poner el nombre del país en el mapamundi del circuito de tenis sudamericano y mundial"

-Este año el Uruguay Open vuelve con público y celebra sus 20 años, como dije. ¿Qué se puede esperar del torneo? ¿Cómo convencés a los uruguayos para que no se lo pierdan?

-Cada año intentamos que -además del tenis- haya una mejor movida en el entorno, en lo que se monta, para que no vengan solo los fanáticos del tenis. Si te gusta escuchar música en vivo, o comer algo en un foodtruck, estar en un lugar agradable, jugar a algún juego en los stands comerciales, si te gusta todo eso, ya te da para venir. Si querés arrimarte a ver tenis, vas a ver el mejor tenis del año. Hoy no puedo darte nombres de los participantes porque cierra tres semanas antes. Por lo que te comenté anteriormente, a los tenistas les gusta venir acá y se inscriben, porque les gusta venir. Los que vengan van a ver algo súper prolijo.

-Pero tras el torneo masculino, del 15 al 20 habrá un torneo femenino, que se llamará Montevideo Open. Es un torneo dirigido por vos, aunque la inversión no es tuya. ¿Qué me podés contar?

-No soy el promotor, pero lo dirijo, sí. Es un lujo poder tener un torneo femenino de ese nivel, reparte 125.000 dólares en premios, es el doble que el Uruguay Open. Es un torneo importante dentro del calendario. Creo que va a ser una experiencia única. Nunca organicé un torneo femenino, lo hacemos pegado al Uruguay Open, para utilizar toda la infraestructura.

-Este año también se celebra la novena temporada de Tenis Para Todos, que es un proyecto de responsabilidad social empresarial, que busca que niños de hogares del Inau aprendan tenis de forma gratuita. Ahí se da una mezcla de gurises de distintas clases sociales, algo muy interesante, muy "vareliano" si se quiere... Contame más.

-Esto nació hace nueve años, invitando a algunos de los juntapelotas del torneo a que se sumen niños de los distintos centros del Inau, por un tema de inclusión, también con chicos de la Escuela de Tenis del Carrasco Lawn Tenis. Y la experiencia salió re linda. De repente veíamos que cuando no estaban alcanzando pelotas, se metían en canchas de tenis, pedían raquetas prestadas. ¡Querían jugar al tenis! Entonces pensamos: “¿Por qué no les damos la oportunidad?” Juntamos los recursos y arrancamos con un programa, donde juegan en cuatro turnos semanales en la plaza de deportes número 3 del Parque Rodó, ahí juegan unos 200 niños en turnos. Niños de entre 7 y 13 años van. Hacemos un par de jornadas en el año donde celebramos el programa y les hacemos regalos. Y después, siempre se inscriben de 10 a 15 años y siguen siendo parte del staff de los juntapelotas.

-Tenés hijos, y ninguno salió tenista.

-Paula, de 18 años, se dedica a estudiar y al hockey. Le va muy bien en hockey, juega en la selección, integra la preselección Sub 21 para ir a Sudáfrica, y entrena todos los días. Está terminando el secundario. Y mi hijo Bruno (26) se fue a estudiar a una universidad de Estados Unidos, volvió hace tres años, y todavía está buscando su camino. Yo al principio los “obligué” a que entrenaran un año o dos con un profe de tenis, porque sé que en algún momento de su vida pueden preguntarse: “¿Y el tenis?” Y que no se les dé por empezar de viejos, digamos. Pero agarraron para otro lado.

-¿Sos feliz?

-Sí, estoy enamorado. Estoy muy contento. Tengo pareja, y estoy enamorado.

Por César Bianchi