Montevideo COMMmontevideo portalmontevideo conectamontevideo desarrolla
ahora estás en los barrios
Archivo

 



PUBLICITE
EN EL PORTAL

Mi calle

26.10.2004

    
Mi calle, mi callecita, mi mundo. Claro, hace tanto tiempo, que sé yo si mucho o poco tiempo, pero era todo mi mundo.
Mi callecita se llamaba (se llama Balta Ojeda) y estaba muy pegadita a nuestro tan querido Prado. Era cortita, quizás para que todos estuvieramos más juntos.

Mi adorada callecita terminaba en un muro de verdor que formaban esas tan hermosas campanitas azules y más allá LA QUINTA DE DON ANGEL, que así la llamabamos porque la cuidaba Don Angel, un tano de los de antes que una vez desembarcó por aquí.

El muro de campanitas oficiaba de "guard rail" ¡qué término moderno!; claro, nos soportaba a nosotros (eramos cuatro o cinco loquillos de apenas 6, 7 u 8 años) que en desenfrenada carrera con nuestras bicicletas nos precipitabamos hacia él y allí caíamos (muchachos y bicicletas) entre risas, bromas y de vez en cuando, como no, con algún rictus de dolor; llorar estaba prohibido, hubiéramos sido expulsados inmediatamente del grupo.

Los deberes se hacían luego de la merienda, rapidito, porque luego, a la calle, a la bicicleta, a la pelota generalmente de trapo y casi siempre Yo era golero, por patadura; una vez me regalaron una GLOBA y me dí el gusto de jugar dónde quise porque era el dueño de una pelota de verdad.

Mi callecita que tanto añoro, sé que tu alma vive y si las calles pueden escuchar el sonido de los recuerdos, que seguro estoy, que ahora, como Yo, sientes los ojos húmedos, pero no de tristeza por el tiempo ido, sino de alegría por recordar, hoy juntos, vos y yo, aquel mundo que fue mío, muy mío, todo mío. No importa lo que pasó después, mi calle; no importa porque aquel entonces vive, vibra y está despierto y pronto a acogerme, a lo mejor en otro mundo, en otro momento, en otra vida.

Que hermoso sería si alguno de aquellos niños, amigos de andanzas y travesuras en mi calle, en mi mundo, hoy leyeran esto, porque así, de pronto, nuestras almas se sentirían cerca, muy cerca, cerquita, como cuando estabamos en mi callecita y como dijo una vez el inolvidable Wimpi, le pido a Dios, que siendo amo y señor de tan enorme cielo, reserve un pedacito chiquito, muy chiquito para que mi calle encuentre allí, el día que sea necesario, el lugarcito, humilde como ella, que le permita descansar por toda la eternidad.


Por  Humberto De León (el Negro)














INFO. CONTACTO, COPYRIGHT.