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Gorro + barba = Pipa


En otro capítulo de nuestra sección ¿Qué es de la vida?, recordamos al Pipa Ruben Rodríguez, su gran etapa como arquero del Cerro más exitoso de los 90, un récord mundial atajando penales, la fractura que le impidió ser campeón de América con la selección uruguaya, y su presente en una emergencia móvil y arbitrando el Torneo Interfacultades.


Nacido el 26 de octubre de 1967, muchos ignoran los comienzos de Ruben Rodríguez en el fútbol. En realidad, son más los que creen que se trata de un desconocido si le llaman por su nombre y no por su sobrenombre. De hecho, se lo conoce por su apodo, look y temperamento. Al Pipa Rodríguez, un símbolo en el arco de Cerro durante los tres mejores años del club en la década del 90, nadie se lo imagina sin su gorro y barba (más allá de que jugó algunos años afeitado), aunque pocos saben el por qué de su look.

 

"Un día en las inferiores de River me comí un gol bobo por el sol, y un técnico me dijo que en los días soleados tenía que usar gorro. Al partido siguiente me puse uno, y de ahí en más nunca me lo saqué, ni siquiera en los partidos con lluvia", contó a Montevideo Portal, aclarando que ese River no tiene nada que ver con el del Prado. "Hice las inferiores en River Plate argentino, porque mis padres se habían ido para allá durante la dictadura". En el club millonario, fue compañero de Gustavo Zapata y del recordado Claudio Paul Caniggia.

Sin embargo, no llegó a la Primera División con la banda roja, y tuvo que iniciar un periplo por el ascenso. Luego de jugar por Arsenal de Sarandí y El Porvenir, fue a parar a Tembetarí de Paraguay, hasta que un problema reglamentario le impidió pedir pase para retornar al ascenso argentino. "A mediados de 1990 llegué a Cerrito, jugué 1991 y 1992, y al año siguiente llegué a Cerro", club en donde dice haber alcanzado su mejor nivel.

La etapa de Cerro

"Fue mi mejor etapa", recuerda, y le valió ser citado a la selección en 1995. Con fama ganada en la cancha de tipo temperamental, se metió en la historia por una hazaña que ningún otro arquero logró. El Pipa contuvo los cuatro penales que le patearon en una definición de una Liguilla frente a Progreso, en 1994. Así, se metió en la historia grande de la institución, que en 1995 jugó por primera vez en su historia la Copa Libertadores de la mano de Gerardo Pelusso, un técnico al que destacó como uno de los mejores "entre muchos buenos que tuve".

"Gerardo fue el único técnico que yo vi, capaz de cambiarte un partido en el entretiempo. Si ves los equipos de él, muchas veces hacen la diferencia en los primeros 15 minutos del segundo tiempo. Es un entrenador que con sus charlas cambia. Te dice tres cosas concretas y claras, no te aturde, es calmado, ve bien el fútbol y lo sabe explicar. Eso es fundamental, porque hay varios que entienden el fútbol pero no lo saben explicar", manifestó.

"En Cerro viví cosas muy importantes, como ese récord, la Copa Libertadores ganándole a Independiente en el Tróccoli, y el haber llegado a la selección", pero no todas fueron buenas. "Hice una gira con la selección en lo previo a la Copa América de 1995, y el Pichón Núñez me dijo que estaba puesto entre los 22. Los otros dos arqueros eran (Claudio) Arbiza y (Óscar) Ferro, y Fernando Álvez no estaba", recordó, hasta que la suerte le jugó una mala pasada y lo dejó mirando el torneo por televisión.

"Se adelantó un partido contra Progreso en el Tróccoli, el 8 de mayo de 1995, y me fracturé la tibia y el peroné. Estuve ocho meses parado y me costó mucho tiempo recuperar mi nivel", dijo, explicando que "en mi mejor momento fui levantando mi nivel y ni cuenta me daba, por el ritmo del día a día. El hecho de estar practicando con los fenómenos que había en la selección, hace que te vayas superando. Te contagiás del grupo con tipos que tenían gran experiencia internacional, como Francescoli, Paolo Montero (quien también se perdió la Copa América por una fractura) o Bengoechea".

Ya no era el de antes

Recién pudo volver en 1996, pero ya no era el mismo Pipa. Recaló en Palestino de Chile, retornó al país para jugar en Rentistas el Clausura de 1997, y luego pasó por Unicosta de Colombia y Miramar Misiones hasta llegar a Guaraní de Paraguay, club en el que recién pudo retomar su nivel. "Jugamos la Libertadores y fuimos vicecampeones en el año 2000, y recién ahí volví a ser el de antes de la fractura".

En el fútbol guaraní, tuvo la oportunidad de enfrentar a quien considera el rival más temible que tuvo a la hora de armar una barrera. "Guido Alvarenga le pegaba que era un infierno", destacó, aunque no quiso dejar fuera de esa lista a "otros monstruos" como Fabian O'Neill, Álvaro Recoba o Pablo Bengoechea, a quien "me tuve que fumar en el quinquenio de Peñarol. Las metía todas de tiro libre".

Ese Pipa versión Guaraní fue el último descollante que se vio. Luego, recaló en Sud América y El Tanque Sisley, siendo famoso un incidente que protagonizó en la IASA jugando las finales por un ascenso con Miramar Misiones en el año 2002. "Fue un desastre, terminamos varios presos. Había mucha gente de Miramar que entró a festejar porque subieron, se armó un lío tremendo y fue una batahola generalizada. Hoy miro hacia atrás y lo pienso, y me doy cuenta que fue una locura; algo que nunca debió suceder, con reacciones fuera de lugar de las dos partes", reflexionó.

Parte del temperamento de un jugador que cuando empezó a tomar notoriedad en Cerro, era apuntado por algunos sectores de la prensa como "el nuevo Rodolfo Rodríguez", por su identificación con Cerro, las muy buenas condiciones mostradas y la vehemencia a veces empleada a la hora de salir a buscar una pelota con decisión. "Mi temperamento se explica por mi forma de ser. Si no entrenaba, no podía jugar, y a mí me costó todo. Yo entraba a la cancha a defender lo mío, y no admitía otra manera de jugar que dejando todo", explicó.

El final y el hoy

Ya con 36 años y después de haber jugado en El Tanque Sisley, "las propuestas que tuve no me satisfacían, estaba viendo el retiro como algo más cercano, y además tenía el curso de técnico. Justo Ruben Israel me llamó para ser su asistente en Atenas, y me gustó y colgué los guantes. Prefería ser un ayudante joven antes que un arquero viejo. Después estuve de ayudante de Miguel Mesa en 2006, pasé por Bella Vista en 2007 cuando Yeladián se mandó una flor de campaña con Leonardo Burián a préstamo, y también trabajé de ayudante de Edison Machín en Rentistas".

Su último contacto formal con el fútbol fue entre 2009 y 2010 como entrenador de arqueros en Boston River, hasta que se alejó definitivamente del ambiente. Si bien tuvo una propuesta de Cerro para entrenar arqueros, no hubo acuerdo y hoy sigue con su vida trabajando para una empresa de emergencia móvil. "Llevo a los médicos en una empresa que trabaja por la Costa de Oro", cerca de donde siempre vivió. "Siempre viví en el Pinar, hasta cuando jugaba en Cerro", a pesar de la distancia.

Con dos hijos, de 7 y 11 años, él a los 44 se saca las ganas de pisar una cancha al menos desde otra función. "Por medio de Marcelo Palumbo, un profe conocido, llegué a Bienestar Estudiantil y los sábados arbitro en el Torneo Interfacultades. Precisaba gente de fútbol para llevar a los gurises adentro de la cancha, y llevo ya tres años dirigiéndolos. Yo me divierto haciéndolo y los gurises me conocen. Capaz que de fútbol y de reglamento no sé nada, pero sé lo que es la mala intención. Te llevo una falta de esas que llegás tarde a una pelota por no tener oficio o estado físico, pero no por mala leche. Uno a veces pega sin querer, pero yo sé distinguir al que pega por gusto y al que pega sin intención".

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