En ocasión de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América
publicó en La Revista Ilustrada (New York, mayo de 1891), un extenso
artículo en el cual analizaba críticamente las consecuencias que
derivan de un relacionamiento desigual con Estados Unidos; de él se transcriben
algunas páginas aquí. Por su vigencia, un siglo después
de escrito, puede ser incluido en un nuevo tiempo verbal: el pasado-futuro,
gracias al cual se concibe la historia como trampolín al futuro. De allí
su concordancia con los objetivos de dosmil30. Resu1ta por eso útil y
oportuno para mejor situarnos ante la proximidad del ALCA.
Selección de GERMÁN WETTSTEIN
A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu.
Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es
lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar
creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de
salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los
demás pueblos. A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones
ocultas. Ningún pueblo hace nada contra su interés; de lo que
se deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés.
Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden juntarse. Si se juntan,
chocan.
Los pueblos menores, que están aún en los vuelcos de la gestación,
no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos
de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas
inquietas, en la unión con los pueblos menores. Los actos políticos
de las repúblicas reales son el resultado compuesto de los elementos
del carácter nacional, de las necesidades económicas, de las necesidades
de los partidos, de las necesidades de los políticos directores. Cuando
un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa
el estadista ignorante y deslumbrado, podrá celebrarlo sin juicio la
juventud prendada de las bellas ideas, podrá recibirlo como una merced
el político venal o demente, glorificarlo con palabras serviles; pero
el que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y
prevé, ha de inquirir y ha de decir qué elementos componen el
carácter del pueblo que convida y el del convidado y si están
predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes,
y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen
en la unión que pretende, con peligro del invitado. Ha de inquirir cuáles
son las fuerzas políticas del país que él convida, y los
intereses de sus partidos y los intereses de sus hombres, en el momento de la
invitación.
Y el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la
recomiende por mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del
alma aldeana, hará mal a América. ¿En qué instantes
se provocó, y se vino a reunir, la Comisión Monetaria Internacional?
¿Resulta de ella, o no que la política internacional americana
es, o no es, una bandera de política local y un instrumento de la ambición
de los partidos? ¿Han dado, o no, esta lección a Hispanoamérica
los mismos Estados Unidos? ¿Conviene a Hispanoamérica desoírla,
o aprovecharla?
Un pueblo crece y obra sobre los demás pueblos en acuerdo con los elementos
de que se compone. La acción de un país, en una unión de
países, será conforme a los elementos que predominen en él,
y no podrá ser distinta de ellos. Si a un caballo hambriento se le abre
la llanura, la llanura pastosa y fragante, el caballo se echará sobre
el pasto, y se hundirá en el pasto hasta la cruz, y morderá furioso
a quien le estorbe.
Dos cóndores, o dos corderos, se unen sin tanto peligro como un cóndor
y un cordero. Los mismos cóndores jóvenes, entretenidos en los
juegos fogosos y peleas fanfarronas de la primera edad, no defenderían
bien, o no acudirían a tiempo y juntos a defender, la presa que les arrebatase
el cóndor maduro. Prever es la cualidad esencial, en la constitución
y gobierno de los pueblos. Gobernar no es más que prever. Antes de unirse
a un pueblo, se ha de ver qué daños, o qué beneficios,
pueden venir naturalmente de los elementos que lo componen.
Ni es sólo necesario averiguar si los pueblos son tan grandes como parecen
y si la misma acumulación de poder que deslumbra a los impacientes y
a los incapaces no se ha producido a costa de cualidades superiores, y en virtud
de las que amenazan a quienes lo admiran: sino que, aun cuando la grandeza sea
genuina y de raíz, sea durable, sea justa, sea útil, sea cordial,
cabe que sea de otra índole y de otros ni que la grandeza a que puede
aspirar por sí, y llegar por sí, con métodos propios que
son los únicos viables un pueblo que concibe la vida y vive en
diverso ambiente, de un modo diverso. En la vida común, las ideas y los
hábitos han de ser comunes. No basta que el objeto de la vida sea igual
en los que han de vivir juntos, sino que lo ha de ser la manera de vivir; o
pelean, y se desdeñan, y se odian, por las diferencias de manera, como
se odiarían, por las de objeto. Los países que no tienen métodos
comunes, aun cuando tuviesen idénticos fines, no pueden unirse para realizar
su fin común con los mismos métodos.
Ni el que sabe y ve puede decir honradamente porque eso sólo
lo dice quien no sabe y no ve, o no quiere por su provecho ver ni saber
que en los Estados Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento más
humano y viril, aunque siempre egoísta y conquistador, de los colonos
rebeldes, ya segundones de la nobleza, ya burguesía puritana: sino que
este factor, que consumió la raza nativa, fomentó y vivió
de la esclavitud de otra raza y redujo o robó los países vecinos,
se ha acendrado, en vez de suavizarse, con el injerto continuo de la muchedumbre
europea, cría tiránica del despotismo político y religioso,
cuya única cualidad común es el apetito acumulado de ejercer sobre
los demás la autoridad que se ejerció sobre ellos. Creen en la
necesidad, en el derecho bárbaro, como único derecho: ''esto será
nuestro, porque lo necesitamos''. Creen en la superioridad incontrastable de
''la raza anglosajona contra la raza latina''. Creen en la bajeza de la raza
negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen
que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente,
de indios y de negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica
los Estados Unidos y la respeten más como con la explicación
incesante, urgente, múltiple, sagaz, de nuestros elementos y recursos,
podrían llegar a respetarla ¿pueden los Estados Unidos
convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para
Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión
política y económica con los Estados Unidos?
Quien dice unión económica, dice unión política.
El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar
el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a
un sólo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno.
El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en
influjo político. La política es obra de los hombres, que rinden
sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte
de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir
de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la
alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace
un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos.
El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios
entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera
al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América
contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico
de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún
candidato o algún bachiller, a unión política. El comercio
va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que
cambiar por él, sea monarquía o república. La unión,
con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él,
contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de
América, no es ir de arria de una de ellas contra las repúblicas
futuras. ( )
Mostrarse acomodaticio hasta la debilidad no sería el mejor modo de
salir de los peligros a que expone en el comercio, con un pueblo pujador desbordante,
la fama de debilidad. La cordura no está en confirmar la fama de débil,
sino en aprovechar la ocasión de mostrarse enérgico sin peligro.
Y en esto de peligro, lo menos peligroso, cuando se elige la hora propicia y
se la usa con mesura, es ser enérgico.
Fuente José Martí, Nuestra América. Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 2ª. edición, 1985 (selección y notas de Hugo Achugar)
pp. 124 a 126 y 132.
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