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Contenido creado por Catalina Zabala
Cine
After The Hunt

Julia Roberts: “El propósito del arte es hacernos sentir cosas”

LatidoBEAT conversó con Julia Roberts, Ayo Edebiri y Michael Stuhlbarg en el marco del BFI London Film Festival.

24.10.2025 15:59

Lectura: 10'

2025-10-24T15:59:00-03:00
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Por Nicolás Medina
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“No todo tiene por qué hacerte sentir cómoda”, le dice Alma —el personaje interpretado por Julia Roberts— a Maggie, la joven estudiante universitaria que encarna Ayo Edebiri, en una escena medular de After The Hunt (2025). La nueva película de Luca Guadagnino.

La frase funciona como un eco que atraviesa toda la obra: no solo define la dinámica entre ambas mujeres, sino que instala la pregunta central del film —y, en última instancia, del arte mismo— sobre qué ocurre cuando lo bello se entrelaza con lo incómodo, cuando la verdad se impone sobre la armonía.

En 2025, en plena era de hipersensibilidad cultural y redes que amplifican los extremos, una declaración así tiene un peso particular. Guadagnino parece querer recordar que el arte no está diseñado para protegernos, sino para exponernos: al deseo, al error, a lo inasible. After The Hunt se ubica en ese espacio de tensión, en una universidad que la película presenta con un intertítulo que dice “Sucedió en Yale” al inicio, y donde una profesora veterana —Roberts— y una discípula bastante prometedora —Edebiri— se enfrentan a un dilema ético que desarma las estructuras de poder, deseo intelectual y percepción pública. En ese espejo invertido, el espectador se ve obligado a mirar y a cuestionarse aquello que preferiría evitar.

Julia Roberts, sentada en una habitación del primer piso del hotel Claridge’s —donde alguna vez durmió la realeza británica—, parece aceptar con naturalidad esa incomodidad. Hay algo casi irónico en verla allí, radiante y relajada, en un espacio que parece diseñado para ella, la realeza de Hollywood, pero hablando precisamente sobre el poder de lo que descoloca. “El propósito del arte, en general, es hacernos sentir cosas, hablar de cosas, preguntarnos cosas”, reflexiona. “Y todo eso puede ser profundamente reconfortante, pero también puede resultar perturbador o inquietante. Creo que justamente ahí está lo emocionante de ser artista”. 

Roberts, que aquí entrega una de sus interpretaciones más sobrias y contenidas en años, entiende que Guadagnino —junto con la guionista Nora Garrett, a quienes LatidoBEAT también entrevistó durante el BFI London Film Festival— construye una historia donde el placer y el malestar son inseparables. Donde lo perturbador no se presenta como una anomalía, sino como la forma más honesta del vínculo entre dos mujeres que, a su manera, se reflejan y se desfiguran mutuamente.

Ayo Edebiri escucha con atención, apenas sonríe y asiente. En la película, su Maggie está moldeada tanto por la presencia de Alma como por su ausencia. Lo mismo sucede en la conversación: hay una complicidad silenciosa entre ambas, incluso cuando una no habla. Puede resultar curioso, teniendo en cuenta que para el cierre de la película no han compartido tanto tiempo en pantalla.

“Tuvimos la suerte de contar con un período de ensayo previo, donde estuvimos las dos junto a Andrew Garfield, Michael Stuhlbarg y Chloë Sevigny, además de Luca y Nora”, cuenta Edebiri. “Ese espacio nos permitió pasar tiempo juntas con el material. Parte fueron ensayos, pero también simplemente estar, conversar, conocernos”.

Lo que la actriz describe no es solo un proceso de preparación, sino una especie de laboratorio emocional. After The Hunt se sostiene precisamente sobre esa tensión: los personajes se completan y se contradicen, incluso cuando no comparten el plano. “Creo que eso fue clave para crear una base compartida, una especie de lenguaje común entre nosotras, para entender este mundo y estos personajes”, continúa. “Y como hubo un tiempo entre los ensayos y el rodaje, también pudimos rumiar las cosas por separado, pero sabiendo que teníamos esa conexión a la que volver cuando empezamos a filmar”. 

Edebiri, que ha transitado de la comedia televisiva —en la serie The Bear (2022)— a un cine de madurez formal, encuentra en el universo de Guadagnino un terreno fértil para explorar la contención, el silencio y la contradicción. Sus palabras resuenan con la textura misma del film, la de un relato donde los diálogos son tan importantes como los huecos entre ellos. Donde lo que no se dice tiene un peso físico.

Esa materialidad se traduce también en los gestos, en lo que Guadagnino y su elenco llaman “el lenguaje físico” del film. En After The Hunt, los cuerpos hablan: las manos se rozan, se retraen, se abren en un gesto que no es solo coreográfico, sino profundamente narrativo. Julia Roberts lo explica con una calma que denota años de observación: “Soy una gran observadora del lenguaje físico de las personas. Me fascina lo que alguien dice con su postura, con su manera de caminar o de sostener los hombros. Me encanta que Luca haya extrapolado eso como un lenguaje visual para todos los personajes: lo que sienten, lo que retienen”.

"After The Hunt" (2025), Luca Guadagnino

Guadagnino, un cineasta que siempre filmó el deseo a través del movimiento —pensemos en Call Me By Your Name (2017) o la reciente Challengers (2024)—, parece haber depurado aquí su método hasta la pureza misma: cada movimiento contiene una pregunta, una duda, un secreto. Roberts lo sintetiza con precisión: “Es muy hermoso cómo logra tomar esas pequeñas fibras de nuestras vidas y mostrárselas al público como distintas maneras de mirar”.

Michael Stuhlbarg, que en la película interpreta a Frederick, el esposo de Alma, observa lo físico desde otro ángulo, casi como un accidente feliz. “En mi caso lo curioso es que no fue algo planificado. No esperaba ser tan juguetón físicamente”, recuerda. “Pero sí quería transmitir cierta calidez. En la primera escena, por ejemplo, cuando agarro la servilleta, la giro, voy y vengo con los platos, todo eso surgió naturalmente”. 

El gesto, en su caso, es casi un síntoma. “No estaba en el guion que Fred se moviera tanto, pero me pareció lógico: está recibiendo invitados, quiere asegurarse de que todos la pasen bien. Toda esa charla que escuchamos en las fiestas seguramente él la haya oído mil veces, así que para él mantener las cosas en movimiento es parte del juego: hacerlo ameno, mantener el ambiente ligero, que nadie se quede quieto demasiado tiempo”. 

Stuhlbarg sonríe al recordar que Guadagnino apenas lo corregía. “Hay cosas que no se pueden preparar: suceden en el momento, en la verdad de la escena, y eso es lo más divertido de filmar”, dice. En After The Hunt, esa espontaneidad se percibe como una respiración: los movimientos del cuerpo se convierten en las pausas del alma.

Frederick, el personaje de Stuhlbarg, funciona como una figura bisagra dentro del drama: es el testigo, el provocador amable, el hombre que organiza cenas para observar cómo se comportan los demás cuando el vino empieza a aflojar las lenguas. Y en una película donde todos esconden algo, él parece ser el único que no necesita fingir, que está atado a la tierra.

“¿Atado a la tierra?”, repite Stuhlbarg cuando se le plantea la idea. “Interesante. Creo que sí, que Fred no está actuando una versión de sí mismo. Ya no necesita hacerlo. Le encanta generar estas circunstancias, las fiestas que organiza, y creo que encuentra una gran libertad en ser un anfitrión cálido, abierto, en entretener y hacer que la gente se pierda un poco, tal vez provocando preguntas”. 

En su respuesta hay una lectura reflexiva de lo que significa interpretar en el universo “guadagniniano”: el actor como observador del deseo, pero también como motor de la incomodidad. “Probablemente Fred sabe lo que es tener que fingir en el mundo profesional —imagino que fue profesor durante algunos años—, pero cuando Alma enfermó decidió dedicarse a atender pacientes de forma privada, cuidarla y ayudarla a recuperarse. Su costado performativo tiene más que ver con el juego, con la provocación y la diversión, que con la necesidad de sostener una máscara pública”. 

Stuhlbarg recuerda también especialmente la escena en la que Frederick se desplaza alrededor de la mesa mientras Alma y Maggie conversan, en lo que se convierte en uno de los momentos más intensos y divertidos del film. “Si la repaso mentalmente, siento que Frederick y Alma vienen hablando sobre Maggie hace tiempo”, dice. “Ella ha sido su alumna por bastante tiempo, y él la ha conocido socialmente varias veces. En privado, creo que Frederick quiere que su esposa entienda lo que piensa sobre Maggie, aunque algunas de esas cosas no sean fáciles de escuchar”. 

El movimiento constante de Frederick —que entra y sale de la conversación, empuja la puerta, sube la música, levanta platos— refleja una tensión que el propio actor identifica con la manipulación emocional que atraviesa la película. “Puede ponerse un poco petulante. En cierto modo, creo que intenta demostrarle algo a su esposa sobre quién es realmente Maggie”, analiza. “Tal vez preparar la cena y que Maggie comente sobre eso sea una pequeña provocación para iniciar una conversación. Frederick está genuinamente interesado en rascar debajo de la superficie, entender por qué Maggie estudia lo que estudia, qué la mueve, quién es detrás de esa identidad que construyó”. 

"After The Hunt" (2025), Luca Guadagnino

Es una escena de danza emocional, un duelo silencioso. “No sé si él sabe exactamente lo que está provocando, pero siente que hay algo que las dos mujeres necesitan discutir. Así que entra y sale, ‘pica al dragón’ cada tanto, como digo yo. Fue divertido de interpretar”. 

Guadagnino, fiel a su estilo, añadió música debajo de la secuencia, aumentando el volumen y la tensión hasta el borde del caos. “Eso me parece fascinante de ver como espectador”, concluye Stuhlbarg.

Y si After The Hunt plantea dilemas éticos complejos, también lo hace con su público. No hay personajes inocentes: solo individuos atrapados entre la culpa y la necesidad de ser comprendidos. Preguntarse cómo reaccionará la audiencia frente a esa ambigüedad es inevitable.

Ayo Edebiri lo piensa con cuidado. “No sé si tengo la perspectiva suficiente como para responder eso en un arco tan amplio”, dice, “pero sí creo que estamos en un momento muy interesante, especialmente en cómo nos comunicamos. Hay una gran diferencia entre los matices que aparecen cuando uno está cara a cara y lo que sucede online, donde todo tiende a los extremos”. 

En ese diagnóstico hay una crítica silenciosa a la era de los juicios instantáneos, pero también una esperanza. “Dentro de todos nosotros hay espacio para los matices, para la complejidad. De hecho, en esta gira he tenido conversaciones fascinantes, creo que todas las hemos tenido. Así que sí, ese espacio existe, si nos permitimos ocuparlo”. 

Guadagnino parece compartir esa mirada: After The Hunt no busca absolver ni condenar, sino sostener la tensión hasta el último plano. Las contradicciones no se resuelven, se habitan.

La tarde se disuelve lentamente en el Claridge’s. Afuera, la lluvia londinense golpea levemente los ventanales, y adentro, Julia Roberts cruza las piernas con la elegancia de quien lleva décadas frente a una cámara, pero sin necesidad de demostrarlo. Hay algo casi simbólico en esa escena que se presenta: una mujer que ha representado durante años la idea de la “comodidad” — es justo decir que su sonrisa es de las más reconocibles del cine— hablando sobre la necesidad de romperla.

En After The Hunt, su Alma encarna esa ruptura con una serenidad que desacomoda. No busca gustar, busca entender. Como si Roberts, Guadagnino y su elenco hubieran pactado un retorno al cine que desafía, que sacude, que no teme incomodar. Quizás por eso la frase resuena de la película funciona de manera crónica, y resuena con fuerza: no todo tiene por qué hacernos sentir cómodos.

Por Nicolás Medina
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