Contenido creado por Gerardo Carrasco
Salud

Lo bueno de lo malo

“El cáncer me trajo la autoestima que nunca tuve”: cuando la enfermedad deja un saldo positivo

Tres mujeres que luchan contra la enfermedad señalan aspectos positivos de una experiencia negativa.

14.09.2018 09:38

Lectura: 5'

2018-09-14T09:38:00-03:00
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Montevideo Portal

La vida de quien pasa por un tratamiento de cáncer se ve transformada en aspectos no directamente relacionados con la enfermedad, como las relaciones afectivas, la autoestima, hábitos y rutinas.

"Infelizmente, muchos maridos abandonan a las mujeres cuando se descubre un cáncer", explica Luciana Holtz, presidenta de la entidad brasileña de apoyo Oncoguía, en declaraciones al periódico paulista Folha.

Similar fue el caso de la peluquera Cíntia Gonçales, de 38 años, quien se anticipó a los hechos y le "dio salida" al marido nada más recibir el diagnóstico de linfoma, en 2013. "Le dije ‘no sé si vas a tener la cabeza como para afrontar esto conmigo, va a ser difícil y no quiero que pases por algo así', esas paranoias. No quería verlo sufrir", cuenta al citado medio.

Pero su compañero no le hizo caso. Se quedó y vio cómo un año más tarde ella vencía el linfoma, y más tarde recibía un diagnóstico de leucemia, enfermedad que combate desde fines de 2017. Llevan 16 años casados.

Los tratamientos afectaron la rutina de la pareja, ya que, por ejemplo, Cíntia no lograba tener sexo. "En la época del linfoma, no había manera. Mi cabeza quería pero el cuerpo no, me quedaba reseca. Intenté con geles, probé todo lo que puedas imaginar, pero acababa lastimándome y sintiéndome frustrada", afirma. Su marido -según cuenta- reaccionó bien y ni tocaba el tema, porque sabía que ella tenía deseo pero no podía hacer nada.

Ahora, durante el nuevo tratamiento por la leucemia, las cosas han sido un poco más fáciles. "Quizá porque mi cabeza también cambió, pero hay una medicación que tomo cada tres meses y me deja reseca. En esos momentos se hace difícil", señala.

Cíntia tiene un hijo de nueve años con síndrome de Down, a quien le contó sobre su enfermedad apelando a lo lúdico. "Se lo explique como si fuera un cuento. Al final entendió todo, y se afeitó la cabeza", recuerda.

Precisamente, los cambios que la quimioterapia produce en la apariencia física suelen ser otro factor de inquietud para los pacientes.

"Raparme fue algo sencillo para mí, el problema fueron los otros", cuenta la vendedora Regiane da Silva, de 26 años, quien el pasado 6 de setiembre pasó por la última sesión de su tratamiento de quimio, para curarse de un linfoma diagnosticado en marzo. Cuenta que en ocasiones, cuando anda por la calle con su pañuelo en la cabeza, recibe miradas asustadas o de conmiseración, cosa que le incomoda.

"Fui a inscribirme a una academia y el hombre que me atendió me dijo ‘pero caramba, estás de pañuelo ¿crees que lo lograrás?'", narra.

Paula Dutra, una publicista de 38 años, ya superó un cáncer de mama y ahora afronta uno de ovario, y asegura que no pierde la coquetería a pesar de la calvicie, y recurre al animal print. "Uso turbante de leopardo", revela.

Tiempo atrás, un fallido intento de evitar o disminuir la caída del cabello la dejó un tanto frustrada. En 2011 había perdido su cabellera cuando luchaba contra el primer tumor. Ante el segundo probó con una toca helada, que reduce la temperatura del cuero cabelludo durante las sesiones de quimio y -en teoría- contrarresta en cierto grado la alopecia provocada por el tratamiento. "Pasé siete días sin lavarme la cabeza, y al final no dio resultado", lamenta.

Sin embargo, estas pacientes subrayan que no todos los cambios durante el tratamiento tienen que ser negativos. Cíntia dice que, antes de descubrir el linfoma y luego la leucemia, tenía una pésima autoestima y se consideraba muy fea. "Cuando me quedé pelada fue la primera vez que me miré al espejo y me encontré linda, a los 32 años. El cáncer me trajo la autoestima que nunca tuve". Junto con el amor propio, llegó un sentimiento de independencia. "Antes casi no salía de casa. Estaba sólo para mi hijo, marido, hermano y madre. Me olvidé de mí misma por mucho tiempo y, con la leucemia, cambié mi forma de vivir", afirma. Entre otros cambios, viaja al menos una vez por mes para visitar a una amiga que vive en otra ciudad, cosa que antes no hacía casi nunca.

Por su parte, Regiane afirma que pasó por etapas muy duras, como cuando tuvo que dejar de amamantar a su bebé, o cuando debió tomar morfina para lograr dormir o, también, cuando agotada, se sentaba en el piso de un tren abarrotado rumbo al trabajo. Pero aún así, dice que la enfermedad le hizo bien. "Puedes pasar por todo eso con mentalidad positiva. Se sufre, pero se aprende. Hoy me considero una persona mejor y más humana. Fue bueno para mí", asegura.

Paula también dice afrontar la dolencia con optimismo, y en 2012 creó un blog llamado "Mano en la mama", donde cuenta sus experiencias y ofrece ayuda quienes pasan por situaciones similares. "Siempre tuve una visión práctica. Tengo la enfermedad ¿qué voy a hacer? Llevo mi vida con normalidad, no dejo que el cáncer me defina", sostiene.

Estas tres mujeres tienen en común el detalle no menor de haber contado con el apoyo de sus familias, compañeros y amigos. "Ese es el remedio que hace mejor efecto", expresa Regiane, quien se casará en octubre.

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