ENRIQUE LESSA
EL PÁJARO ENJAULADO
I)
Me resulta difícil saber porqué Perico el Pajarero dejó
su casa de los suburbios de Melo y se vino a Montevideo. Allá en Melo
su casa tenía el pretil poblado de grandes pájaros embalsamados.
Si preguntaban por él, que era además un buen plomero, les decían:
vaya a ese barrio y busque la casa del pretil con los pájaros enfilados.
Perico el Pajarero tenía también en su casa unas pajareras de
alambrilla llenas de pájaros, ya no embalsamados como los del pretil,
sino vivitos y coleando, revoloteando dentro da las pajareras. Había
puesto en ellas unos arbustos para que los pajaritos se encontraran más
en su ambiente natural.
A veces llegaba de campaña algún estanciero en su camioneta:
necesitaba un plomero; ¡ ya, de apuro!
-Ah no -decía Perico- de apuro no; tengo mucho que hacer.
No decía que lo mucho que hacer era con sus pájaros, pero esa
era la verdad. Así que de apuro no.
Al fin iba a hacer los trabajos en las estancias, pero antes dejaba bien organizado
el cuidado de los pájaros por su mujer y sus hijos. Alpiste aquí,
maíz molido allá, una hoja de lechuga colgada en la alambrilla,
agua fresca renovada cada mañana. Para trabajar en plomería era
hábil y cuidadoso; pero eso sí: que no lo apuraran.
Un día un estanciero amigo me pidió que le consiguiera un buen
plomero para arreglar canalones de desagüe en la estancia. Le mandé
a Perico el Pajarero; pero la cosa no anduvo bien. El estanciero era maniático
y arbitrario; mandón. Perico estaba trepado a un andamio, silbando mientras
trabajaba. El estanciero maniático y arbitrario, que andaba cerca, lo
interpeló: -¡En esta estancia no se silba mientras se trabaja!-
- Entonces me hace la cuenta y me voy -contestó Perico- yo si no chiflo
no puedo trabajar.
Tal vez eso era cierto, contagiado de los pajaritos de sus jaulones. Tal vez
era sólo dignidad. Pero él se volvió a su pago.
Me vino a ver, como para disculparse. -Resultó mandón su amigo
-me dijo- mandón y de hablar a los gritos.
II)
¿Porqué Perico el Pajarero se vino de Melo a Montevideo,
como tantos otros? Fue aparentemente una exigencia de su familia: de su mujer
especialmente y de sus hijos. El porvenir y todas esas cosas.
Alguna vez que yo necesité un buen plomero lo fui a buscar a su nueva
casa; un suburbio deprimido de Montevideo. Una casita humilde, encerrada entre
otras de su estilo. Ya no había pájaros embalsamados en el pretil
ni vivos en pajareras de alambrilla. Tal vez por ese motivo me pareció
que Perico estaba más flaco, parco y entristecido.
Le pude sonsacar algunos comentarios sobre sus antigua tarea pajarera. No,
ya no tenía pájaros, ni vivos ni embalsamados. No había
lugar; ni ganas tal vez. Su único quehacer en ese tema era ir a la feria
los domingos; comprar algún cardenal o algún dorado enjaulado;
llevarlo a un parque y allí soltarlo. Todo eso lo hacía caminando
para no tener que pagar un boleto de autobús; andaba muchos kilómetros
sobre sus viejas alpargatas bigotudas.
Pienso que Perico el Pajarero había perdido mucha calidad de vida al
venirse a Montevideo. Dejó de ser un vecino conocido, respetado, para
convertirse en uno más de la masa anónima; de los que luchan todos
los días a los codazos por un lugar en las colas o en los pasillos de
los autobuses repletos. Perdió los pájaros: los de pluma y sangre
caliente y los que llevaba en su mente; esos quedaron allá en los suburbios
de Melo. Pobre Perico Pajarero. |