Eleuterio
Fernández Huidobro
 
Político, periodista y escritor. Fundador y dirigente del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros. En las elecciones nacionales de octubre fue electo Senador por la CAP-L.
 
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10.06.2008

Tráfico de drogas

En primer lugar cabe felicitar a la Policía, al Poder Judicial y al Gobierno por los éxitos obtenidos en la lucha contra el tráfico de drogas.

Pero lo realmente asombroso es el volumen y el precio que el consumo demanda y paga. Estamos hablando de cocaína y hemos leído precios fabulosos en todas las fuentes de información.

En materia de volumen, lo incautado en Uruguay (la punta del iceberg), indica inmensas cantidades "transitadas". Uruguay no es, ni por lejos, la principal vía de salida rumbo a los países ricos, basta con eso para sorprenderse por su colosal consumo. Son por lo tanto, multitudes las que demandan esta droga. Y pagan por ella precios de fantasía (que incluyen el riesgo por servirla). No se trata de gente pobre, ignorante, inculta… Por el contrario, tanto allá como acá, sus consumidores pertenecen a los más refinados ambientes sociales, culturales, intelectuales, políticos y empresariales…

El tema adquiere la mala calidad de una hipocresía monumental. Si los traficantes y distribuidores al menudeo presos hablaran ¡Dios nos libre! Pero son inteligentes: cuidan su negocio y por eso guardarán sepulcral silencio.

Imagino a muy educadas y finas personas "fifando" al unísono y comentando, con la voz engolada, lo bien que está el Gobierno en reprimir el tráfico. A lo mejor ese comentario no es más que un simple y sordo quejido por la cuestión del precio y el abuso de los intermediarios. Como cuando criticamos al verdulero…

Mientras en el mundo exista un consumo masivo dispuesto a pagar esos precios, la represión será perfectamente utópica.

Hace recordar las experiencias de "Ley Seca" contra el alcohol, o a los intentos siempre fallidos de reprimir el tabaquismo, la prostitución y el juego clandestino prohibiéndolos.

Desde un análisis marxista, o desde uno de la Escuela de Chicago, la inexorable economía ("¡Estúpido!"), lanzará tropeles de traficantes al mercado pese a quien pese y cueste lo que cueste.

Con tamaños márgenes de ganancia y tan colosal mercado disponible y ávido, el resultado está "cantado". Pensar que esto se resuelve con policías es, por lo menos, ingenua inocencia ilusa.

Contra gran resistencia otrora, el mundo, y Uruguay especialmente tempranero, legalizaron el juego de azar, la prostitución, el alcohol y el tabaco. No sobrevino la catástrofe anunciada por quienes en esas oportunidades resistieron. Por el contrario, la sociedad encontró mejores maneras de controlar esos vicios para bien de ella y de los inermes "consumidores" (incluso para que dejaran de serlo).

Recientemente leíamos análisis de inteligencia militar referidos a los problemas de inestabilidad en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia (en casi todos directamente involucrado también Brasil), en los que se marcaba el precio ascendente de esa comoditie (la hoja de coca) que, además, también compran las multinacionales de las bebidas "colas", las de productos farmacéuticos y, en fin, los pobladores de tan vastas regiones que las usan para fines absolutamente "pacíficos" (como nosotros la yerba mate).

Ante la demanda de los "industrializadores" laboratorios clandestinos, que agregándole valor la transforman en clorhidrato de cocaína, aquel campesinado sin alternativas a la vista frente al hambre, y aquellos poderosos latifundistas selváticos con la "zanahoria" de tales márgenes de ganancia en el hocico, plantarán, cultivarán y cosecharán coca pese a quien pese.

Para colmo y por la naturaleza, se trata de zonas impenetrables (salvo para ellos). Recientemente México dice no haber tenido más remedio que destinar su ejército (temible) a la lucha contra el tráfico bajo pena de renunciar a la soberanía de su Estado ante los avances violentísimos de cárteles incontenibles. Brasil hubo de hacer algo parecido en sus "favelas".

La ganancia neta que va quedando en la prolongada cadena de producción y de logística generó y genera inmensas masas de capital que a la postre, como no puede ser de otra manera, fluye torrencial hacia el más perfumado, bien vestido y sofisticado cuanto "archilegal" sistema financiero. No puede ir a ningún otro lado. En el mundo capitalista esa encerrona es la gran magia de los bancos.

Pero, a la vez, esa masa de poder y capital tiene alto poder corruptivo. Pudre con sus "cañonazos" de billete verde, todo lo que toca y lo rodea. Inclusive, según se dice, guerrillas memorables como las de las FARC y héroes fusilados como Ochoa en Cuba…

Entonces las grandes preguntas: ¿No será peor el remedio que la enfermedad? Si las consecuencias y los costos de la prohibición son de tal envergadura y consecuencias: ¿Por qué no se legaliza esta droga? Y, la peor de todas: ¿La prohibición no será simplemente una perversa "reserva de mercado" para los intermediarios y el sistema financiero mundial que de ese modo agregan a los costos "normales" el suculento "plus" del riesgo?

Porque lo que llama poderosamente la atención es por qué las grandes transnacionales de la poderosísima industria química del planeta (o las transnacionales sin más) no exigen dicha legalización.
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