Contenido creado por Gerardo Carrasco
Salud

Siempre hay lugar donde ir

Tiene 86 años, pero la edad de su cerebro es 56 ¿Cómo lo logró? Viajar parece ser la respuesta

June Scott ha recorrido el mundo, y es uno de los “cobayos” de un experimento sobre el buen envejecimiento.

19.11.2018 11:48

Lectura: 5'

2018-11-19T11:48:00-03:00
Compartir en

Montevideo Portal

¿El hecho de viajar puede prolongar la vida y -lo que es más importante- la calidad de ésta? Hay quien dice que sí.

June Scott tiene 86 años y es una apasionada por los viajes, y podría ser la prueba viviente de esa teoría.

Ya visitó 87 países en todos los continentes, y promete no parar. Su casa está en Illinois, Estados Unidos, pero en realidad sólo está allí cuando regresa de un viaje y planifica el siguiente. Sus últimos destinos fueron Palestina e Israel, adonde llegó luego de un paseo por Cuba. En diciembre pasado vivió una experiencia que ella misma -con toda su experiencia viajera a cuestas- calificó de única: durmió en una carpa en el desierto el Rub 'al Khali, situado entre Arabia Saudita, Omán, Emiratos Árabes Unidos y Yemen, y que se considera como uno de los lugares menos explorados del planeta. Meses más tarde, sobrevoló la Costa de los Esqueletos, en Namibia, a bordo de un pequeño avión.

Pero June no es sólo una abuela con un pasaporte lleno de sellos: es una de las participantes de un estudio sobre "Super Aging", de la Universidad Northwestern, en Illinois. "Super Aging" es un término que se aplica al "buen envejecimiento", es decir, a la manera de envejecer sin perder capacidades mentales o memoria.

Los "SuperAgers" (término acuñado por el neurólogo Marsel Mesulam) son ancianos cuya memoria y atención no sólo están por encima de la media para su edad, sino que son como los de personas cuatro o cinco décadas más jóvenes.

A medida que la mayoría de los seres humanos envejecemos, nuestros cerebros se encogen, lo que lleva a una pérdida de las capacidades intelectuales y cognitivas.

"Se cree que la atrofia contribuye en parte a los olvidos que los ancianos experimentan durante el envejecimiento", afirma Emily Rogalski, doctora en Filosofía y directora del estudio.

Por el contrario, los SuperAgers como June pierden menos volumen de cerebro. Un estudio al respecto descubrió que, en un período de 18 meses, los ancianos ‘normales' perdieron dos veces más volumen en la corteza (el área del cerebro ligada al pensamiento crítico) que los SuperAgers . En otras palabras, el cerebro de June es más joven que ella misma, con ciertas partes similares a los cerebros de personas de cincuenta años.

Ahora bien ¿Qué tienen que ver los viajes con todo esto?

June dice que los viajes la mantienen viva y renovada: "Soy una persona curiosa. Quiero aprender a lo largo de mi vida, y los viajes la hacen mucho más interesante", afirmó en un reportaje concedido a la revista Condé Nast Traveler.

En su juventud, Jane y su familia no se contentaban con alquilar una casa de veraneo para descansar durante las vacaciones estivales. Por el contrario, junto a su marido y sus hijos recorrían los Parques Nacionales norteamericanos. En su juventud, June no trabajaba fuera y se dedicó al cien por ciento a cuidar de sus niños. Recién a los cuarenta años comenzó a ejercer como profesora, y nunca dejó de viajar. Durante su larga vida, convivió con gorilas en Ruanda, y siguió la pista de su árbol genealógico hasta la República Checa.

La buena noticia es que para ser SuperAger no es imprescindible disponer de una fortuna para gastar en pasajes. Ni siquiera tienen que gustarte viajar. Es que no todos los SuperAgers son apasionados por los viajes, pero el estudio sugiere que estos vitales ancianos tienden a ser socialmente activos e involucrados con el prójimo, ya sea mediante voluntariado o acciones de beneficencia. También disfrutan de jugar a las cartas o leer cuentos a los niños. Y algunos, como June Scott, son viajeros ávidos de nuevas aventuras.

Por otra parte, la conversación es el impulso ideal para poner en marcha el cerebro. Y cuando viajamos, normalmente dialogamos con nuestros compañeros, pero también con desconocidos, subraya Melissa Gartenberg Livney, doctora en psicología y psicóloga de la Escuela de Medicina Perelman, de la Universidad de Pensilvania. "A medida que las personas envejecen y que las capacidades cognitivas de sus amigos no están a su altura, viajar en grupo puede ayudar a convivir con otras personas con la misma edad mental", sugiere.

Es el caso de June, que hizo amigos un poco por todo el mundo. "Podemos hablar una lengua diferente, tener tradiciones diferentes, usar ropas diferentes, tener caras diferentes, pero somos todos humanos", cuenta la octogenaria. Todavía hoy, June intercambia cartas con una señora que conoció en Arabia Saudita, y algunos de sus mejores amigos son personas de 50 años. "El año pasado, hice una lista de cuántos amigos perdí ya. Fueron 18. Esto te hace tener presente que no somos inmortales", expresa.

Según esta apasionada por viajes, sus aventuras le "abren la visión y la forma de pensar". Y los investigadores le dan la razón, ya que el cerebro se enriquece con las novedades y los desafíos. "Hasta hace no mucho tiempo se pensaba que nacíamos con una cierta cantidad de neuronas y que esa cifra iba disminuyendo. Ahora estamos llegando a la conclusión de que tal vez no sea así", dice Rogalski.

June asume ser una mujer feliz por tener los medios y la energía suficientes para alimentar su voluntad de viajar y la constante búsqueda de nuevas aventuras. "Cuando no tengo boletos de viaje, siento que estoy caminando hacia la muerte", dice. A pesar de todas las adversidades y dificultades que va encontrando por el camino, cuando llega a un lugar siente que los esfuerzos compensan. "Creo en viajar y también que cada vez más gente debería hacerlo, para que todos podamos ser embajadores del mundo en que vivimos ", afirma.

Montevideo Portal