Las leyes de esta Ciencia Económica debían mantener su validez,
más allá de las diversidades de los sistemas socio-económicos
existentes en las diferentes sociedades.
La evolución, la visión diacrónica de la Economía,
no era objeto de investigación científica, se suponía que
la Historia, y más particularmente la Filosofía de la Historia,
se encargaría de dar cuenta de esas transformaciones. La Economía
construía modelos teóricos y constataba las distancias entre esos
modelos y las distintas realidades sociales.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la recomposición del ''orden''
mundial sienta las bases de un nuevo orden internacional. Las naciones beligerantes,
las que protagonizaron la Guerra, inician un proceso de reconstrucción,
dividiéndose en dos mundos: el capitalista y el socialista. Hoy sabemos
que de estos dos modos de reconstrucción, uno de ellos -el llamado socialista-
se agotó y comenzó a adoptar los principios básicos del
otro. De todas maneras, lo que interesa subrayar es que en estos dos mundos
se habló de construcción o de reconstrucción de la sociedad
maltrecha por la Guerra. Las economías occidentales conocieron los ''30
gloriosos años del crecimiento'' como se acostumbra a calificar el
período que va desde 1945 a 1975. En cuanto a las economías socialistas,
vivieron también una forma de crecimiento, llegando a competir con el
Occidente en las industrias bélica y espacial.
En este orden mundial, una buena parte de la humanidad quedó excluida.
Georges Balandier tuvo la genialidad de recordar el famoso ''Tercer Estado''
francés protagonista de la Revolución y llamar ''Tercer Mundo''
a esa zona marginal del sistema mundial. Hoy, ante la desaparición del
presunto ''Segundo Mundo'', ya no se sabe si se puede seguir hablando
de un ''Tercer Mundo''. Pero lo que importa subrayar es que para este
Tercer Mundo, nunca se empleó la palabra construcción o reconstrucción,
sino que se utilizó la palabra ''desarrollo'', ''development''
en inglés o ''développement'' en francés. En castellano,
tendríamos que hablar de ''desenvolvimiento''. No se está
ante una sociedad cuyos miembros intentan reconstruirla, sino ante un conjunto
humano que debe desenvolverse, como una larva se desenvuelve y da lugar a la
mariposa.
Es así que una parte del mundo debía reconstruirse y la otra
debía desarrollarse. En la Enciclopedia Universal, Balandier es el autor
del artículo sobre el desarrollo; en ese artículo, el análisis
se centra en las sociedades del Tercer Mundo; parecería que la noción
de desarrollo no abarca los procesos que se dan en el resto del planeta. Esta
génesis de la noción de desarrollo marcó sus contenidos
y orientó las acciones llevadas adelante por organismos internacionales
y por los países ''centrales''.
Desenvolverse o desarrollarse significó recorrer un camino predeterminado
gracias a un conjunto de ''leyes naturales'' que van marcando las etapas, los
avances y la superación de los bloqueos originados en las tradiciones
locales. No es un proceso construido en el que se supone que
existen constructores, sino un proceso natural sometido a determinadas
leyes metasociales que están referidas a procesos construidos por otros.
Los países en desarrollo deben seguir una línea evolutiva cuyo
punto de llegada está prefijado: la sociedad industrializada. No se necesitan
por lo tanto constructores de algo nuevo, sino más bien intérpretes
de las leyes universales del desarrollo. Una tendencia neo-evolucionista ha
estado en el centro de la mayoría de los estudios sobre el desarrollo.
LAS NUEVAS BUSQUEDAS
Para hablar hoy de desarrollo y de sus ambiguas connotaciones es necesario recordar
este proceso de génesis. Se puede entonces afirmar que la noción
misma está marcada por su origen ligado a los acontecimientos de la posguerra.
Pero también es cierto que en las décadas que han seguido a la
Guerra, la noción de desarrollo ha sido objeto de innumerables precisiones
a la luz de diferentes concepciones teóricas. Su contenido mítico
ha comenzado a debilitarse desde hace al menos treinta años.
Las ''ayudas al desarrollo'' han sido duramente criticadas por sus
efectos no esperados en las sociedades asistidas. Frecuentemente las formas
de organización social existentes antes de los procesos de ayuda, no
fueron sustituidas por nuevas articulaciones socio-económicas generadoras
de riqueza.
Una nueva conciencia de fracaso se generaliza y ocupa un lugar tan importante
como el del triunfalismo técnico. Los principios racionalizadores, las
lógicas estructurales, las elites eficaces no son ya tan creíbles
como lo eran en la posguerra.
¿Estamos asistiendo a una apertura de la noción de desarrollo
para transformarla en herramienta más pertinente de análisis?
¿O se trata de una noción fatalmente ligada a su origen etnocéntrico?
La investigación en este campo intenta responder a estas preguntas.
EL DESAFIO DE LA MUNDIALIZACIÓN
Las respuestas a estas preguntas no pueden eludir el dilema de la unidad y la
diversidad que atraviesa toda la sociedad contemporánea. El ser humano
está llegando a una construcción social que abarca el conjunto
del planeta, más allá de las multiplicidades culturales. Hoy como
nunca, los seres humanos estamos unidos por la misma información que
nos llega instantes después de haberse producido el hecho y estamos conectados
por redes complejas de interdependencia. Nuestras emociones, nuestras ideas,
nuestras acciones, se generan en un entramado de influencias que recorren todo
el planeta.
En esta sociedad contemporánea que ha logrado estos niveles de universalidad
planetaria, se despiertan sin embargo con insólita fuerza todas las diversidades
que caracterizan la vida humana. Desde siempre se han expresado las diferencias
identitarias basadas en la diversidad étnica, religiosa, socioeconómica;
ellas han generado frecuentemente guerras, conflictos diversos, dominación
de unos sobre otros, exterminaciones masivas. El siglo veinte conoció
toda esa violencia de manera dramática. Pero en este comienzo de siglo,
cuando una civilización que aspira a la mundialización se está
desarrollando, parecería que la explosión de las diferencias vuelve
imposible su instauración. En este sentido, nuestra época
está viviendo como ninguna otra el dilema de la unidad y la diversidad.
Quienes hemos trabajado los temas vinculados a las identidades locales, a la
singularidad, a las particularidades, nos hemos planteado desde hace alrededor
de veinte años, la relación entre estos procesos caracterizados
por lo específico y las tendencias contemporáneas a la mundialización.
Las preguntas que nos hacemos sobre esa relación están permanentemente
alimentadas por los sucesos que ocupan las primeras páginas de la información
periodística. La diferencia cobra sus víctimas todos los días
en todos los continentes. Pero ciertas lógicas de la globalización
producen destrucción de la vida y dejan millones de seres humanos en
la marginalidad y la exclusión.
¿LA MUNDIALIZACIÓN ES UNA NOVEDAD?
Para muchos de nuestros contemporáneos, estamos ante un proceso novedoso
para la humanidad, que hemos acordado en llamar ''mundialización''
o ''globalización''. Sin embargo es claro que han existido otros
procesos que han tendido igual que el actual a generar lógicas globales.
En un artículo del diario español ''El País'',
el articulista Carlos Alonso Zaldívar desarrolló algunas reflexiones
interesantes sobre la existencia de un proceso de mundialización similar
al de nuestros días, en las primeras décadas del siglo.
Constata que antes de la Primera Guerra Mundial la inversión extranjera
directa se calcula que fue del orden del 9% de la producción mundial
y que en 1991 ese mismo índice se situaba en un 8,5%. También
recuerda que países como Francia, Alemania o el Reino Unido mostraban
en 1913 un porcentaje del comercio exterior sobre el producto nacional similar
al de esos mismos países en 1994. De ésto no se puede deducir
que la globalización fuera alta o baja, pero sí se puede afirmar
que en los dos períodos señalados fue de magnitud relativa similar.
Recuerda Zaldívar que después de la etapa de globalización
de principios de siglo, se produjo un período fuertemente proteccionista
que incluyó las dos guerras mundiales.
Resulta particularmente ilustrativa esta reflexión para el tema que
queremos desarrollar. Ya hubo en el siglo XX una experiencia de aumento de la
globalización de los mercados. Se trata entonces de una experiencia cercana.
Pero lo que es más interesante aún, es que con posterioridad a
ese proceso se desarrolló una historia que debería servirnos de
lección. ¿Por qué surgieron las políticas proteccionistas,
los egoísmos nacionalistas y los delirios racistas después de
un período de aumento de la globalización? ¿Se podría
arriesgar la hipótesis de una reacción defensiva frente a la amenaza
globalizadora?
Otro analista -Gonzalo de la Maza- en un reciente trabajo dice: ''Los estudiosos
del ''tiempo largo'' muestran en cambio que el ciclo capitalista ha tenido al
menos dos olas de mundialización durante su desarrollo, situando la primera
en la década del 70, ¡pero del siglo XIX! ''Los mercados financieros
y otros mercados importantes quedaron estrechamente integrados en cuanto se
puso en funcionamiento el sistema internacional de cables telegráficos
submarinos, de forma que no diferían sustancialmente de los mercados
vinculados vía satélite y controlados por ordenador de hoy día.
De hecho la diferencia entre una economía internacional en la que la
información del mercado viajaba en barcos de vela y otra en la que se
transmite eléctricamente es fundamental. Los comentaristas olvidan a
veces que la economía abierta actual no es única'' (Hirst
y Thompson, citado en Arrighi y Silver, 2001).
¿La mundialización sería entonces una fase de una economía
cíclica? ¿O más bien estamos en los inicios de una nueva
etapa, muy distinta a las anteriores, que estaría anunciando transformaciones
fundamentales en la lógica económica?
LA MUNDIALIZACION ACTUAL
En todo caso, es necesario destacar que el actual proceso de mundialización
presenta algunas características que lo distingue de otros procesos análogos.
Michel Camdessus en una conferencia dictada en el Instituto Internacional Jacques
Maritain de Roma, define algunos aspectos de la actual mundialización.
Camdessus destaca que el proceso no se limita a una globalización de
los mercados, sino que es bastante más complejo. No existe una sola dimensión
globalizada. Para Camdessus, el proceso se acelera debido a la conjunción
de varios fenómenos: ''El fin de los controles de los cambios, las
innovaciones financieras y el progreso en la transmisión de la información
hacen que un mercado financiero mundial se haya implementado y funcione en tiempo
real.
- La organización de grandes empresas en estructura de redes mundiales,
omitiendo cada vez más las fronteras nacionales.
- En el campo de la información, la transmisión universal e instantánea
de las informaciones.
- En la esfera política, el fin del ''Gran Cisma'' y el triunfo, al menos
parcialmente, de la alianza de la democracia y del mercado.
- Finalmente con la toma de conciencia por parte de la opinión pública
mundial, que ciertos problemas fundamentales de nuestro tiempo son esencialmente
transnacionales. La protección del entorno es el ejemplo más evidente;
pero se trate de drogas, del SIDA, del dinero sucio, descubrimos problemas que
en su esencia, son de carácter internacional y no pueden ser resueltos
sino parcialmente, por cada Estado-Nación.''
La multidimensionalidad es una característica de la mundialización
actual. Esto la convierte en un fenómeno nuevo. No es posible medirla
únicamente según los índices de inversión extranjera
o según los porcentajes de comercio exterior. Lo que se globaliza es
el mercado, pero también inciden en este nuevo tipo de mundialización
las redes empresariales que cubren el planeta, las nuevas tecnologías
de la información, los graves problemas de las sociedades contemporáneas,
la extensión de las formas democráticas de convivencia.
El mercado globalizado es portador de un cierto desarrollo, pero también
lleva consigo un potencial de aplastamiento de los más débiles.
Buena parte de la conferencia de Camdessus citada más arriba, está
dedicada a reflexionar sobre la manera de lograr ''una práctica más
eficaz de la solidaridad'', como complemento necesario de un proceso de globalización,
que en su estadio actual, provoca un claro malestar en nuestros contemporáneos;
así se refiere a esa especie de angustia el ex Director del Fondo Monetario
Internacional: ''Un hecho salta a la vista: es la heterogeneidad de un fenómeno
que se aplica a los bienes, a los servicios, a los capitales, pero de una forma
muy desigual a los hombres. Todo sucede como si de alguna forma la globalización
estuviera aún deshabitada. Sus peligros, particularmente sociales,
saltan a la vista y contribuyen a una especie de angustia, una suerte de nuevo
''gran miedo'' de fin de milenio... La forma en que la economía de mercado
se implanta en las viejas economías planificadas, o en el modo en que
las reformas funcionan en muchos países en desarrollo coopera con estas
amenazas. Este método nos recuerda los momentos más crueles del
capitalismo salvaje del fin del siglo pasado. La sed de empleo y de ingresos
monetarios, la debilidad del Estado, son tales, que continuamente los derechos
de la personas y de los trabajadores son pisoteados. Corrupciones y violencias
se multiplican. Las industrias contaminantes son exportadas sin preocupación
alguna por el medio ambiente o la salud de las poblaciones. El crecimiento está
aquí sin duda, pero no ese crecimiento de alta calidad que nuestras instituciones
buscan promover ¿De qué vale esta mundialización si no
es más que un medio para los cínicos de escapar a toda norma ética
y legal?''
Las iglesias, los sindicatos, los partidos políticos, diversas asociaciones
civiles alertan sobre la deshumanización que parece dominar el actual
proceso de mundialización. Muchos sectores de la sociedad se movilizan
para denunciar ese mercado globalizado que deja a la mayoría de los seres
humanos sin ninguna posibilidad de ser protagonista, es decir de ejercer algún
control sobre el destino de la riqueza generada.
Pero frente a estas amenazas sentidas por nuestros contemporáneos, recordemos
la lección de la primera mitad del siglo. Probablemente la respuesta
proteccionista y sus excesos nacionalistas, racistas, etc., obedeció
a esa misma sensación de angustia generada por la oposición entre
mundialización e identidades. Hoy estamos obligados a generar respuestas
que no repitan los caminos de destrucción ya experimentados.
Por un lado, no podemos embanderarnos tras oposiciones fáciles, en las
que la mundialización aparezca como el mal absoluto y la defensa de las
identidades se transforme en un peligroso discurso mesiánico. Pero por
otro lado, la expresión ''globalización deshabitada''
que utiliza Camdessus para definir la situación actual, se está
refiriendo a una sociedad que se globaliza en su dimensión instrumental,
pero que ha perdido la capacidad de generar procesos identitarios que permitan
que el ser humano se reconozca en esa sociedad. Estamos entonces asistiendo
a una fuerte crisis de los procesos de construcción de las identidades
particulares.
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