Por Juan Martín Posadas *
Expuesto y no al pairo
05.05.2006

B. Nielsen no nació allí pero llegó a conocer bien a los argentinos a través de tantos años como director del Buenos Aires Herald. Él asegura que la percepción básica e instintiva que los argentinos tienen de su país es que el suyo es un país rico.

Ese medio concepto medio sensación que de la Argentina tienen los argentinos está como telón de fondo, como presupuesto universal, de todos sus proyectos nacionales y de todas las interpretaciones sobre el país, tanto de las que se tejen en las charlas de boliche como las que tienen lugar en la academia o en los despachos de los políticos.

Esas percepciones y definiciones básicas y casi instintivas de los pueblos pueden ser objetivamente certeras o pueden ser equivocadas y fantasiosas. No obstante ello, sean de una condición o de la otra, siempre tienen gran influencia en los rumbos que se eligen. La gente tiende a comportarse de modo que honre el concepto que de sí misma tiene y los pueblos en su comportamiento colectivo tienden a hacer lo que consideran que de ellos se espera que hagan. Los argentinos se comportan como ricos: se visten, se divierten, hablan y miran al prójimo como hijos de una nación que, por definición, es una nación rica. Esta misma idea desarrollada con mayor precisión y profundidad, es lo que C. Castoriadis llama ''la institución imaginaria de la sociedad''.

En el caso de Uruguay no conozco mucho material escrito sobre la pregunta ¿cómo somos? en esos niveles tan primarios de constitución de nuestro imaginario nacional. En mi opinión existe en ese nivel una afirmación-sentimiento nacional constituyente que es equivocada, no coincidente con la realidad, y otra que sí coincide, pero que pasa algo desapercibida (y por lo tanto no es operante en ese nivel en el que se constituyen imaginariamente las sociedades) aunque objetivamente sea certera. La que existe realmente pero no coincide con la realidad es que somos un país que está al pairo. La que no tiene operatividad en el imaginario colectivo pero es una realidad objetiva y cierta es que somos un país expuesto. La expresión ''al pairo'' corresponde a la jerga náutica o marina y, según el diccionario, quiere decir estar quieta la nave con las velas tendidas y sueltas las escotas. Estar expuesto no requiere mayor explicación: quiere decir sin protección.


EL DERECHO ADQUIRIDO A LA BONANZA
Si uno presta atención a sus propias reacciones y a las de su entorno más próximo comprueba que los uruguayos tenemos una tendencia nacional parecida a la de aquellas personas que, en lo individual, han tenido una infancia muy feliz. Como consecuencia de ello en el plano colectivo nos hemos abandonado a la creencia de que tenemos algo así como un derecho adquirido sobre la bonanza. El Estado paternalista funcionó como padre pródigo y protector durante largos años. Hace tiempo que dejó de hacerlo y actualmente no tiene medios para intentarlo nuevamente, pero lo fue durante un lapso suficiente como para que esa condición saliera del calendario y se integrara al tiempo mítico, el tiempo fuera del tiempo, donde los uruguayos hemos almacenado como características esenciales del Uruguay cosas que son simplemente viejas. La construcción imaginaria del Uruguay moderno, aquella que hemos fabricado y que, a su vez, nos ha fabricado a nosotros, proclama que éste es un país sin grandes problemas, donde el estado natural de las cosas es la bonanza y que el terreno por donde discurre nuestro destino es un terreno sin repechos.

Más allá de las dificultades con que el país se ha encontrado, primero en la fenomenal crisis del 2001 y 2002 y ahora de los empellones que sufre desde la Argentina, no debemos perder de vista ciertos datos que no son de coyuntura sino que son de fondo. El Uruguay es un país pequeño y, por lo tanto, frágil. Además, está situado geográficamente en una encrucijada de oportunidades que, por eso mismo, lo convierte en un país expuesto. Estamos calzados entre dos vecinos enormes pero más inestables que nosotros y con intereses (o apetitos) correlativos con su tamaño. En consecuencia la actitud natural, la que se desprende de la realidad, sería la de estar en guardia. Las condiciones objetivas más primarias del país, la geográfico-histórica, indican que sobre esa base se tendría que haber construido nuestro imaginario colectivo. En todo caso, esta es la base objetivamente más sólida, más congruente con la realidad de fondo.


ESTADO DE ALERTA
En virtud de lo señalado más arriba el Uruguay tendría que abocarse a hacer algo para lo cual no tiene disposición ni tradición: tendría que elaborar una consigna de alerta y un discurso estable y connatural frente al riesgo. Un discurso que esté legitimado desde las esferas de gobierno como actitud oficial (sea cual sea el partido en el gobierno: es una política de Estado), pero reelaborado a nivel del ciudadano común (cultura o sabiduría popular) para quitarle todo viso de propaganda. Así se irá creando y consolidando un estado de opinión pública vigilante, atento a que, efectivamente, somos un país pequeño, expuesto y vulnerable que tiene que dormir con la rienda enrollada en la muñeca. Por otra parte, no hay nada demasiado dramático en esto: se trata de un viril desafío para un pueblo que no se aturulla ante la dureza de la vida sino que encuentra en ella ocasión propicia para templar su metal.

* Juan Martín Posadas es editorialista político y ensayista


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