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Contenido creado por Catalina Zabala
Cine
Strikeout

“Atrapado robando”: béisbol, violencia y gatos malhumorados

La nueva película de Darren Aronofsky convierte un thriller criminal de los noventa en un parque de diversiones sucio y feroz.

08.09.2025 14:07

Lectura: 7'

2025-09-08T14:07:00-03:00
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Por Nicolás Medina
nicomedav

El béisbol es un deporte cruel. Se juega con la promesa del hit, pero la mayor parte del tiempo se vive en la condena del strikeout. Es un juego de paciencia, de esperar el momento exacto para conectar, sabiendo que la probabilidad está en contra. Darren Aronofsky siempre ha filmado desde esa perspectiva: el bateador que carga con su historial de fracasos, con el dolor en las rodillas. Con el fantasma de las veces que la bola pasó rozando el guante sin que nada cambiara. En Atrapado robando (2025), el béisbol no es un decorado, sino la metáfora fundante. Hank —Austin Butler—, un exjugador con la carrera rota por un accidente, se convierte en el emblema de esa imposibilidad de conectar la bola justa. Todo lo que viene después —los mafiosos, la violencia, las traiciones, los gatos punk y las persecuciones nocturnas por la Nueva York de 1998— se juega en ese mismo diamante existencial.

Basada en la novela de Charlie Huston, adaptada por él mismo, la película sitúa a Hank en un bar mugriento del Lower East Side, bajo el mando de Paul —Griffin Dunne—. A su lado está Yvonne —Zoë Kravitz—, pareja intensa y cada vez más exasperada por su inmadurez. El vecino excéntrico Russ —Matt Smith, punk de manual con gato incluido—, es el disparador de la catástrofe. Deja al cuidado de Hank a su felino y una llave que se convierte en MacGuffin absoluto. Lo que parecía un favor de barrio desemboca en un desfile de villanos: gánsteres rusos —Nikita Kukushkin y Yuri Kolokolnikov—, judíos ortodoxos que combinan fe y extorsión —Liev Schreiber y Vincent D’Onofrio—, un latino apodado Colorado —Bad Bunny— y la policía Roman —Regina King—, que desde el minuto uno transpira dobleces.

Lo que sigue no conviene detallarlo. Aronofsky lo cuenta mejor, con golpes de montaje y respiraciones cortadas. Pero basta decir que Hank pasa de bartender olvidable a protagonista involuntario de una pesadilla urbana. La Nueva York de Giuliani late como escenario: un tiempo en el que la “limpieza” de la ciudad dejaba todavía rincones sucios, ideales para el submundo. Y el film, apoyado en la fotografía de Matthew Libatique y el montaje de Andrew Weisblum, se encarga de que esa suciedad no se vea nostálgica, sino viva.

Desde Pi (1998) hasta La ballena (2022), Aronofsky ha hecho del sufrimiento una poética. La mutilación de la carne en Requiem for a Dream (2000), la autodestrucción como arte en El luchador (2008), la fiebre metafísica de Mother! (2017), o la obesidad como penitencia en La ballena, todos remiten a personajes que atraviesan el vía crucis para descubrir —o fracasar en descubrir— algo sobre sí mismos.

En ese linaje, Hank es un hermano más. El exdeportista caído que ve en cada pesadilla el accidente que lo expulsó del diamante, funciona como continuación de Randy The Ram en The Wrestler (2008). Cuerpos golpeados por el tiempo y malas decisiones, con un escenario de redención siempre esquivo. Lo “muy Aronofsky” de esta película es que, aun cuando el envoltorio sea un thriller criminal con ritmo de Guy Ritchie y ecos de los Safdie, lo que late en el fondo es el mismo tema: ¿cuánto dolor aguanta un cuerpo antes de rendirse?

Donde otras películas del género se regodean en la violencia como espectáculo o como elemento cool, Atrapado robando elige filmar la violencia como un espiral. Cada golpe a Hank no es solo un trámite narrativo: es una cuenta que se acumula, un recordatorio de que no hay salida limpia. La cámara de Libatique insiste en la textura de la carne marcada, en los pasillos estrechos, en el sudor que cae y en los flashes del pasado que vuelven una y otra vez.

“Atrapado robando” (2025), Darren Aronofsky

“Atrapado robando” (2025), Darren Aronofsky

Lo interesante es que, a diferencia de lo que sugiere cierta lectura crítica —esa que ve en Aronofsky un obsesivo del martirio cristiano—, aquí no se trata de sublimar el sufrimiento ni de encontrar la pureza a través del dolor. La violencia de Atrapado robando es entretenida y dolorosa a la vez, como un espectáculo que obliga a mirar entre los dedos. El espiral no lleva a la redención trascendental, sino al agotamiento físico, a la imposibilidad de seguir corriendo. Hank no es un mártir, es un tipo común atrapado en un juego mucho más grande que él.

La película funciona como thriller comercial con precisión de relojero. Cada 10 minutos, como bien marcaron algunos críticos, aparece un giro, una traición o un cadáver. Pero, lejos de sentirse mecánico, el mecanismo entretiene. Aronofsky, un director acusado tantas veces de pretencioso, encuentra aquí un ritmo lúdico que recuerda que el cine también puede ser diversión sin que eso implique superficialidad.

En ese sentido, Atrapado robando es fácilmente una de las películas comerciales más potentes del 2025, en compañía de Sinners (2025), de Ryan Coogler. Ambas demuestran que el cine mainstream todavía puede ser arriesgado, brutal y, a la vez, profundamente disfrutable. La proeza de Aronofsky está en sostener el filo: no caer en la solemnidad autoral ni en la ligereza desechable.

“Atrapado robando” (2025), Darren Aronofsky

“Atrapado robando” (2025), Darren Aronofsky

Hay quienes podrían leer Atrapado robando como un desvío menor en la filmografía de Aronofsky, un respiro lúdico entre dramas sobrecargados de trascendencia. La tentación está ahí: el envoltorio de thriller criminal, el ritmo frenético, los giros que se suceden como si la narración necesitara doparse cada 10 minutos. Pero detenerse en esa superficie sería pasar por alto lo que sostiene el film. La insistencia en que el cuerpo, aun en un contexto más juguetón, sigue siendo un campo de batalla.

Lo interesante es cómo Aronofsky logra que esa obsesión conviva con el entretenimiento. La violencia no se filma como si fuera un ritual sagrado, tampoco como un parque temático de la brutalidad. Se siente urgente, sucia, inevitable, pero a la vez está narrada con una conciencia de espectáculo que no esconde su pulsión de divertir. En esa convivencia hay un hallazgo: la posibilidad de que un director tan proclive a la gravedad descubra que el disfrute del público no necesariamente rebaja el espesor de su propuesta.

No hay aquí moralejas disfrazadas ni castigos ejemplares, más bien lo contrario. Los personajes se pierden en un circuito de errores, ambiciones y traiciones que no conducen a ninguna purificación. Lo único que queda es el desgaste, la sensación de que la ciudad y su maquinaria de violencia no ofrecen salidas limpias. Aronofsky filma esa espiral con una soltura que desarma la idea de que el sufrimiento debe tener siempre un correlato metafísico.

En el fondo, Atrapado robando funciona porque se permite ser contradictoria: tan oscura como entretenida, tan brutal como juguetona. Esa contradicción, lejos de ser un signo de debilidad, es lo que la vuelve una de sus películas más vivas.

Atrapado robando” (2025), Darren Aronofsky

Atrapado robando” (2025), Darren Aronofsky

En el béisbol, incluso el mejor bateador del mundo falla siete de cada 10 veces. Hank es esa estadística encarnada. Un tipo que tuvo un momento de gloria, un accidente que lo sacó del campo y que ahora, años después, intenta conectar aunque sea un foul que lo mantenga en juego. La violencia que lo rodea no es más que el pitcher rival lanzándole bolas imposibles, cada vez más rápidas, más filosas.

Atrapado robando se cierra con esa sensación. El protagonista no puede escapar de su average, pero en el intento de seguir bateando se encuentra con lo único que Aronofsky siempre le concede a sus criaturas: una dignidad mínima. No la redención sagrada, no la pureza del sacrificio, sino apenas la voluntad de seguir jugando aun cuando la derrota es casi segura.

El béisbol, decía Yogi Berra, “no se termina hasta que se termina”. Aronofsky parece suscribir esa máxima: sus personajes no se rinden nunca, aunque lo único que les espere sea otro golpe, otro out, otra caída al suelo. Y en esa obstinación radica la fuerza de Atrapado robando. Un thriller que se forma desde el dolor y el entretenimiento, y que demuestra que el strikeout también puede ser cinematográficamente glorioso.

Por Nicolás Medina
nicomedav