Contenido creado por Manuel Serra
Julián Kanarek

Escribe Julián Kanarek

Opinión | Acordemos en discrepar: Uruguay y su primera elección con redes determinantes

Es una oportunidad para erigirnos como ejemplo mundial en buenas prácticas de campaña política y redes sociales. Pero no soy optimista.

28.01.2019 16:05

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2019-01-28T16:05:00-03:00
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Por Julián Kanarek @julian_kanarek

Empezó el año. Y como todo año electoral empezó mucho, muchísimo antes de que llegue el último ciclista. Políticamente no arrancó bien, el ambiente de crispación, enfrentamiento, acusaciones y peleas no sólo se mantuvo en el primer mes de año, sino que se vio potenciado si lo analizamos a partir de la conversación en las redes sociales.

Hechos policiales (y su cobertura), la crisis en Venezuela, manifestaciones políticas de sectores del país, faltas en el tránsito de integrantes de varios partidos, además un sinfín de temáticas menores, generaron cruces entre figuras políticas, entre militantes, entre periodistas, militantes y periodistas, políticos y periodistas, militantes y políticos y en cualquier combinación que el lector pueda encontrar de todas las anteriores.

Empezó el año electoral y no es uno más. Según todos los analistas es la elección más competitiva de los últimos quince años, lo que podría renovar e incidir de manera positiva en la democracia. Y es la primera elección en la que en Uruguay, la democracia plena más avanzada de América Latina, las redes tendrán un protagonismo determinante.

He escrito sobre la oportunidad que esta instancia nos brinda como país para erigirnos como ejemplo mundial en buenas prácticas de campaña política y redes sociales. Pero no soy optimista.

Venimos reproduciendo todos y cada uno de los hitos que marcan el deterioro en el discurso público que se dieron en los países dónde las redes dejaron de ser aquel espacio democratizador para convertirse en una amenaza para la democracia.

Nuestro comportamiento en redes (como sociedad) es cada día más agresivo, está más basado en el otro como argumento y no hace más que corroborar nuestras creencias y prejuicios.

Tanto es así que durante el fin de semana circuló por la red un editorial de Farhad Manjoo en el que recomienda a los periodistas "dejar Twitter" porque "es (hoy) el epicentro de una guerra imparable de información, un estadio de gladiadores con una gestión tan mala que casi es cómica, un lugar en el que los activistas, los artistas de la desinformación, los políticos y los publicistas se reúnen para dirigir e influenciar el mundo mediático más amplio."

En su libro El filtro burbuja (2011), Eli Parisier alerta sobre el antiguo sesgo de confirmación y su comportamiento online. Potenciados algorítmicamente "tendemos a ver cosas que refuerzan nuestros puntos de vista ya existentes, vemos lo que queremos ver". Arrinconados en nuestras burbujas disparamos munición gruesa hacia trincheras ajenas (profesionales, ideológicas, partidarias) sin siquiera otorgarle al otro la posibilidad de tener razón, sin darnos a nosotros mismos la oportunidad de transformar nuestro pensamiento.

En "Cómo mueren las democracias" (2018) Levitsky y Ziblatt advierten sobre la necesidad de grados de contención para que la democracia siga siendo un juego al que todos queremos seguir jugando indefinidamente: "para garantizar futuras partidas, los jugadores deben contenerse tanto de incapacitar al otro equipo como de enfrentarse a éste en tal medida que el rival se niegue a volver a jugar mañana. Si los adversarios de uno abandonan, no habrá más partidas. Y eso implica que, aunque las personas jueguen para ganar, deben hacerlo con cierto grado de contención."

Por más incidencia que tengan las redes estas no permiten describir procesos electorales completos y complejos. Pero sí matrizan el tipo de conversación, la calidad del debate y el manejo de la discordia que tenemos como sociedad.

Estamos comenzando el año y ya caminamos por la cornisa. Mientras la desinformación, las amenazas de manipulación y las fake news concitan toda la atención hay un debate que nos debemos antes: el de la contención democrática, la tolerancia y el manejo del disenso.