Por José Arocena
Desarrollo, mundialización e identidades

El problema del desarrollo fue planteado en términos científicos muy recientemente. En la Economía dominó durante muchas décadas una visión ahistórica, que se orientó a la creación de una ciencia ''pura'' independiente de las otras disciplinas sociales.

Las leyes de esta Ciencia Económica debían mantener su validez, más allá de las diversidades de los sistemas socio-económicos existentes en las diferentes sociedades.

La evolución, la visión diacrónica de la Economía, no era objeto de investigación científica, se suponía que la Historia, y más particularmente la Filosofía de la Historia, se encargaría de dar cuenta de esas transformaciones. La Economía construía modelos teóricos y constataba las distancias entre esos modelos y las distintas realidades sociales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la recomposición del ''orden'' mundial sienta las bases de un nuevo orden internacional. Las naciones beligerantes, las que protagonizaron la Guerra, inician un proceso de reconstrucción, dividiéndose en dos mundos: el capitalista y el socialista. Hoy sabemos que de estos dos modos de reconstrucción, uno de ellos -el llamado socialista- se agotó y comenzó a adoptar los principios básicos del otro. De todas maneras, lo que interesa subrayar es que en estos dos mundos se habló de construcción o de reconstrucción de la sociedad maltrecha por la Guerra. Las economías occidentales conocieron los ''30 gloriosos años del crecimiento'' como se acostumbra a calificar el período que va desde 1945 a 1975. En cuanto a las economías socialistas, vivieron también una forma de crecimiento, llegando a competir con el Occidente en las industrias bélica y espacial.

En este orden mundial, una buena parte de la humanidad quedó excluida. Georges Balandier tuvo la genialidad de recordar el famoso ''Tercer Estado'' francés protagonista de la Revolución y llamar ''Tercer Mundo'' a esa zona marginal del sistema mundial. Hoy, ante la desaparición del presunto ''Segundo Mundo'', ya no se sabe si se puede seguir hablando de un ''Tercer Mundo''. Pero lo que importa subrayar es que para este Tercer Mundo, nunca se empleó la palabra construcción o reconstrucción, sino que se utilizó la palabra ''desarrollo'', ''development'' en inglés o ''développement'' en francés. En castellano, tendríamos que hablar de ''desenvolvimiento''. No se está ante una sociedad cuyos miembros intentan reconstruirla, sino ante un conjunto humano que debe desenvolverse, como una larva se desenvuelve y da lugar a la mariposa.

Es así que una parte del mundo debía reconstruirse y la otra debía desarrollarse. En la Enciclopedia Universal, Balandier es el autor del artículo sobre el desarrollo; en ese artículo, el análisis se centra en las sociedades del Tercer Mundo; parecería que la noción de desarrollo no abarca los procesos que se dan en el resto del planeta. Esta génesis de la noción de desarrollo marcó sus contenidos y orientó las acciones llevadas adelante por organismos internacionales y por los países ''centrales''.

Desenvolverse o desarrollarse significó recorrer un camino predeterminado gracias a un conjunto de ''leyes naturales'' que van marcando las etapas, los avances y la superación de los bloqueos originados en las tradiciones locales. No es un proceso construido en el que se supone que existen constructores, sino un proceso natural sometido a determinadas leyes metasociales que están referidas a procesos construidos por otros. Los países en desarrollo deben seguir una línea evolutiva cuyo punto de llegada está prefijado: la sociedad industrializada. No se necesitan por lo tanto constructores de algo nuevo, sino más bien intérpretes de las leyes universales del desarrollo. Una tendencia neo-evolucionista ha estado en el centro de la mayoría de los estudios sobre el desarrollo.


LAS NUEVAS BUSQUEDAS
Para hablar hoy de desarrollo y de sus ambiguas connotaciones es necesario recordar este proceso de génesis. Se puede entonces afirmar que la noción misma está marcada por su origen ligado a los acontecimientos de la posguerra.

Pero también es cierto que en las décadas que han seguido a la Guerra, la noción de desarrollo ha sido objeto de innumerables precisiones a la luz de diferentes concepciones teóricas. Su contenido mítico ha comenzado a debilitarse desde hace al menos treinta años.

Las ''ayudas al desarrollo'' han sido duramente criticadas por sus efectos no esperados en las sociedades asistidas. Frecuentemente las formas de organización social existentes antes de los procesos de ayuda, no fueron sustituidas por nuevas articulaciones socio-económicas generadoras de riqueza.

Una nueva conciencia de fracaso se generaliza y ocupa un lugar tan importante como el del triunfalismo técnico. Los principios racionalizadores, las lógicas estructurales, las elites eficaces no son ya tan creíbles como lo eran en la posguerra.

¿Estamos asistiendo a una apertura de la noción de desarrollo para transformarla en herramienta más pertinente de análisis? ¿O se trata de una noción fatalmente ligada a su origen etnocéntrico? La investigación en este campo intenta responder a estas preguntas.


EL DESAFIO DE LA MUNDIALIZACIÓN
Las respuestas a estas preguntas no pueden eludir el dilema de la unidad y la diversidad que atraviesa toda la sociedad contemporánea. El ser humano está llegando a una construcción social que abarca el conjunto del planeta, más allá de las multiplicidades culturales. Hoy como nunca, los seres humanos estamos unidos por la misma información que nos llega instantes después de haberse producido el hecho y estamos conectados por redes complejas de interdependencia. Nuestras emociones, nuestras ideas, nuestras acciones, se generan en un entramado de influencias que recorren todo el planeta.

En esta sociedad contemporánea que ha logrado estos niveles de universalidad planetaria, se despiertan sin embargo con insólita fuerza todas las diversidades que caracterizan la vida humana. Desde siempre se han expresado las diferencias identitarias basadas en la diversidad étnica, religiosa, socioeconómica; ellas han generado frecuentemente guerras, conflictos diversos, dominación de unos sobre otros, exterminaciones masivas. El siglo veinte conoció toda esa violencia de manera dramática. Pero en este comienzo de siglo, cuando una civilización que aspira a la mundialización se está desarrollando, parecería que la explosión de las diferencias vuelve imposible su instauración. En este sentido, nuestra época está viviendo como ninguna otra el dilema de la unidad y la diversidad.

Quienes hemos trabajado los temas vinculados a las identidades locales, a la singularidad, a las particularidades, nos hemos planteado desde hace alrededor de veinte años, la relación entre estos procesos caracterizados por lo específico y las tendencias contemporáneas a la mundialización. Las preguntas que nos hacemos sobre esa relación están permanentemente alimentadas por los sucesos que ocupan las primeras páginas de la información periodística. La diferencia cobra sus víctimas todos los días en todos los continentes. Pero ciertas lógicas de la globalización producen destrucción de la vida y dejan millones de seres humanos en la marginalidad y la exclusión.


¿LA MUNDIALIZACIÓN ES UNA NOVEDAD?
Para muchos de nuestros contemporáneos, estamos ante un proceso novedoso para la humanidad, que hemos acordado en llamar ''mundialización'' o ''globalización''. Sin embargo es claro que han existido otros procesos que han tendido igual que el actual a generar lógicas globales. En un artículo del diario español ''El País'', el articulista Carlos Alonso Zaldívar desarrolló algunas reflexiones interesantes sobre la existencia de un proceso de mundialización similar al de nuestros días, en las primeras décadas del siglo.

Constata que antes de la Primera Guerra Mundial la inversión extranjera directa se calcula que fue del orden del 9% de la producción mundial y que en 1991 ese mismo índice se situaba en un 8,5%. También recuerda que países como Francia, Alemania o el Reino Unido mostraban en 1913 un porcentaje del comercio exterior sobre el producto nacional similar al de esos mismos países en 1994. De ésto no se puede deducir que la globalización fuera alta o baja, pero sí se puede afirmar que en los dos períodos señalados fue de magnitud relativa similar. Recuerda Zaldívar que después de la etapa de globalización de principios de siglo, se produjo un período fuertemente proteccionista que incluyó las dos guerras mundiales.

Resulta particularmente ilustrativa esta reflexión para el tema que queremos desarrollar. Ya hubo en el siglo XX una experiencia de aumento de la globalización de los mercados. Se trata entonces de una experiencia cercana. Pero lo que es más interesante aún, es que con posterioridad a ese proceso se desarrolló una historia que debería servirnos de lección. ¿Por qué surgieron las políticas proteccionistas, los egoísmos nacionalistas y los delirios racistas después de un período de aumento de la globalización? ¿Se podría arriesgar la hipótesis de una reacción defensiva frente a la amenaza globalizadora?

Otro analista -Gonzalo de la Maza- en un reciente trabajo dice: ''Los estudiosos del ''tiempo largo'' muestran en cambio que el ciclo capitalista ha tenido al menos dos olas de mundialización durante su desarrollo, situando la primera en la década del 70, ¡pero del siglo XIX! ''Los mercados financieros y otros mercados importantes quedaron estrechamente integrados en cuanto se puso en funcionamiento el sistema internacional de cables telegráficos submarinos, de forma que no diferían sustancialmente de los mercados vinculados vía satélite y controlados por ordenador de hoy día. De hecho la diferencia entre una economía internacional en la que la información del mercado viajaba en barcos de vela y otra en la que se transmite eléctricamente es fundamental. Los comentaristas olvidan a veces que la economía abierta actual no es única'' (Hirst y Thompson, citado en Arrighi y Silver, 2001).

¿La mundialización sería entonces una fase de una economía cíclica? ¿O más bien estamos en los inicios de una nueva etapa, muy distinta a las anteriores, que estaría anunciando transformaciones fundamentales en la lógica económica?


LA MUNDIALIZACION ACTUAL
En todo caso, es necesario destacar que el actual proceso de mundialización presenta algunas características que lo distingue de otros procesos análogos. Michel Camdessus en una conferencia dictada en el Instituto Internacional Jacques Maritain de Roma, define algunos aspectos de la actual mundialización. Camdessus destaca que el proceso no se limita a una globalización de los mercados, sino que es bastante más complejo. No existe una sola dimensión globalizada. Para Camdessus, el proceso se acelera debido a la conjunción de varios fenómenos: ''El fin de los controles de los cambios, las innovaciones financieras y el progreso en la transmisión de la información hacen que un mercado financiero mundial se haya implementado y funcione en tiempo real.
- La organización de grandes empresas en estructura de redes mundiales, omitiendo cada vez más las fronteras nacionales.
- En el campo de la información, la transmisión universal e instantánea de las informaciones.
- En la esfera política, el fin del ''Gran Cisma'' y el triunfo, al menos parcialmente, de la alianza de la democracia y del mercado.
- Finalmente con la toma de conciencia por parte de la opinión pública mundial, que ciertos problemas fundamentales de nuestro tiempo son esencialmente transnacionales. La protección del entorno es el ejemplo más evidente; pero se trate de drogas, del SIDA, del dinero sucio, descubrimos problemas que en su esencia, son de carácter internacional y no pueden ser resueltos sino parcialmente, por cada Estado-Nación.''

La multidimensionalidad es una característica de la mundialización actual. Esto la convierte en un fenómeno nuevo. No es posible medirla únicamente según los índices de inversión extranjera o según los porcentajes de comercio exterior. Lo que se globaliza es el mercado, pero también inciden en este nuevo tipo de mundialización las redes empresariales que cubren el planeta, las nuevas tecnologías de la información, los graves problemas de las sociedades contemporáneas, la extensión de las formas democráticas de convivencia.

El mercado globalizado es portador de un cierto desarrollo, pero también lleva consigo un potencial de aplastamiento de los más débiles. Buena parte de la conferencia de Camdessus citada más arriba, está dedicada a reflexionar sobre la manera de lograr ''una práctica más eficaz de la solidaridad'', como complemento necesario de un proceso de globalización, que en su estadio actual, provoca un claro malestar en nuestros contemporáneos; así se refiere a esa especie de angustia el ex Director del Fondo Monetario Internacional: ''Un hecho salta a la vista: es la heterogeneidad de un fenómeno que se aplica a los bienes, a los servicios, a los capitales, pero de una forma muy desigual a los hombres. Todo sucede como si de alguna forma la globalización estuviera aún deshabitada. Sus peligros, particularmente sociales, saltan a la vista y contribuyen a una especie de angustia, una suerte de nuevo ''gran miedo'' de fin de milenio... La forma en que la economía de mercado se implanta en las viejas economías planificadas, o en el modo en que las reformas funcionan en muchos países en desarrollo coopera con estas amenazas. Este método nos recuerda los momentos más crueles del capitalismo salvaje del fin del siglo pasado. La sed de empleo y de ingresos monetarios, la debilidad del Estado, son tales, que continuamente los derechos de la personas y de los trabajadores son pisoteados. Corrupciones y violencias se multiplican. Las industrias contaminantes son exportadas sin preocupación alguna por el medio ambiente o la salud de las poblaciones. El crecimiento está aquí sin duda, pero no ese crecimiento de alta calidad que nuestras instituciones buscan promover ¿De qué vale esta mundialización si no es más que un medio para los cínicos de escapar a toda norma ética y legal?''

Las iglesias, los sindicatos, los partidos políticos, diversas asociaciones civiles alertan sobre la deshumanización que parece dominar el actual proceso de mundialización. Muchos sectores de la sociedad se movilizan para denunciar ese mercado globalizado que deja a la mayoría de los seres humanos sin ninguna posibilidad de ser protagonista, es decir de ejercer algún control sobre el destino de la riqueza generada.

Pero frente a estas amenazas sentidas por nuestros contemporáneos, recordemos la lección de la primera mitad del siglo. Probablemente la respuesta proteccionista y sus excesos nacionalistas, racistas, etc., obedeció a esa misma sensación de angustia generada por la oposición entre mundialización e identidades. Hoy estamos obligados a generar respuestas que no repitan los caminos de destrucción ya experimentados.

Por un lado, no podemos embanderarnos tras oposiciones fáciles, en las que la mundialización aparezca como el mal absoluto y la defensa de las identidades se transforme en un peligroso discurso mesiánico. Pero por otro lado, la expresión ''globalización deshabitada'' que utiliza Camdessus para definir la situación actual, se está refiriendo a una sociedad que se globaliza en su dimensión instrumental, pero que ha perdido la capacidad de generar procesos identitarios que permitan que el ser humano se reconozca en esa sociedad. Estamos entonces asistiendo a una fuerte crisis de los procesos de construcción de las identidades particulares.


Revista Dosmil30.
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