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“Odio el ping pong”. Por Carlos A. Muñoz

31.Ago.2018

El director teatral escribe acerca de la agitación en torno a la directora de Cultura de Paysandú.

"Pobre" fue lo más suave que escuché sobre su grosera patinada en un inofensivo y pretendidamente divertido programa de radio. "La felicidad del atardecer" se llama el espacio donde la torturaron y cantó cualquier cosa. A esta altura debe odiar las caídas del sol sanducero y todo lo que tenga que ver con la palabra "felicidad". Está complicado salir a la calle en una ciudad del interior después del bache histórico. Ni hablar de jugar al ping pong. Me imagino a los chistosos de siempre tirándole pelotazos sobre personajes del pago. "Conocés a Leandro Gómez? Milton Wynants? Egidio Arévalo Ríos? Raúl Sendic?". Atrevidos.

Para peor, es Directora de Cultura, título ilustrado si los hay. "Pobre y burra" me dijo un amigo ante la difusión que tuvo el tema en los medios y redes. Ni pobre, ni burra. Yo hubiese perdido. Tal vez no las fechas patrias. Esas las sé de memoria, porque en la escuela me enseñaron a memorizar todo lo que se me cruzara. Las nuevas generaciones no memorizan nada. Para eso está wikipedia, pero en una entrevista Ping Pong no vale. Lo que importa es "entender el concepto" o "aprender a aprender" dicen en la nueva escuela. Aprender que Macri es una porquería, que los Iracundos y el Pepe son lo más grande que ha dado este país y un montón de respuestas que vale la pena escuchar para entender su perfil, su cabeza, su criterio para estar al frente de un Departamento de Cultura. Cierto que muchos de sus antecesores dejaron mucho que desear. No es excusa. Debe renunciar. Ya, en silencio, calladita, sin pedir disculpas ni nada. Debe dejar el cargo y aprender a jugar al ping pong. Lo digo con humor y con el mayor respeto que me merece alguien que según su historial estudió mucho para llegar ahí. Incluso en una Facultad de Cultura, en Uruguay, que la felicitó y le sacó fotos cuando asumió. Está bien congratularse cuando una "profesionala" asume un cargo que le corresponde por estudio. Supongo que en esa época ya se expresaría igual de Macri, de los Iracundos, de Mujica y todo el carnaval populista que se le arrime. Debe renunciar por una cuestión de imagen, de dignidad. Cuando se erra, se erra. Punto. A cuarteles de invierno a estudiar historia y cómo declarar en público. Yo no sé si ella ignora las fechas, pero yo escucho y me caliento.

El Intendente debe ir a la Junta a rendir cuentas, la ministra al Parlamento. Pero se trata de cultura, de Mauricio Macri que es una porquería, de Emir Kusturica que está en Cannes enamorado de Mujica porque es pobre y tremendo actor (esto lo dice Franklin Rodríguez defendiendo la cultura, linchado por mujiquistas y afines, a quien apoyo en todos sus dichos), del poder establecido que reproduce conductas indignas para el arte y la cultura nacional, de la cuestión de género, de la inclusión y el ping pong. No va a pasar. Lamentablemente, nadie va a rendir cuentas, ni por dignidad siquiera. Lástima para la cultura, para la sociedad, para el país de mis hijas a quienes les corrijo las faltas que no le corrigen en la escuela o intento que memoricen cuestiones básicas de la historia de este país y le hablo de los pesos pesados de la inteligencia nacional, los que se jugaban la ropa por un país más crítico, serio, viable, riguroso y moderno. No me interesa el fútbol como expresión de identidad uruguaya, ni el mate ni las tortas fritas. Me interesa la cultura en elevación, en crecimiento, en riqueza de historia y proyección, en identidad que se construye con múltiples y dinámicos procesos de cambio sobre la herencia, más allá del consumo. Tengo amigos que descubrieron a Kusturica por Mujica, aunque muchos no saben que es músico o que hizo un documental lamentable sobre Maradona. Está bien que se informen. Hago lo mismo. Si no conozco a alguien, voy y me informo. Me informo, intento formar una opinión personal, criteriosa y no repetir los versos que me dan masticados. Después hablo. Pero no soy director de nada. En ese caso, haría mi trabajo calladito. Lo mejor posible, sin decir disparates o embarrarme en intentos vanos por comunicarme de tardecita y al tanteo. Le erró la directora. Los errores en la administración pública se pagan.

Nunca descartaría la memoria, lo digo justamente porque siempre sufrí su falta. Perdería un Ping Pong. Soy un desastre para las respuestas apuradas sobre conocimiento general. Me pongo histérico. Lo compruebo en los programas de televisión como "Ahora caigo" o cada vez que me tocó estar del lado del entrevistado. Lo digo con autoridad porque trabajé muchos años en los medios y conozco el pánico de la cámara o el micrófono. Por eso nunca aceptaría responder un cuestionario contrarreloj o donde podría ofrecer un flanco débil a la barra brava de las redes sociales, de derecha o izquierda, da lo mismo. Le faltó cancha a la chica, le faltó cintura, rapidez, memoria, cayó en la trampa de la demagogia populista, si hay que jugar jugamos, si me tengo de desnudar me desnudo, si hay competir en carrera de embolsados para hablar de cultura, vamo arriba, como dice el patrocinador del Bicho Bicho al Solís y la camiseta celeste al David. El problema no es el desconocimiento sino el perfil que desnuda esa simpleza, la idoneidad para ese cargo, la formación cultural, la situación de la educación y la visión de país que hay detrás de esa cantidad de material que brindó la directora en esa jugosa y sorprendente entrevista.

"Sí, ídolo, un genio" le contestó el conductor del programa ante la respuesta dubitativa de la entrevistada. Dijo: "Sí, me lo dijo Ralf, que es el baterista de...". La pregunta fue sobre el significado de "Paysandú". Escuché el audio. No terminó la respuesta. Me quedé sin saber el origen del nombre y la banda donde toca el genio Ralf, ni siquiera sé cómo se escribe. Pero no importa, no soy director de nada, ni conduzco un programa de radio. Apenas un periodista más o menos informado y preocupado por algunos asuntos vinculados a la cultura. Como oyente, me gustaría saber cuál es la banda de Ralf o de dónde viene el nombre Paysandú. Nelson Caula descubrió que así llamaban los guaraníes a Santo Tomás. Está investigando ésta y otras cuestiones en Paraguay. Caula es un periodista uruguayo, escritor, investigador de temas históricos vinculados a nuestro pasado indígena y a la formación de la Patria, hombre de radio desde tiempos inmemoriales. Lo supe por Google. Lo de Paysandú. A Caula lo conozco de la época de la revista Guambia, donde ya expresaba su interés por estos asuntos. No tenía ni idea del tema Paysandú. Ahora supe también que hay varias teorías al respecto. Esa pregunta la perdía en el ping pong que le hizo el sanducero. Conozco las fechas patrias y todos los feriados (chiste). "Me traicionaron los nervios" publicó en Facebook la Directora de Cultura. Se disculpó. Nada dijo de sus dichos posteriores sobre los Iracundos y Mujica, ni de Macri. Nada tenía que decir, es lo que piensa. Es su mirada sobre la cultura. Ese es el verdadero problema. Si fuera directora de tránsito nadie le pediría que supiera de historia o de otros pormenores de la cultura uruguaya.

Preocupa la liviandad para asumir que el problema es más de fondo y serio que escrachar a una joven que cree que la cultura empieza y termina en los Iracundos, la Semana de la Cerveza y dos o tres "eventos" más. Me dicen que estuvo en reuniones para discutir y proponer una Ley que fundamente la creación del Ministerio de Cultura, idea que circula entre bambalinas del poder, a imagen y semejanza de un modelo mejicano que deja mucho que desear. Ya existe un ministerio con una ministra que habla rápidamente de cuestiones de fútbol pero no de la situación de cientos de artistas que no tienen cobertura médica, no viven dignamente de su laburo o no pueden alcanzar un promedio jubilatorio que le permitan disfrutar de la felicidad del atardecer. Conozco artistas que no tienen para comer, viven de la caridad del gremio o de amigos. En época de inclusión, los artistas de este país no están incluidos en planes de salud, ni de mínimo bienestar o dignidad. Para eso deben laburar de otra cosa.

Tenemos un Ministerio de Educación y Cultura que deja mucho que desear tanto en materia de cultura como en educación. Es un desperdicio. Debería dejar el fútbol a los futboleros, las asociaciones civiles a los particulares, la educación a los educadores y los fondos públicos a impulsar proyectos de fuerte impacto cultural y social. Sin partidismos, sin política menor que sólo promueve intereses de sectores afianzados al poder, sin ansiedad mediática que todo iguala en un mercadeo de productos entretenidos, masificados y que ofrece pasatiempos baratos. Tenemos un popurrí de leyes y decretos y numerales sobre innumerables asuntos culturales, un popurrí de institutos, instituciones y organismos que centralizan en lugar de descentralizar, que institucionalizan la cultura en lugar de expandirla y liberarla, en lugar de funcionar como mediadora de agentes y procesos. Ordenar ese caos legal es el primer paso para corregir un entrevero administrativo, económico y de proyectos que se enredan en la "cultura burocrática" del Estado, una red pesada que impide cambios sustanciales en la maquinaria que alberga (enlentece) la potencia creadora uruguaya. Pero son muchos cambios. Primero, a salvar el fútbol. El mismo que antes era considerado "pan y circo" ahora rinde en imagen y reproducción de electores. Y a salvar funcionarios que no saben jugar al ping pong. Con todo respeto.

Carlos A. Muñoz