29 / Mayoría moral

player

Descargar en formato podcast

Una característica bastante evidente
de los debates mediáticos mas recientes
es la inmediata aparición 

de la reacción pasional
como argumento
como elemento de peso
y sobre todo
como autoridad moral
que se levanta, total,
por encima de datos, razones,
otros argumentos y otras opiniones
y que anula con su propia esencia
la posibilidad de dialogar
y eventualmente convivir
con la diferencia.

Supongo que una de las razones
para que la "autoridad moral"
sea considerada el argumento final,
es decir, el que exime de razonar las situaciones,
sea lo fácil que es acceder a ella:
cualquiera puede indignarse y tomar partido,
cualquiera puede golpearse el pecho
y declararse malherido
por un acto que cree injusto

Y justo
por esa delicada pendiente
es por la que se ha venido deslizando
el debate mas reciente.
Primero se pasó a considerar racista
a todo el que no apoyara las "bondades"
de una ley que introduce la etnia
como elemento preferencial
en el acceso al Estado.
Una medida que de política pública tiene poco
ya que tiene coste cero
y se limita a jugar de manera mas bien inmoral
con el poder de tener un Estado para manejar.

Ya ahí la pasión, la superioridad moral
que se le supone a la "bondad" de la medida
le pasó completamente por arriba
a los argumentos, al debate franco y honesto
que recordaba que en lo publico el trabajador
existe para el puesto
y no al revés

Poco tiempo después
se agitaron mas banderas raciales
y emocionales
para "argumentar" sobre un caso
que finalmente la justicia consideró
una muy fea pelea entre borrachos,
donde una de las partes abusó
de su numero
y por eso terminó
en cana.

Y cuidado con que a alguien
le diera por comentar algo
que no estuviera encuadrado
dentro de lo que la nueva mayoría moral
consideraba correcto y justo.
Una "mayoría" que, convengamos, no es tal
si no solo el grupo de personas
que tiene acceso a los medios
al estado, a formar opinión publica,
en definitiva, cercanía o acceso al poder.

Y finalmente
ante la muerte del presidente
venezolano Hugo Chávez
hizo su aparición un nuevo escalón:
la reivindicación directa de la "violencia" de los buenos.
A saber, que la idea de que apretar, escrachar
o si se tercia, asesinar a unos cuantos vecinos
no solo es deseable y necesaria
si no que debe hacerse con orgullo,
mostrando nombre y apellido
ya que esa violencia es "justa"
y esos vecinos, seguramente,
se lo tienen merecido.
Es decir, si el capitalismo es tan malo
que produce monstruos anónimos
como "el mercado"
entonces es justo que nosotros, los revolucionarios
(y Chávez habría sido "el primero de nosotros"),
impulsemos nuestros propios monstruos,
llevados en andas por la "necesidad de la historia"
o alguna otra tontería ideológica pseudo científica,
igualmente imposible de contrastar pero, eso si,
de color rojo sangre
y muy emocional.

En resumen, que la emoción
le viene comiendo las piernas a la razón.
Y, mira por donde, no lo hace desde la derecha
que, como la mentira, tiene las patas muy cortas,
si no desde los que están tan completamente convencidos
de ser los justos, los buenos, los elegidos,
que ya no pierden el tiempo en encontrar argumentos,
exponer sus razones y explicar su sentido.
Una nueva mayoría moral
que, aunque no es tal,
hoy campea con el brillo
de la certeza entre los dientes.
Olvidando que fueron siempre las razones
la mejor parte del corazón
y de la mejor tradición
de las izquierdas.