Daniel Radío
 
Médico de profesión, fue uno de los fundadores del Partido Independiente y es miembro de la Mesa Ejecutiva Nacional. Actualmente es diputado por Canelones.
 
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28.04.2011 11:15

La ley Hawai (o la caducidad de la honestidad).


Desde el punto de vista estrictamente del cumplimiento, ¡ni que hablar! Acá hubo una discusión y la laudó el soberano, chau. Eso no se discute, se acata.
Presidente José Mujica, 19 de noviembre de 2009

Hace pocos días, el Sr. Ex Presidente de la República Dr. Tabaré Vázquez, citando a la máxima autoridad eclesiástica, el Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, expresó en una de sus apariciones públicas en un Comité de Base de su fuerza política, haciendo referencia a los pronunciamientos populares en instancias de democracia directa, que las mayorías no siempre tienen la última palabra. Afirmación por demás interesante y curiosa con la que, me interesa destacarlo, básicamente coincido. Las mayorías no siempre tienen la razón. En muchos temas.

Y me gustaría agregar, en una reflexión tal vez no tan osada pero que contraviene las tesis iluministas tan abrupta y sorprendentemente en boga, que muy probablemente, las minorías tampoco siempre tengan la razón.

Pero (siempre hay un pero) si aceptamos que estamos dispuestos a someternos al veredicto de la gente, al veredicto popular, si estamos dispuestos a someternos a la regla de oro de la democracia, parece lógico suponer que, consecuentemente, estaremos dispuestos a acatar el resultado de esas convocatorias y, en consecuencia, aceptar la decisión de esas mayorías ahora denostadas.
Porque de los contrario ¿Para qué las convocamos? ¿Para qué le pedimos a la gente que firme "para que el pueblo decida"? y ¿Para qué le pedimos luego que vote?

¿Es por las dudas? ¿Es para ver si en una de esas la gente está de acuerdo con esa iluminada concepción? ¿En cualquier caso se ejecutarán las decisiones innegociables independientemente de la voluntad popular? ¿Hágase su voluntad? (la de los clarividentes) Ahora entiendo la invocación a Ratzinger.

Pero entonces "hay que avisarle". Hay que decirle la verdad a la gente. Díganle, por ejemplo: "mire, le vamos a preguntar lo que opina, porque si usted llega a estar de acuerdo con lo que opinamos los portadores de la verdad última, si usted llega a estar de acuerdo con la conclusión a la que arribamos los portadores de la ideología correcta, entonces, diremos que lo tomamos en cuenta. En caso contrario vamos a interpretarlo. Probablemente usted no quiso decir lo que dijo. O mejor aún, más sencillo, vamos a desoírlo".

De hecho, hace pocos días, en la cámara alta, alguien sacaba cuentas y se desgañitaba explicándonos que en realidad el 48% era más que suficiente.

Pero ¿quién es, en democracia, el determinante último de las decisiones?. Para el General José Artigas, nuestra autoridad cesa ante la voz soberana del pueblo. Queda claro que para otros, no.

Este no es un escenario ético. Ni digno de un parlamento que se precie de democrático.

Pero además, este no es un escenario honesto. La Cámara de Representantes se prepara para votar una ley que dice interpretar otra ley (la 15.848), haciéndola decir lo contrario de lo que dice. Porque ninguno de nosotros tiene dudas acerca de lo que expresa la ley de caducidad. Si alguien necesita que se la expliquen, seguramente es porque no la ha leído atentamente. La ley dice lo que dice. Y lo que dice, no nos gusta. Pero dice eso, y no es honesto interpretar lo contrario.

Como si esto fuera poco, se generará en el país, un clima de mayor inseguridad jurídica donde se pretende corregir las irregularidades procedentes de una ley que la justicia ha declarado inconstitucional, con otra que, todos sabemos (los que no la votaremos y los que la votarán) que es una nueva violación grosera de la Constitución de la República.

Cuando la Suprema Corte de Justicia dicte el primer fallo ante los recursos de inconstitucionalidad contra una ley (que debería ser recordada como la ley Hawai: 5 - 0 será el fallo de la Suprema Corte) entonces, además habremos entendido que el atropello a la institucionalidad fue en vano. Esta nueva ley no tendrá efecto. Caso a caso. Uno tras otro, la justicia constatará lo aberrante de la norma que el parlamento aprobará, y que el Presidente de la República terminará de convalidar (a pesar de haber empeñado su palabra en contrario)

No se redime nuestro sistema legal con un nuevo engendro pseudo jurídico. No se redime nuestro sistema legal con una nueva mancha.

Allá quienes estén dispuestos a seguir violando la Constitución. Y allá quienes se pasan a ese cuadro. Allá ellos. Y sus conciencias.

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