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¿Qué es de la vida de Dorta?


Diego Martín Dorta es un abonado a la palabra juventud. Joven debutó en Central, fue campeón con Peñarol, comenzó un periplo de rebeldes lesiones y tuvo que retirarse con 27 años. Hace poco más de una década vive gracias a un salón de fiestas, y este año retomó el contacto con el fútbol como empresario. Joven, claro está.


El inicio de la carrera de Diego Martín Dorta como futbolista fue como esas historias de hace no tanto tiempo que hoy cuesta cada vez más encontrar. El pibe que a los 16 años debutó en Central Español, en 1988, soñaba con jugar en el club del que era hincha.

En 1989 llegó a Peñarol, el equipo de sus amores, e inició un periplo en el que vivió buenas y malas. Con varios cambios de entrenadores en el medio, tuvo su merecida recompensa en 1993 en un partido ante Cerro, cuando un gol suyo con pecho y zurdazo le dio la ventaja parcial al conjunto carbonero que esa tarde empató a uno y se coronó campeón después de siete años, a estadio repleto.

Antes de aquel partido en el estadio, que culminó con la recordada invasión a la cancha de los hinchas de Peñarol, emocionados luego de siete años sin títulos, Dorta ya se había convertido en un referente de los aurinegros y de las selecciones juveniles.



Con los carboneros ya había demostrado ser un 5 de esos que no se encuentran con frecuencia, con marca y también mucho fútbol. Jugando por Uruguay, fue el artífice de la victoria ante Argentina 2 a 1 en el Preolímpico de 1992, que dejó eliminada a una albiceleste llena de estrellas.

Aquella definición ante Cerro, que batió la estirada del recordado Pipa Rodríguez, fue el comienzo de una historia llamada Quinquenio, en la que el mediocampista jugó 46 partidos, metió tres tantos y fue expulsado en cuatro oportunidades, hasta que a mediados de 1995 fue transferido a Independiente, donde estuvo dos temporadas y media.

Con mucha garra en el mediocampo y prolijidad a la hora de entregar el balón, se ganó su lugar en la selección uruguaya y estuvo en el último logro importante. La Copa América de 1995 lo tuvo 411 minutos en cancha, con presencia en todos los encuentros y siendo titular en cinco de los seis compromisos.

Quien seguramente aún lo recuerde sea René Higuita, el arquero al que le gustaba salir del arco con la pelota dominada hasta que el dueño de la casaca charrúa número 21 lo hizo volar casi hasta el banco de suplentes visitante. En la semifinal del torneo, el colombiano atajó un tiro libre y se mandó al ataque por la línea de la América, pero el trancazo del volante aurinegro lo frenó en seco y generó un tumulto que luego no pasó a mayores.

Ese año, "fue el mejor de mi carrera en cuanto a logros", recordó Dorta en diálogo con Montevideo Portal, ya que "ganamos la Liguilla a principio de año con Peñarol, después el Apertura, Copa América y la Recopa con Independiente en el segundo semestre".

El buen nivel le hizo merecer la ansiada transferencia a Italia, y cuando estaba todo arreglado para que jugara en Cagliari (antes de la final ante Liverpool por el Apertura 1995) apareció el problema de las lesiones, que lo acompañó hasta hacerlo retirar del fútbol demasiado joven.

El desprendimiento del tendón de Aquiles lo tuvo demasiado tiempo inactivo, y cuando quiso volver apenas estuvo 72 minutos en cancha en seis meses. La lesión que se produjo jugando por Peñarol nunca fue reconocida por el club, que alegó que el futbolista fue operado por el médico de la selección uruguaya y fue allí donde padeció lo que fue el principio del fin.

A los 27 años abandonó la actividad profesional y al tiempo realizó un reclamo contra Peñarol, (que nunca le pagó un centavo de la recuperación) sin éxito. El calvario económico y el adiós al fútbol, transformaron en 13 años aquel sueño del pibe que se calzaba la camiseta del equipo del que era hincha, en una pesadilla de un hombre que "se acostumbra tanto a jugar al fútbol que parece que no sabe hacer otra cosa".

El después

Sin embargo, no saber no es sinónimo de no poder. "Con mi señora pusimos un negocio, un salón de fiestas y eventos, y hasta hoy se mantiene en pie el emprendimiento", cuenta orgulloso.

Claro que el hecho de estar tan metido en el negocio le hizo tener ocupados los fines de semana, por lo que se alejó más del fútbol y "entre semana me iba enterando de los resultados de los domingos".

Lejos del ambiente se mantuvo hasta principios de este año, cuando Marcelo Tejera (compañero en una selección sub 16) lo invitó a formar parte de un nuevo emprendimiento. El exquisito ex volante de Defensor Sporting entre otros tantos clubes, es agente FIFA y desde que colgó los botines se dedica a la representación de jugadores.

"Extrañaba el fútbol. Es algo que me gusta, me vincula, y me hace ir al estadio a ver chicos", narra Dorta, quien reconoce que volver al ambiente "no es fácil, porque está distinto a cuando yo jugaba, y como siempre y en todos lados hay gente buena y mala. Uno se adapta para no tener problemas, y la forma de manejarse y de llegarle al jugador es siendo sincero".

Dentro de las amistades del ambiente, recuerda a Ricardo Canals, Paolo Montero y José Batlle Perdomo, "un tipo al que tenía como espejo y era un referente. Me enseñó muchísimo y al día de hoy mantengo una linda relación".

A la hora de destacar entrenadores, se queda con Luis Romero, de las divisiones inferiores de Central Español, y con Gregorio Pérez, "un gran tipo que armó un muy buen grupo". A pesar de que el DT le pidió que jugara una final aún corriendo el riesgo de una lesión que finalmente le impidió la transferencia a Cagliari, "no le guardo ningún tipo de rencor. Al contrario, le estoy muy agradecido. Además, nadie me obligó a jugar. En todo caso, fue un error mío".

El padre de Ana Belén (de nueve años) y Juan Martín (de seis) Dorta, hace hincapié en esa última afirmación para darle un consejo a futuro a su hijo, quien da sus primeros pasos en el Club Maeso. "Le recomendaría no descuidarse tanto en el tema de las lesiones, porque la posibilidad de jugar cosas trascendentes no es única, y está siempre. Le diría que fuera más egoísta en ese sentido, porque el físico es muy importante".

Claro que como padre las aspiraciones no se quedan ahí nomás, ya que "tiene que estudiar, y hay que incentivarlo para que haga lo que le gusta". En una de esas, jovencito aún, ya está forjando otro sueño de un nuevo pibe que, por qué no, en un futuro puede vestirse con los colores que lleva en su corazón y estirar unos cuantos años más una película que quedó trunca.

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