Contenido creado por Manuel Serra
Editorial

Para todos, todo

¿Qué muros debemos derribar? Una fábula, una historieta y una reflexión de la convivencia

Más periodistas de Montevideo Portal se suman al compromiso y reflexionan en diferentes narrativas sobre la necesidad de derribar los muros.

22.10.2019 11:36

Lectura: 6'

2019-10-22T11:36:00-03:00
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Desde Montevideo Portal lanzamos el compromiso de derribar los muros que nos separan. En estos tiempos de enfrentamientos y diferencias, donde muchas veces la descalificación es moneda corriente, queremos buscar la forma de que todos podamos ponernos en el lugar del otro, escucharlo y ver lo que tiene para decir.

En nuestro editorial hacíamos un llamado a nuestros lectores, pero también a todos los actores de la sociedad y a nosotros mismos. "Leé, opiná, sugerí, compartí, criticá, disfrutá, aprendé, pensá, enojate, pero no pierdas la capacidad de ponerte en el lugar del otro, de respetar al que no piensa como vos, de estar abierto a poder cambiar tu pensamiento si es necesario", decíamos.

"Con ese espíritu de construcción, de aprendizaje, de mirar para adelante, te invitamos a pensar en tus propios muros y, si querés, a intentar derribarlos", agregábamos.

Nuestros periodistas también se sumaron al compromiso. En la primera tanda, hablaron de los muros con los que vivimos y explicaron por qué es necesario derribarlos. En esta segunda tanda, se sumaron más periodistas y sumaron sus puntos de vista de una forma particular. En estos días, seguiremos compartiendo.

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Martín Otheguy | @motheguy

Había una vez un troll feo y enojado que vivía bajo el puente que dividía dos antiguos reinos nórdicos. Aunque los dos pueblos eran muy distintos en costumbres y pensamientos, el puente permitía que nuevas ideas e inventos circularan de un lado a otro con cierta frecuencia, lo que había ayudado a que ambos prosperaran. Aquel troll, sin embargo, no estaba contento con esta situación: le molestaba que las personas conversaran al pasar sobre su cabeza y que cruzaran de un lado a otro, ya que era egoísta y no deseaba que otros tomaran los frutos y flores que crecían a la vera del río o que pescaran cerca del puente que consideraba suyo.

El troll comenzó entonces a esparcir rumores y noticias falsas a uno y otro lado del río, con esperanza de dividir a los dos reinos, enemistarlos definitivamente y que el puente dejara de usarse. Los comentarios corrieron velozmente, porque es sabido que los rumores son lo único que circula más rápido que la velocidad de la luz. No pasó mucho tiempo antes de que se desataran los primeros enfrentamientos e insultos. Y aunque todavía quedaban valientes que seguían cruzando el puente, para entonces el troll no estaba solo: especuladores de ambos lados del río, que se beneficiaban de la enemistad de los pueblos, decidieron alimentarlo para que siguiera creando divisiones. Pero como tampoco aquella táctica resultaba suficiente o definitiva, una noche de tormenta el troll decidió tirar abajo el puente y construir con los trozos de piedra un muro a lo largo del río, en el medio del agua.

Los dos pueblos siguieron enfrentándose, pero ahora sin verse. Sin importar de qué versara la discusión entre los habitantes, tarde o temprano algunos se asomaban al muro y gritaban despectivamente 'rosadito', mientras del otro lado respondían 'fraudeamplista'. O unos decían Penadoy y los otros vociferaban Naciomal, vocablos nórdicos cuyo significado se ha perdido en la noche de los tiempos.

Al principio el plan funcionó y la separación de aquellos pueblos se volvió completa, porque el troll atemorizaba a cualquiera que se acercara a la pared... Pero algo no estaba bien y no pasaría mucho hasta que fuera evidente para todos: los peces morían, las plantas se marchitaban, los animales no encontraban qué comer o con quién reproducirse, y los dos reinos se empobrecían rápidamente. Como el troll ya no tenía con qué alimentarse, el muro quedó descuidado, se hizo cada vez más frágil y un día se abrió una grieta en él, lo suficientemente grande para permitir ver al otro lado. Los curiosos que se acercaban al lugar solían retirar piedras para ver mejor, haciendo más grande la abertura.

El troll, ya viejo, débil e ignorado, quiso repararla sin percatarse de que el muro estaba por entonces muy inestable. Al primer golpe que dio, las piedras se desplomaron sobre él y quedó enterrado por la misma barrera que había construido. Allí se alzaron los pilones del nuevo puente, junto a un cartel que advertía a ambos lados del río sobre los peligros de alimentar a cualquier troll que estuviera por la zona con mucho tiempo libre.

La moraleja de esta enigmática fábula nórdica, lamentablemente, se ha perdido hace muchísimo tiempo, pero seguro tiene algo que ver con los muros o los riesgos de la ingeniería civil improvisada.

Ignacio Alcuri | @ignacioalcuri


Entre 1986 y 1987 se publicó el cómic "Watchmen", creado por Alan Moore y Dave Gibbons. En una realidad alternativa, Estados Unidos había ganado la guerra de Vietnam gracias a la participación de un ser con poderes superhumanos, el Doctor Manhattan. De todos modos, los años pasaron y la posibilidad de una guerra nuclear con la Unión Soviética se hizo inminente.

Para evitarla, un tipo tan inteligente como pragmático llamado Ozymandias ideó un plan brutal: hacer explotar un calamar gigante en plena ciudad de Nueva York, matando a miles de personas, e implantando un mensaje telepático en la mente de los sobrevivientes. Ese mensaje hizo creer al mundo que se venía una invasión extraterrestre, lo que llevó a las superpotencias a deponer la lucha intestina y aunar esfuerzos en contra de los calamares. Que, por supuesto, no existían.

Como ven, la única forma de eliminar el muro entre naciones que nos lleva (en esa y en todas las realidades) al borde de la aniquilación, fue construir un muro alrededor del planeta. Ese "otro", que puede ser el vecino, el que vive en otro barrio, el que vive en otro departamento o en otro país, ahora es el que vive en otro planeta. Moore/Ozymandias entendió que el ser humano siempre se refugiará de sus propias inseguridades y autocríticas cargando las tintas (de calamar, en este caso) en el distinto. Que es mucho más fácil de responsabilizar. Porque está allá, en otra casa, en otra ciudad o en otro país.

La lección sería que derribemos los muros antes de que un calamar gigante telepático del espacio exterior lo haga por nosotros. Sonaba más lindo en mi cabeza antes de escribirlo.

Santiago Magni | @Santimagni93

En tiempos donde la política y el fútbol provocan reacciones que no hacen otra cosa que dividir, separar y fomentar el odio, en algunos casos, es importante hacerse un espacio para reflexionar.

Los muros dividen en todo ámbito de la vida. Alejarnos de quienes piensan distinto o dicen algo que no nos gusta puede ser peligroso y fragmentar a la sociedad.

En vez de destruir siempre es mejor construir. Seamos bolsos, manyas, frentistas, blancos, colorados o lo que fuere hay cosas que tenemos en común.

Yo me quedo con la construcción de una sociedad que mire los puntos en común, que busque avanzar desde la igualdad, el trabajo y las ideas.

Dividir no es el camino, la ruta es la unidad.

¡Mirá el video del compromiso y leé el editorial completo!