Pablo
Mieres
 

Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Sociólogo. Fue Diputado entre 2000 y 2005. Es Presidente del Partido Independiente y fue candidato a la Presidencia por ese partido.

 
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13.06.2012 07:44

Oponerse a despenalizar el aborto es progresista.

En todos los partidos la discusión en torno a la despenalización del aborto genera diferencias de opinión.


En el Partido Nacional, Jorge Saravia votó a favor de la despenalización a fines del año pasado en el Senado; en el Frente Amplio es bien conocida la posición del principal líder, Tabaré Vázquez, contrario a la despenalización contra la opinión de casi toda su bancada parlamentaria y en el Partido Colorado, aunque Pedro Bordaberry alineó a su bancada, no es menos cierto que varios de sus legisladores apoyan la despenalización y el propio ex Presidente, Julio María Sanguinetti, votó a favor de una iniciativa de despenalización en el Senado en el período pasado.

El Partido Independiente no es la excepción y en virtud de la libertad de acción asumida en 2003, oportunidad en la que se discutió el primer proyecto de ley de despenalización, existen posiciones diferentes. En el marco de esa libertad de acción, el diputado Iván Posada está negociando un proyecto de despenalización del aborto con los delegados de la bancada del Frente Amplio; en el mismo marco de libertad, sentimos la responsabilidad de manifestar nuestra definida postura contraria a estas iniciativas.

A nuestro juicio la despenalización del aborto supone una afectación a la protección de los derechos humanos de los más débiles y, por lo tanto, estamos firmemente en contra de esta postura.

Estamos convencidos, también, de que existe un profundo malentendido cuando se pretende identificar la posición de los que estamos en contra de la despenalización del aborto, con las posturas ideológicas más conservadoras. Por el contrario, creemos que cuestionar la despenalización del aborto es defender el avance de los derechos de las personas; la historia de la humanidad avanza en el sentido de reconocer en forma creciente los derechos de más y más colectivos humanos y, tarde o temprano, se reconocerá también el derecho de los concebidos (no nacidos) a ser protegidos en su derecho esencial a la vida.

Despenalizar el aborto constituye una renuncia de la sociedad a considerar este acto como un delito, cuando efectivamente se trata de una acción que tiene como resultado privar de la vida a alguien que ya existe. Pasar la raya dejando de considerar al aborto como un delito es "bajar la guardia" en la defensa de los derechos humanos.

¿Los indígenas tienen alma? ¿Los negros deben ser esclavos? ¿Las mujeres son incapaces y deben estar sometidas a la tutela de sus maridos? ¿Los niños no tienen derechos? ¿Las personas de tercera edad deben ser dejadas de lado? Estas preguntas, cuya respuesta hoy es muy obvia, no lo era en otras épocas de la historia de la humanidad. Es más, en nombre de estas interrogantes se cometieron enormes y horrendas barbaridades. Fue necesario que la conciencia de la humanidad avanzara y reconociera que cada uno de estos colectivos tenía el mismo derecho a la vida, a la libertad y a la dignidad humana.

En algunos casos estos asuntos fueron polémicos hasta hace muy poco tiempo y, sin embargo, hoy la sola duda sobre ellos, afortunadamente, nos escandaliza y rechaza.

Así ocurrirá en el futuro con los concebidos. Es tan claro y tan evidente que desde la concepción existe un nuevo ser humano que, avances científicos y tecnológicos mediante, cada vez se puede visualizar desde más temprano su indudable e impactante existencia.

La historia de la humanidad es la historia del reconocimiento creciente de los derechos de los más débiles. Los derechos de los concebidos son la próxima frontera en la lucha por los derechos humanos. Por eso no es posible tildar de conservadores a los que nos oponemos a dar un paso atrás en la protección del derecho a la vida.

Tampoco es válido que se vincule este debate, exclusivamente, a la existencia de posturas religiosas. Los fundamentos de la oposición a la despenalización del aborto pueden tener raíces religiosas, pero también pueden tener raíces exclusivamente filosóficas. Son muchos los agnósticos y ateos que se han definido con contundencia en contra de la despenalización.

Esto no significa que estemos conformes o satisfechos con la realidad actual, pero la solución no pasa por despenalizar una práctica que, en todos los países en los que se ha realizado, ha producido un significativo aumento de los abortos. Lo que prueba que este es un camino equivocado.

Es necesario trabajar fuertemente en la educación sexual, en la prevención de los embarazos y en la difusión y accesibilidad a los procedimientos y técnicas anticonceptivas. Es necesario hacer más accesible y conocido el proceso de adopción, es necesario discutir y acordar una actualización de las causales de justificación (hoy vigentes en el Código Penal) y sería necesario discutir un procedimiento judicial sumario que permitiera aducir esas causales antes de producido el episodio de aborto. También es necesario desarrollar y proponer penas alternativas para las madres que abortan.

Pero lo que no se puede hacer es renunciar como sociedad a mantener la norma de que abortar es un delito que lesiona el derecho más preciado, que es el derecho a la vida.

 

 

 

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