En las últimas décadas, el turismo en la costa oceánica uruguaya adquirió un alto significado económico. Los arenales litorales, antes despreciados por los poseedores de tierras, superaron con creces el valor de las pasturas interiores. Esto impulsó a los dos propietarios privados del lugar y al Estado a iniciar juicios contra los ocupantes y promover la demolición de casas.

El hecho es que la población de Cabo Polonio depende económicamente de la afluencia turística. Aún aquellos hogares que obtienen recursos de la pesca, de trabajos rurales o artesanos, no pueden prescindir de los ingresos aportados por los veraneantes. Esta circunstancia liga la suerte de la comunidad estable a la continuidad del balneario.

Dice Dayci Vivas, vecina del lugar:

"Las autoridades han dicho que la población local sería protegida pero que serían eliminados el resto de las viviendas. Nosotros, que dependemos de los veraneantes para subsistir, necesitamos que si se suprime esa fuente de trabajo se nos posibilite otra antes."

Pero, el vínculo que une a vecinos y veraneantes no es sólo económico:

"Los residentes temporarios, la gente que con nosotros hizo posible que el Polonio actual existiera, tienen un arraigo y un vínculo tan intenso con los pobladores estables que para nosotros sería desastroso que no estuvieran.

"Si nos dejan totalmente solos nos morimos de hambre pero también de tristeza porque todo el funcionamiento de esta comunidad es con el refresco del ir y venir de la gente, y con las relaciones y amistades que se entablan, que no son fortuitas ni de momento sino de muchos años".