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El capitán Tito


Si hay un jugador que merece que retiren su número de camiseta o que le realicen una estatua, es Néstor Gonçalves, el más ganador de la historia del fútbol uruguayo. El Tito, símbolo de Peñarol, es intendente de Las Acacias y vive en Parque Posadas, aunque a los 75 años dice sentirse a gusto “en el campo, donde la televisión todavía no hizo estragos”.


Si la Real Academia Española decidiera incorporar su nombre como sinónimo de ganador, nadie pondría objeciones. Néstor Gonçalves, el último gran caudillo que se calzó la camiseta celeste, es el futbolista con más títulos en el fútbol uruguayo. Su vitrina personal le gana por goleada a la de varios clubes, que en años de historia no llegan ni a la mitad de lo que el Tito logró en 14 temporadas con una sola casaca.

Nacido en el pueblo artiguense de Cabellos, a 629 kilómetros de ese Estadio Centenario donde se cansó de dar vueltas olímpicas, no pateó pelotas de cuero durante su infancia porque “no había dónde comprarlas”, según comentó en diálogo con Montevideo Portal. “Un día mi madre ganó una con un producto que venía con un tubito y decía ‘vale por una pelota’. Llegó como a los 20 días”, aunque nunca pudo pegarle.

“Era de tiento, una boquita cosida a tiento. El encargado de mantener las quintas de mi casa del pueblo empezó a inflarla con el inflador del coche, pero no tenía noción de las libras ni de la presión y reventó la cámara. Nos quedamos todos esperando el pique de la pelota”, recuerda, y “otra vez a las andadas, a sacarles las medias a mi mamá o mis hermanas para hacer una y que no se dieran cuenta. El orgullo era para el que hacía la mejor pelota”.

La falta de balones no le impidió ya a los 13 años ganar su primer trofeo, que todavía conserva, en un campeonato donde defendiendo a Cabellos enfrentó a Gomensoro y Bella Unión entre otros. De allí pasó al Universitario de Salto, donde ganó tres de los cuatro campeonatos salteños que disputó, hasta llegar a la celeste incluso antes que a Peñarol.

Un amistoso de la selección de Salto contra la de Uruguay le valió el pasaje a la Copa América de Perú 1957, en un equipo que dirigía Juan López y que contaba con grandes figuras, pero ninguna de Peñarol, ya que los aurinegros estaban de gira por Europa.

Tras jugar tres de los seis partidos de la celeste, llegó a Montevideo y lo quisieron varios, pero él ya le había dado la palabra a los mirasoles, que lo disfrutaron desde el 28 de abril de ese año hasta el 28 de noviembre de 1970. En ese lapso vistió la amarilla y negra en 571 partidos, siendo el jugador con más presencias en la historia del club.

En esas 14 temporadas acumuló nueve campeonatos uruguayos, tres Copas Libertadores, dos intercontinentales y una Supercopa de Campeones Intercontinentales. Sí, más títulos que años con la camiseta de Peñarol. En Uruguay, nadie ganó más que él.

Jugó todos los partidos de Uruguay en los mundiales de Chile 1962 e Inglaterra 1966, y no sólo se aburrió de ganar títulos, sino que inmortalizó su característica “vueltita” en el mediocampo con la número 5 siempre en la espalda. Protagonizó duelos coperos históricos defendiendo a la amarilla y negra (ver más aquí), y dice haber disfrutado más el 4-2 contra River Plate en Santiago de Chile que el 2-0 ante Real Madrid en Chamartín, hoy Santiago Bernabéu.

En aquella histórica final de la Libertadores 1966 recuerda una jugada que quedó en la historia, cuando el arquero millonario Amadeo Carrizo paró de pecho un remate débil de Alberto Spencer. “Tuvo una gran importancia esa jugada, todavía la estoy viendo. Le dijimos a Alberto, ‘¿y esto Alberto? ¿Qué es esto?’ Y Alberto entró a disputar todas las pelotas habidas y por haber, porque al igual que nosotros lo tomó como una tomada de pelo. Y empezó a luchar y terminó metiendo dos goles”.

En épocas donde se reclama que un número de camiseta sea retirado por parte de un club, o años después de haber construido una estatua en homenaje a un jugador, cuesta imaginar entonces cuál sería el premio acorde con un hombre que ganó tanto. Hasta parece poco ponerle su nombre a una de las tribunas del nuevo estadio.

Su gigante palmarés le valió ser elegido por Peñarol para acompañar al presidente Juan Pedro Damiani y al ex goleador Fernando Morena a recibir el 11 de mayo en Londres el premio de Mejor Club de América del Siglo XX por parte de la IFFHS.

Actualmente es intendente en Las Acacias, donde juegan los juveniles aurinegros, y lleva 20 años en ese cargo. “Nunca me alejé del fútbol”, asegura a sus 75 años el eterno capitán.

Si bien vive en el Parque Posadas, en la zona del Prado, no es allí donde más disfruta. “Me gusta el monte, el campo. No me integro del todo a la sociedad, es algo que me sobrepasa. Prefiero la tranquilidad, la paz. Hablar con un gaucho, con un paisano, eso es cosa sana”.

“Hay mucho mentiroso, mucho falso. Prefiero irme donde la televisión todavía no ha llegado, donde no hizo estragos”, dice, sin olvidarse de volver a su Cabellos natal, donde “consigo el alimento espiritual que necesito y lleno el tanque con ese combustible que me da para tirar por nueve o 10 meses”. Tito Gonçalves, sinónimo de ganador.

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