Uruguay: click para actualizar
Una crónica del camino hacia un país que se amiga con la tecnología.

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03.05.2012 00:56 / Conectividad

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Muchas veces en este blog usamos estadísticas comparativas para tratar de hacerse una idea de la situación del país en temas de tecnología frente al resto del mundo. Por razones bastante obvias, es normal encontrar en los primeros puestos de esos índices a países europeos donde no sólo hay una mayor inversión en infraestructura, sino un desarrollo que lleva más tiempo y hasta con un involucramiento más importante de parte de los gobiernos.

Sin embargo los índices están limitados a medir y comparar en términos sumamente generales, por lo que no son buenos para describir la experiencia de uso, ni las diferencias que se generan a través de costumbres y hasta leyes que afectan profundamente cómo, dónde, cuánto y cuándo se usa la web.

En el artículo de hoy quiero aprovechar un viaje reciente para tratar de mostrar -desde una perspectiva completamente personal y una experiencia limitada, aclaro- las diferencias que encontré entre la conectividad local y la de algunos países europeos.

Para mi sorpresa, muchas de las cosas que descubrí no reflejan un mayor desarollo en el sentido de un acceso mayor, sino de una regulación mucho más acotada y exigente que restringe seriamente las posibilidades de uso.

Lo primero que llama la atención es un tema bastante familiar para cualquiera que salga de América Latina y que creo hemos llegado a mencionar antes en el blog; el WiFi gratis. Mientras que en Uruguay estamos acostumbrados a encontrarlo en infinidad de lugares, muchísimas veces sin siquiera obligarnos a consumir a cambio del acceso, la conectividad pública en el mundo desarrollado es algo completamente diferente. En primer lugar, casi ninguna red está abierta (sin contraseña) y tanto las que están como las que no, hacen pasar al usuario por un portal antes de permitirle navegar que exige datos personales (nombre, apellido, dirección, correo, etc.).

Esto resulta en primer lugar molesto, de la misma forma que molesta cuando nos conectamos a una red WiFi gratis de Antel que pide un usuario y contraseña que no sirven para nada (por si no lo sabían el usuario es "antel" y la contraseña "wifi"). Pero mientras que en nuestro caso es pura burocracia digital, las redes europeas registran nuestros datos y actividades y en la mayoría de los casos incluyen entre las bases y condiciones el uso de esos datos para fines comerciales (spam, como quien dice). En esto influyen enormemente las legilaciones anti-piratería que colocan la responsabilidad de lo que se haga con una red en el que la provee. Si yo me conecto al wifi de un Starbucks y me pirateo un tema, es el local el responsable. Por esa razón me obligan a dar todos mis datos, filtrar los contenidos a los que puedo acceder y registrar todos y cada uno de mis movimientos. Resumiendo, en el mejor de los casos puedo tener un acceso restringido y controlado a Internet sin pagar por el servicio, pero seguro que consumiendo.

Eso nos lleva al segundo punto que noté; la conectividad se vive como un bien transable, más que como algo que no se le niega a nadie. Personalmente tengo la teoría de que en Uruguay el WiFi público vino asociado al Plan Ceibal, lo que ayudó a crear esa idea de que -como un vaso de agua- es algo que no se le niega a nadie. Cosa reforzada aún más por el plan Universal Hogares. Pero parece que esa no es la norma. Pululan en aeropuertos, shoppings, hoteles y todo tipo de locales redes pagas de WiFi. Para ser más claros, los hoteles cobran el WiFi como un servicio aparte. Capaz que es por costumbre pero con el modelo mental que tengo del uso de Wifi acá, eso es como si me dijeran que el hotel cobra aparte por usar las toallas.

Hasta este punto se me puede tratar de exagerado, sobretodo porque son disposiciones legales las que de una manera u otra fuerzan a algunas de esas medidas (aunque hay quienes saben solucionarlas más elegantemente como el wifi abierto de las Apple Store que tiene un buen firewall en lugar de obligarme a registrar mis datos). Sin embargo, con gran asombro descubrí que ese tipo de situaciones se dan inclusive en conexiones privadas.

El hecho es que contraté en distintos países chips con planes de datos para poder tener conectividad y menuda fue la sorpresa cuando en Inglaterra me encuentro que al querer entrar a un sitio, me aparece en cambio un cartel del operador anunciando que el mismo puede tener contenido para adultos, por lo que debía registrarme para demostrar mi edad. A ver si nos entendemos; un plan de datos que contraté firmando un documento y con mi número de pasaporte (ergo, la empresa ya sabe que soy adulto) lo primero que hace es decidir a qué sitios puedo o no navegar y por si fuera poco me pide que lo compruebe pagando (una libra) con la tarjeta de crédito que -por mi comodidad, ejem, ejem- ellos se van a quedar, cosa de poder cargarme a ella cualquier consumo que quiera hacer.

La cereza de esa torta de hipocrecía es que en la misma página donde muy puritanamente se preocupaban porque mis pobres pupilas no se vayan a exponer a contenido inapropiado, la empresa telefónica promocionaba todas sus opciones de contenido para adultos pago que -adivinaron- podía contratar rápida y cómodamente con el número de tarjeta que pretendían que les diera. En una sola maniobra el proveedor estaba violando la neutralidad en la red tanto para el contenido al que yo podía acceder como para favorecer sus propios productos contra otros de acceso gratuito. Una joyita.

Más allá de eso está lo que creo que más envidiamos a los países desarollados que son las infraestructuras de alta velocidad. Lamentablemente, por mucho de lo que les contaba antes, mi experiencia personal se limitó a redes 3G que a pesar de probar con SpeedTest para ver que daban velocidades superiores a las locales (4Mb) no demostraron en el uso cotidiano una diferencia sustancial. De hecho, me llamó poderosamente la atención la pésima calidad de la señal de los celulares en el interior de casas y locales a lo largo de Europa, con distintas operadoras.

No tuve oportunidad de probar conexiones fijas pero sí de hablar con uruguayos viviendo en europa cuyo testimonio fue que no eran exactamente la panacea, y que tenían por esos lares los mismos reclamos que hacían cuando estaban por acá. No me animo a afirmar demasiado en ese tema, no sea cosa que como cantaba Jaime Roos en "Los Olímpicos" se olvidaran de "las que pasaban antes de irse para allá".

A modo de resumen general, quedé bastante convencido de que la conectividad es un concepto que no se limita a la velocidad ofrecida por un proveedor o a las opciones de tecnología para conectarse. Me cuesta mucho disociarla de la libertad de acceder cuando y como quiera a la red, sin filtros, bloqueos o la amenaza permanente de las consecuencias de mis actos. Honestamente espero que ese camino no sea el único camino hacia el mundo desarrollado y me gustaría que sepamos apreciar que con las muchas falencias y pendientes que tiene Uruguay en materia de conectividad, también tenemos cosas muy buenas. Espero también que los usuarios y el sistema político no se queden de brazos cruzados esperando y se tomen acciones para proteger eso como aprobar una ley seria de neutralidad en la red o no caer en la trampa de jugarle el partido a los defensores del copyright a costo de los usuarios.




03.04.2012 03:38 / Podcast

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Gracias a la gentil invitación de Gabriel Icasuriaga, tuve la oportunidad de participar en la última edición de las reuniones del Grupo de Usuarios Genexus de Montevideo (GUG Montevideo).

Como muchos de ustedes sabrán, Genexus es una herramienta desarollada en Uruguay desde hace más de 20 años que permite exportar código para diversos lenguajes y plataformas de un único origen, por ende integrando y ahorrando tiempo y trabajo.

A pesar de que hoy es una herramienta con usuarios alrededor del mundo, una de sus comunidades más fuertes sigue siendo la de nuestro país, y una parte muy importante de ella es la que se da cita en los encuentros del GUG Montevideo.

Como organizador de mucho de lo que se hace en éstos encuentros, Gabriel nos cuenta el origen y el porqué del grupo, su perfil y las actividades que organizan, así como algunas ideas para lo que resta del 2012.

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Vínculos del capítulo

 




21.03.2012 00:34 / Desarrollo

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A fines del año pasado, en el marco del IV Encuentro de Gobierno Electrónico organizado por AGESIC* escuché una frase vertida -si mal no recuerdo- por Evan Henshaw, hacker y activista que comparte su tiempo entre Uruguay y EE.UU., que me quedó resonando. Decía que mientras que en el mundo es la sociedad la que reclama apertura y los gobiernos los que se resisten, en Uruguay pasaba que hay algunas muestras muy concretas de apertura pero falta interés para hacer algo desde la sociedad civil. Se refería en concreto al tema de los Datos Abiertos de Gobierno pero creo que aplica a más cosas.

Es evidente que el estado Uruguayo no es un bastión de la transparencia, más bien tiraría para el lado de la dudosa fama obtenida por el secreto bancario que últimamente nos puso en la famosa "lista gris" de la OCDE.

Eso no significa, sin embargo, que no existan iniciativas fuertes en pos de la transparencia; sin ir más lejos podríamos decir que es un proceso que toma fuerza con la ley 18.331 (conocida como la ley de Habeas Data) del año 2008 y desde entonces va empapando procesos en el estado, con una presencia fuerte como tema en las tres ediciones de la Agenda Digital.

En el caso de los Datos Abiertos, hay varios catálogos publicados por diversas dependencias del estado y hasta un portal especializado (http://datos.gub.uy/) para publicarlos. Pero no son tantos lo que están usando esos datos. Los casos más conocidos giran alrededor de los datos geográficos y de tranporte público de la Intendencia de Montevideo y el esfuerzo hecho en el hackathon Desarollando América Latina. Obviamente procesar datos no es algo a lo que pueda acceder el 100% de la sociedad pero este es un caso donde el gran ausente viene siendo la prensa. Para comenzar a hacerse una idea de la dimensión de los datos en esta profesión, sobra con ver la sección especialmente dedicada del periódico Inglés The Guardian, ejemplo para propios y ajenos.

Una forma más sencilla de darle participación a la ciudadanía son las consultas públicas y de éstas si podemos participar todos sin importar capacidades técnicas. En los últimos meses hay tres que me parecen de suma importancia; la del borrador de la ley de Televisión Digital Abierta, la del documento que Uruguay persentará para unirse al Open Government Partnership y -en este momento- el llamado a ideas para los eFondos.

La consulta sobre la TV Digital fue movida principalmente porque en ella buscaron imponerse por un lado los intereses de los actuales dueños de los medios de comunicación y por otro organizaciones como APU y varias más, aglomeradas bajo la "Coalición para una Comunicación Democrática". Desde mi punto de vista al menos, pasó desapercibida para la moyoría de la gente una oportunidad de opinar sobre un bien del estado que vale millones e influye en lo que vemos, óimos, aprendemos y pensamos.

Para entender el tema de Open Governmet Partnership, podemos muy brevemente decir que Uruguay pretende formar parte de una organización internacioal comprometida con el Gobierno Abierto y la transparencia. Para acceder debe presentar un documento con compromisos medibles que fue sometido a consulta pública la semana pasada. En esta consigna, aún sin difusión de los medios, la participación llegó desde ONGs pero tambien de particulares. ¿Podría haber sido más grande? Claro que sí y es ahí donde cada uno de nosotros puede hacer la diferencia.

El tercer caso, de los eFondos, se trata de la tercera edición de una iniciativa que financia a la interna del Estado, proyectos de Gobierno Electrónico. En esta ocasión el gran diferencial es que todos nosotros podremos proponer qué trámites o servicios se deberían mejorar y hacer esas ideas realidad con este financiamiento. Esta oportunidad ya está abierta y todos podemos participar. ¿Quién no ha soñado despierto con una idea para facilitar un trámite mientras hacía cola en algún lado? Ahora es el momento para mostrar esas ideas.

Volviendo a la frase original, parece haber una clara "oferta" de participación de parte del Estado. Responder a ésta y hasta generar una "demanda" mucho mayor no sólo tiene que ver con los temas de las consultas en sí, sino con generar una cultura de la transparencia y demostrar el valor de la apertura.

No es cuestión de participar por lo único de la oportunidad, por el contrario tenemos que buscar la participación en todas y cada una de las iniciativas, así como exigirlas activamente para que no tengan nada de único y se conviertan en algo absolutamento normal.

 

 

*Van a ver (o habrán visto) a AGESIC nombrada varias veces en la nota y para ser -como manda la temática de este artículo- lo más transparente posible, aclaro que estoy trabajando junto con este organismo haciendo consultoría en comunicación, así como colaborador en las mesas de trabajo sobre Datos Abiertos.

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Tecnómano, pero nunca tecnócrata. Incansable hablador y adorador de las buenas ideas.

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