Helios
Sarthou
 

Catedrático de derecho y abogado laboralista. Fue uno de los fundadores del MPP, electo diputado por Montevideo en 1989. En 1994 ingresa al Senado, y en 1997 forma la Corriente de Izquierda; abandonando el Frente Amplio para formar parte de Asamblea Popular.

 
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09.11.2007

Las palabras infectadas

Las nuevas palabras "corporativos" y "radicales"

1- La semántica como instrumento político

La semántica la define la Real Academia como la ciencia del significado de las palabras. Las palabras manejadas, manipuladas, pueden ser importantes instrumentos de lucha política.

Es el caso de palabras síntesis, convertidas en símbolo, infectadas de un efecto automático, cuya sola utilización convoca juicios determinados, trasmitidos para conquistar, (salteando la razonabilidad por impacto verbal), a los grupos humanos o a toda la sociedad a quienes van dirigidos.

Normalmente las palabras se abren y se las infecta con carga conceptual descalificadora de aquellos a quienes se quiere alcanzar, por ejemplo disidentes del pensamiento oficial. En otros casos la semántica manipulada trata de inducir a pensar ideas que son de interés del sistema dominante.

En esta operación semántica, asume un rol importante la prensa adicta a la doctrina o posición política que la utiliza y también los comunicadores de toda índole que por la reiteración van fijando un concepto dirigido, en mensaje que despierta su acción sugestiva no bien se la utiliza.

Inclusive la deformación del sentido queda fijada en la conciencia colectiva con el error con que se infectó, cumpliendo así el objetivo buscado.

La izquierda de este país vivió largo tiempo sufriendo la condena de las palabras, los mensajes envenenados sobre la subversión y la violencia que se le imputaba. Hoy en el poder trata parecido a sus disidentes, usando el monopolio de la información para el desprestigio de ideas o posiciones de quienes ejercitan el derecho a la disensión.

Para poner un ejemplo del pasado.y presente: la palabra revolucionario en esencia admite perfectamente la definición de quienes buscan la transformación profunda de la sociedad, alegando un objetivo de igualdad o cambio social. Esta posibilidad y este objetivo no implican ni necesaria ni únicamente la lucha armada. Se puede ser revolucionario en cuanto a la postulación de un cambio esencial por métodos políticos de persuasión, convencimiento, acción política docente y de formación, desde que revolucionario quiere decir transformador de la sociedad en profundidad, pero no esencialmente por medios violentos, aunque esta pueda ser una de sus modalidades.

Sin embargo la palabra ha quedado infectada deliberadamente por el pensamiento conservador, al que le importa desprestigiar la transformación profunda, imputándole siempre el sello de la violencia como único sentido, que es precisamente el que aleja la adhesión popular.

En forma más moderna está la manipulación de la palabra para asociar por ejemplo a todos los ambientalistas como piqueteros y a los piqueteros como todos violentistas, cuando el piquete es una figura tradicional del derecho sindical norteamericano admitido como lícito.

Podríamos decir que esta infección de las palabras tiene dos vertientes por lo menos.

Una vertiente es la manipulación de la semántica para la transmisión e inducción hacia ideas que son interés del sistema internacional y nacional dominante. La semántica por lo menos en nuestras sociedades del subdesarrollo latinoamericano, que es lo vivido, nos viene también desde la dependencia, y más adelante nos referimos a su carácter sutil y encubierto.

La segunda vertiente es la vía de la descalificación del oponente político y a veces hasta difamación, atribuyéndole entre otras una denominación que por sí sola se busca levante resistencias o genere reacciones. Tal es el caso del término "radicales".

2- La semántica pretendidamente sutil de la dependencia.

La primera hipótesis se concreta en el lavado o sustitución de algunas palabras que trata de inducir a pensar ideas que son de interés del sistema dominante globalizado e imperialista.

Así por ejemplo, los informes y la jerga internacional, prefieren no hablar de pobreza sino de personas en situación de riesgo. El cambio, despoja del aura deprimente y desprestigiante inherente al término pobreza, para abrir sólo una situación de posible riesgo. Pero es una trampa conceptual, porque el riesgo ya se consumó con la calidad de pobre.

Se difunden los términos de sociedad civil para referirse a una comunidad o estructura de una sociedad, lo que se trasmite en las palabras oficiales internacionales y de la técnica sociológica, pero políticamente en forma sutil se elude la caracterización de sociedad capitalista de clases bajo el equívoco o ambigüedad del término civil, que nada indica y que sólo parece diferenciase del concepto de militar. Estamos ante una denominación aséptica que desde el título trata de ser de neutralidad conveniente en cuanto a la definición de la tipicidad de las sociedades de mercado.

Un caso peculiar de denominación trasmisora de una idea rectora es definir los pagos de la deuda externa como "superávit inicial . Esta palabra no la puso un distraído. Es hábil porque le hace creer al uruguayo que la injusta deuda externa es pagada fácilmente con el superávit, es decir con lo que sobra, lo que es mentira absoluta porque la deuda externa no se paga con el superávit del país ni inicial, ni cualquier otro sino arrancando los recursos que serían necesarios para la educación, la salud, la vivienda y la justicia.

No falta tampoco intencionalidad macro, cuando dejó de llamarse a los países del subdesarrollo como subdesarrollados, que es lo que son, y se introdujo la variante del nombre de países en vías de desarrollo lo que no era cierto, pero sonaba mejor para la opinabilidad de los regímenes que los dirigían.

También la O.I.T ha aludido como objetivo al trabajo decente, que tiene más el aire caracterizador relacionado con las buenas costumbres, que el contenido esencial -del salario justo y suficiente- que aparece como imperativo fundamental de la relación de trabajo.

3- La nueva semántica infectada: sindicatos corporativos y políticos radicales.

A) De algún modo estas reflexiones aparentemente abstractas, fueron generadas por un embate lanzado contra sindicatos públicos, al unísono, por varios legisladores calificando hacia el desprestigio a los mismos como "corporativos", defensores de intereses corporativos y no del bien general. La reafirmación de estas palabras difamatorias de la lucha de los trabajadores traen el recuerdo del pasado que la izquierda sufrió, convirtiéndose ahora de víctima en victimaria.

Quién no recuerda el uso de la palabra comunista o izquierdista sistemático para generar el desfavor popular y perseguir el pensamiento marxista.

Nos pareció absolutamente injusto que cuando organizaciones sindicales no se mueven sólo sobre el salario, sino que asumen la defensa de los trabajadores frente a la reforma tributaria injusta (AEBU Y ADEOM), o cuando se movilizan contra las privatizaciones (FOSSE, FANCAP, FUCVAM, la Coordinadora de Entes y COFE) y contra la amenazante mal llamada reforma del Estado de la OPP, se les endilgue el rótulo de Corporativos, que tiene el tufillo fascista del régimen corporativo fascifalangista.

Inadmisible el calificativo pues nada tienen que ver los sindicatos corporativos del fascifalangismo, que eran sindicatos al servicio del Estado e integrantes de éste y transpersonalistas en su filosofía, con sindicatos que luchan por la clase trabajadora en una economía de mercado en temas estructurales, y se enfrentan contra el Estado con todo fundamento porque las reformas proyectadas y las privatizaciones son de fundamental incidencia en sus derechos laborales.

B) También se viene encarando desde que la izquierda ascendió al poder un aislamiento de los discrepantes bajo el rótulo de radicales lanzado desde los medios de comunicación.

Bueno es señalar que no es sólo la izquierda frenteamplista sino todos los sectores tradicionales y también la prensa adicta que maneja el término radicales, y no el de las organizaciones políticas individualizadas, poniendo un rótulo común a todos los que dentro del FA están enfrentados con este gobierno por la política seguida.

En versión caricaturesca a la radicalidad se la asocia con la disconformidad total infundada, la carencia de soluciones, la falta de realismo, la intolerancia para esperar los cambios supuestos. La nueva palabra, los radicales , en que la semántica también cuenta, busca desprestigiar ante el pueblo a sus integrantes por la radicalidad y sembrar temor y desconfianza en la gente trabajada por la línea de la transacción el diálogo y la colaboración de clases sostenida por el frentismo oficial. Los radicales ocupan el lugar equivalente al que ocupaba la izquierda marxista y en general los sectores de izquierda cuando gobernaban los partidos tradicionales. La izquierda en el poder, al violar los principios esenciales de la política antiimperialista y anticapitalista de sus documentos fundacionales difundidos en su campaña electoral engendró la respuesta interna de una izquierda calificada como radical pero que en definitiva no representa más que la firme fidelidad a los principios esenciales, que ratifica el frente fundacional y que hasta en un tema tan sensible como el de los derechos humanos se ha visto obligada a denunciar a la dirección del FA por el abandono de los compromisos éticos contraídos.

De algún modo quisimos alertar una vez más que así como se dice que las armas las carga el diablo también el diablo carga las palabras como armas.
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