¿Estás entre esas personas que piantan un lagrimón cada
vez que ven un Atari, una botella de leche de vidrio o se
encuentran en el altillo con los restos del Simon?

En nuestro espacio clásico de Qué es de la Vida, abrimos
una sección destinada a recordar y repasar la historia de
los objetos que marcaron parte de nuestras vidas y
desaparecieron con los años.





 
 
 
  El sacariola  
  ¿Sacará la bolita? ¡Sacariooooola! Recuerdos de un laberinto tridimensional surgido en los años '60.


El sacariola es toda una lección de marketing para los que publicitan productos infantiles a través de jingles. Hoy en día los "analistas" intentan estudiar las tendencias juveniles, buscan rimas cómplices con los pequeños, prueban ritmos de rock, de cumbia, tecno o lo que les parezca que pueda ser escuchado por el público consumidor bajito, acompañan la música con frases estereotipadas que capten los escolares (¡Chicos, chicos, vení, vení!) y gastan 50 segundos de publicidad televisiva, más caros que una probeta de uranio enriquecido, para transmitir una simple idea. A los pocos meses, nadie se acuerda de la música ni es capaz de retener el concepto.

Cuarenta años después de su creación, todo aquel cuya infancia haya transcurrido en los años 60 o 70 es incapaz de olvidar cuatro palabras: "¿Sacará la bolita? sacarioooooola". Cuatro segundos, una tonadita tonta, un nombre digno de un sketch de Francella y puede lograrse la inmortalidad en el paraíso de los juguetes.

El sacariola, como buen chiche viejo, se caracterizaba por su contundencia, peso y nobleza de material. No era una porquería de plástico liviana, capaz de ser triturada con facilidad por las manos de niños hiperactivos, sobrealimentados o por el abuelo nervioso que quiere enseñarle al nieto para qué sirve el juguete: era a prueba de manolitos. El sacariola era, ni más ni menos, un juego que apelaba a la habilidad del niño (o adulto) y tenía capacidad para convertirse en un arma peligrosa cuando el usuario se irritaba.

Se trataba de un laberinto tridimensional, un cubo de plástico translúcido de unos diez centímetros por lado, que tenía un orificio de entrada y otro de salida. Por un lado uno introducía una bolita que, con mucha habilidad, debía mover hasta encontrar el camino de la salida a través de varios niveles.

Surgió a mediados de los años 60 y tuvo su auge hasta principios de los 70, siendo fabricado por Juguetes Khanis. En su momento, la frase de promoción mencionada (¿Sacará la bolita?) se volvió tan común que cualquier guaso, convencido de haber descubierto la pólvora de los chistes de doble sentido, la usaba en forma recurrente creyéndose terriblemente ingenioso. La frase, como refrán popular, no sobrevive hoy en día; los guasos sí.

Si bien el material con que estaba hecho era caro y no resistía la producción masiva (lo que quizá influyó en su incapacidad para sobrevivir en las últimas décadas), los sacarioleros del mundo no aceptan su extinción con los brazos cruzados. Más de 30 lectores derramaron lágrimas frente a las pantallas, enviándonos sus impresiones por e-mail, exigiendo recordar algo de aquel excelente cubo y mejor proyectil. Uno de ellos, Álvaro, logró hacer arqueología y enviar una foto del preciado objeto de mil infancias perdidas.

Hoy en día, el sacariola vive en los recuerdos de los cuarentones y de todos los que escuchamos las historias, desventuras y vaivenes de la bolita de acrílico. Caído en defensa del deber lúdico, le rendimos aquí nuestro póstumo homenaje. El sacariola ha muerto. Viva el sacariola.