Las horas

Es curioso cómo ha tenido que ser en su viaje a Hollywood para hacer una película de gran estudio, con actores de peso y presupuesto considerable, cuando Stephen Daldry ha optado por la contención, la congelada intelectualidad y se ha deshecho de la sensiblería con que espolvoreó su anterior película, Billy Elliot.
En su nuevo y radicalmente maduro proyecto, Las horas, Daldry se atreve con la adaptación de la novela homónima de Michael Cunningham, un paralelismo triple que entronca las vidas de Virginia Woolf y dos mujeres influenciadas de una manera más o menos directa por su obra.

El resultado consigue llenar las amplias expectativas que lucen un reparto de grandes damas de la pantalla, las buenas críticas cosechadas en Estados Unidos y la cantidad de premios que ha venido acumulando con vistas a triunfar en la noche de los Oscar. Pero, al contrario de lo que a priori pueda parecer, no es Las horas la arquetípica producción enfocada desde un principio a calar en el sentimiento y en los académicos, sino más bien al contrario. En una trama que aborda con ambición los grandes temas del arte, que refleja con múltiple mirada la frustración y que capta procesos dolorosos como el SIDA o la esquizofrenia, la crisis de autoestima, la soledad y el suicidio, la aséptica e inteligente cámara que vertebra los fotogramas de Las horas escapa gloriosa al melodrama, se establece fría (quizá demasiado) y firme ante la naturalización de la tragedia y renuncia a cierta contundencia para mostrar los trágicos mundos interiores de varios personajes como un proceso lógico y comprensible, sin ademanes ni densidades petulantes.

En su quirúrgica disección del alma humana -más concretamente femenina-, Las horas nos presenta con pausado dinamismo las limitaciones del hombre como animal social. En el caso de Virginia Woolf, como en el de Laura Brown o Clarissa Vaughan, la constante es la desolación al margen de sus problemas externos o físicos. Es así como el guión de David Hare se despega de cualquier aliento trágico, para entrar en lo mundano de una dolencia superviviente al tiempo y al espacio, como un defecto de fabricación humana del que, una vez consciente, nos retorcerá de dolor. Es la radiografía de la más punzante consecuencia del vínculo social y amoroso, el compromiso que nos exige el importante papel que desempeñamos en la felicidad de los seres que nos rodean y que nos aman. “Las horas” habla de observarnos a nosotros mismos, propone un ejercicio de introspección y abstracción para tratar de escubriñar cuál es nuestra meta en la vida, cómo podemos alcanzar una felicidad auténticamente nuestra y, en sus ejercicios de verdadero equilibrio para transcurrir con paz, la película resulta precisa, perfecta si no fuera porque encuentra en único defecto al pecar de prudente en su acercamiento a la emoción.

La grandeza de Las horas se alimenta también de la composición mimada, heredada de la literatura, de cada personaje, por pequeño que éste sea. La gama de miserias y tesoros humanos que desfilan por la pantalla convierten la película en un poderoso estudio de nuestra naturaleza, en un recorrido coral por los rincones del alma. Las pinceladas maestras que se dan de cada personaje nos lo sitúan enseguida con un pasado y un presente omitidos pero palpables y las magnífica interpretaciones ayudan a que el susurrado mensaje de Las horas llegue con silenciosa nitidez: Nicole Kidman plasma con majestuosa sencillez la consciencia de su autodestrucción, Julianne Moore está espléndida como mujer frustrada sin un gran motivo al que achacarlo, mientras que Ed Harris ofrece una interpretación desnuda en su desesperación. Son los más destacables de un reparto en el que también están la metódica Meryl Streep, una breve pero intensa Toni Collette, la siempre estupenda Miranda Richardson, Clarie Danes, Jeff Daniels o John C. Reilly.

En definitiva, Las horas es una de las películas más ricas, sutiles y complejas de cuantas se han paseado por las pantallas en el último año y una verdadera rareza por la neutralidad de su enfoque. Exigente con el espectador y discreta en su gravedad, es un filme para analizar y descubrir en sus pliegues su certera genialidad.

Escribe Mateo Sancho Cardiel

 

Ficha técnica

Dirección: Stephen Daldry.
País: USA.
Año: 2002.
Duración: 120 min.

Elenco: Meryl Streep (Clarissa Vaughan), Nicole Kidman (Virginia Woolf), Julianne Moore (Laura Brown), Stephen Dillane (Leonard Woolf), Miranda Richardson (Vanessa Bell), Ed Harris (Richard Brown), John C. Reilly (Dan Brown), Charley Ramm (Julian Bell), Toni Collette (Kitty), Claire Danes (Julia Vaughan), Jeff Daniels (Louis Waters), Eileen Atkins (Barbara).

Guión: David Hare; basado en la novela de Michael Cunningham.

Producción: Scott Rudin y Robert Fox.

Música: Philip Glass.

Fotografía: Seamus McGarvey.

Montaje: Peter Boyle.

Diseño de producción: Maria Djurkovic.

Dirección artística: Mark Raggett, Judy Rhee y Nick Palmer.

Vestuario: Ann Roth.