Contenido creado por Martín De Benedetti
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A los 9 años entró al liceo y salió a los 15: la historia de Andrés Latorres

Las dificultades que tienen los jóvenes con altas habilidades intelectuales para crecer en Uruguay

26.08.2019 18:17

Lectura: 8'

2019-08-26T18:17:00-03:00
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Andrés Latorres nos recibe en su casa junto a su padre y a su hermana. Es un joven de 19 años alto, de lentes y rulos que hace chistes antes de la entrevista, nos cuenta la anécdota de su apellido (su tatara-abuelo quería diferenciarse de Lorenzo Latorre y le agregó una “s”) y se pone nervioso cuando prendemos la cámara. Esto podría hacerlo cualquier otra persona, sólo que Andrés tiene una característica especial: está diagnosticado con altas habilidades o, como es más comúnmente conocido, superdotación.

 La especialidad de Andrés podría resumirse en que es capaz de aprender más rápido que los demás y que viendo ciertos problemas puede pensar en soluciones de forma diferente. La explicación siempre fue difícil de hacer: “¿viste que hay gente que vé colores y hay gente que es daltónica? Bueno, es como si en algunas cosas la gente fuera daltónica; eso es algo que suena horrible de decir, pero ¿cómo puedo explicarte que tengo más facilidad que vos para algo?” nos cuenta Andrés.

 A diferencia de otras personas que se las diagnostica como superdotados en la infancia o adolescencia, Andrés supo toda su vida que tenía esta particularidad. La primera persona en ver indicios de esto fue su padre Enrique.

 Es que, antes de llegar al año, el pequeño ya daba señales de ser especial. A los seis meses de vida las personas hacen poco más que tomar la mamadera, llorar y otras cosas que hacen los bebés, pero para ese entonces Andrés ya entendía que, cuando estaba sentado, tenía que quedarse inclinado hacia adelante para no caerse para atrás. De hecho, un día su padre le dio unos bloquecitos de Lego y el pequeño se puso a jugar y armar durante una hora. Ese fue el inicio de la historia de dos padres buscando darle a su hijo estimulaciones y educación acordes a su capacidad.

 “Al principio era fácil: se le conseguían juguetes y libros de niños más grandes” cuenta el padre. Al año ya era capaz de leer, a los 2 años ya escribía y a los 3 tenía una fluidez en la lectura que en ocasiones no tienen niños de 8 o 9 años. Sumaba mentalmente números de dos cifras y podía contar hasta 100. “¿Qué hacés con un niño así? ¿lo mandás al jardín?” se preguntaba Enrique.

 Entonces comenzaron a tener problemas con el sistema educativo uruguayo con docentes que no estaban formados en el tema. Es que, según Enrique, “la idea del chico uniforme, de que los niños tienen que ser todos iguales y aprendan exactamente lo mismo para la misma edad, todavía se mantiene bastante”. El padre señala que se trata de un sistema que no acepta la diversidad y que existen personas con mayores capacidades para aprender, así como existen personas con menos capacidades.

 Andrés entró a la escuela a los 4 años, entró al liceo a los 9 y llegó a la facultad a los 15. Es que sus maestras veían que Andrés escuchaba las clases y respondía muchas más preguntas que sus compañeros. Durante toda su infancia y adolescencia, Andrés era varios años más chico que todos sus compañeros.

 Hoy en día, Andrés dejó Facultad de Ingeniería y comenzó a estudiar programación de videojuegos en A+ compartiendo el año lectivo con gente de su misma edad. Además, está aprendiendo a tocar el violín. “Este año estoy mucho más artístico de lo que estuve antes, siempre estuve más enfocado en la parte lógico-matemática de mi vida” señala Andrés. Además, como tantos jóvenes de la misma edad, Andrés no sabe qué va a ser de su vida dentro de 5 años.

 “Mucha gente tiene la idea del niño genio que uno tiene de la tele, de los dibujitos, pero no es así” dice Andrés. Es que, como cualquier otro niño, Andrés tenía sus necesidades. Si bien tenía mayor facilidad para aprender ciertas cosas, no todo le resultaba fácil: le costaba interactuar con sus compañeros porque pensaban de forma diferente y muchas veces necesitaba ayuda de los adultos. “Con informarse más, creo que ya sería un inicio, pero ni eso hay” cuenta el joven, quien asegura, al igual que su padre, que el sistema educativo de nuestro país no está para nada listo para tratar con chicos con altas capacidades.

“A mí me adelantaron porque mis viejos se pusieron a armar bardo y pasamos por treinta y pico de liceos para que pudieran aceptarme con 9 años”. En cuanto a otros casos que conoce Andrés, el sistema no ayuda en nada, aunque reconoce que en el interior a veces es más fácil encontrar una institución que empatice con la situación que en la capital.

Rompiendo con el estigma, Andrés señala que los superdotados no son “monstruos antisociales escondidos en su cuarto inventando cohetes”, sino que son personas que pueden llegar a tener alguna dificultad para relacionarse o no. De hecho, el caso de Paula (la hermana de Andrés) es totalmente opuesto al mito. Según palabras del hermano, ella “tiene una grandiosa facilidad para la interacción con las personas y la percepción de las emociones”.

 Con 15 años, Paula tiene otro tipo de alta capacidad que es en comunicación y percepción interpersonal que en general no se tiene en cuenta porque no se sabe tampoco de las variedades de altas capacidades “o las variedades de inteligencia en sí”, remarca el joven.

Mientras los compañeros de Andrés le hacían bullying, su hermana menor era el que lo defendía. Paula cuenta la anécdota de cuando iba a una psicóloga pero, al superarla en ciertos aspectos intelectuales, la manipulaba. Con su cara de buena, la joven le contaba muy poco sobre ella misma, mientras que Paula sabía todo sobre la vida privada de la profesional.

 La adolescente también tenía un problema frecuente en chicos de altas habilidades: la frustración en clase. Al no tener una exigencia al nivel de sus capacidades, tanto Paula como Andrés les costaba llevar el ritmo de las clases. De hecho, algún docente llegó a sorprenderse al ver que el alumno había escuchado y entendido todo a pesar de haber estado dibujando un enorme paisaje medieval de envidiable calidad durante toda la clase.

 Con dos hijos con altas capacidades, Enrique siempre tuvo un especial interés en el tema y se esforzó para darle la mejor educación a sus hijos dentro del sistema uruguayo. La etapa más difícil fue entre el 2000 y el 2010 cuando era prácticamente imposible conseguir algo. En ese entonces el estado directamente negaba la existencia de chicos con altas habilidades a pesar de todos los estudios realizados en diferentes países que señalaban lo contrario.

 “Es un problema que yo te diría que es mundial, lo que pasa es que hay países que consideran a los chicos con altas habilidades como un capital, por lo que hicieron esfuerzos especiales para que esos chicos se puedan desarrollar y tener desde los deportistas que van a ganar medallas en las olimpiadas, hasta grandes científicos que  van a hacer grandes descubrimientos y los grandes empresarios que van a hacer empresas tecnológicas y dar trabajo a mucha gente” afirma Enrique.

 El padre, quien hizo un post grado en educación y diagnóstico de altas capacidades, es miembro de una asociación llamada AHSTUY (Altas Habilidades/Superdotación y Talento, Uruguay) que surgió de la unión de personas superdotadas, sus familiares y especialistas en el tema. Algunos de ellos comenzaron a mover el tema saliendo en varios medios de prensa, publicaron libros y consiguieron un poco más de aceptación del gobierno en el tema.

 En la asociación tienen un escueto registro de personas diagnosticadas con altas habilidades, una lista que probablemente no supera los 200 nombres. Sin embargo, Enrique estima que probablemente haya un 5% de los niños uruguayos que tienen esta cualidad, aunque muchos aún no han sido detectados. “Estaríamos hablando de algunas docenas de miles de chicos en el Uruguay”, afirma. “Es probable que los padres no hayan sido perceptivos en eso porque nunca se les pasó por la cabeza y piensan ‘es un chico particular y ya está’, esa es la realidad”.

 Por otro lado, lo que Enrique recomienda a los padres de niños con altas capacidades es que se comuniquen con AHSTUY. En un grupo de Whatsapp, las familias comparten sus experiencias y se brindan apoyo mutuamente. Además, tienen distintas actividades, algunas en el interior. “Probablemente el año que viene vamos a hacer un encuentro en Maldonado” señala Enrique.

Para esta nota, publicamos la entrevista completa de Andrés y Enrique en el podcast de Montevideo Portal de Spotify, además, podés ver el informe audiovisual aquí mismo.

 

Página web de la asociación: Ahstuy.uy

Página de Facebook: ashtuy.com

Canal de Youtube: Asociación Ahstuy