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CHINOS Y EL MUNDIAL

Ser chino es un peligro

Desde que comenzó el mundial, once ciudadanos chinos perdieron la vida en hechos relacionados con este torneo. Presentamos un resumen de lo sucedido.

Ser chino, una característica que comparten 1.306 millones de personas en el mundo, constituye un factor de riesgo durante un Mundial de fútbol como lo atestigua el dato de que en sólo 26 días de competición once ciudadanos de esa nacionalidad perdieron la vida por hechos relacionados con el torneo.

La última víctima, el martes pasado, fue una joven que se arrojó desde un piso 17 tras una discusión con su novio porque éste se empeñaba en ver los partidos en directo, es decir, de madrugada en China.

Puestos ante la tesitura de señalar al país que vive el Mundial de fútbol con más pasión, la mayor parte de los aficionados citaría a Brasil, Argentina, Inglaterra, Italia.... Muy pocos se acordarían de China, y sin embargo ciertos indicios apuntan al país más poblado del planeta como el seguidor más apasionado del campeonato.

La estadística es tanto más curiosa por cuanto China ni siquiera se clasificó para disputar la fase final del Mundial de Alemania y jamás fue considerado entre los países "locos por el fútbol".

La lógica, una disciplina a menudo reñida con el balompié, se vuelve literalmente loca cuando se aplica a las reacciones de ciertos ciudadanos chinos ante las peripecias del Mundial.

Que un simpatizante se arroje desde un séptimo piso después de ver perder a su equipo es una tragedia, pero que ese hincha sea un chino y el origen del fatal accidente una derrota de Holanda (frente a Portugal) destroza cualquier esquema.

A lo largo del torneo se han sucedido en China hechos inconcebibles para un cerebro estándar. ¿Qué decir de ese vecino de Pekín que, al declararse un incendio en su casa, se aferró al televisor como la pieza más preciosa de su vida, mientras su esposa se afanaba en salvar al hijo de ambos?

Sucedió, relata la crónica, no al comienzo del partido de un equipo asiático, sino del España-Francia de octavos de final. Cuenta su mujer que cuando escucharon, a las tres de la madrugada, que los vecinos gritaban fuego, su marido salvó el televisor y, una vez en la calle, su única preocupación fue buscar un enchufe para conectar el aparato y seguir las incidencias del partido.

Otro chino, Li, originario de la provincia suroriental de Fujian, encerró a su esposa en una habitación de la casa para poder seguir sin sobresaltos el partido entre Argentina y Costa de Marfil.

Li estaba viviendo el choque con una pasión que, por los gritos que daba, su mujer debió juzgar excesiva. La mujer había tenido la infeliz idea de levantarse de la cama, ir al salón y apagar el televisor en las mismas narices del apasionado hincha.

Algunos aficionados chinos sufren lesiones paralelas a las de sus ídolos futbolistas. Uno de aquellos se rompió un dedo del pie derecho al patear la pared mientras soñaba que golpeaba el balón para marcar un gol con la selección de Italia en el Mundial.

El abanico de preferencias, como puede comprobarse, es amplio. El soñador, apellidado Li (¿pariente del anterior?), de la provincia oriental de Shandong, reconoció haber visto todos los partidos del Mundial (¿incluso los simultáneos?) y dijo que gustaba de imitar los movimientos de sus jugadores favoritos, hasta el punto de que también pateó la mesa de la sala familiar varias veces.

Un chino de Shangai llevó su exaltación a extremos peligrosos y eso que se trataba de un Holanda-Costa de Marfil!. El joven Ge Zuquan se emocionó con el partido, que ganó Holanda por 2-1, corrió al balcón y rompió a saltar y aplaudir con tan mala fortuna que se precipitó al vacío desde un cuarto piso. Tuvo suerte de que cayó en una zona ajardinada y una operación de cinco horas le salvó la vida.

El horario de los partidos en China produjo un aumento de los casos de parálisis facial y otros desarreglos nerviosos.

El Instituto de Neurología Facial Yijiyuan de Pekín registró un aumento del 20 por ciento en el número de casos en las últimas semanas, algo que los galenos atribuyen a la falta de sueño y a los nervios que producen las emociones del juego.

El Mundial de fútbol es capaz, incluso, de originar revueltas populares también en China, donde se registró un motín estudiantil en una universidad del sur del país. Los alumnos protestaron porque la dirección les dejaba sin luz por la noche, impidiéndoles ver los partidos en directo, y reaccionaron arrojando por la ventana cuanto encontraban a mano, muebles incluidos.

No todo son desgracias. El fútbol también puede suscitar amor. Un hincha llamado Wang, que había buscado novia durante años sin éxito, logró finalmente que una chica se fijara en él, impresionada por "la pasión, el humor y la sabiduría" con que Wang comentaba los encuentros de la Copa del Mundo. Un final feliz para un memorial de percances.

(EFE)