Contenido creado por Martín Otheguy
Internacionales

El país de las vacas tristes

Uruguay según la mirada de Millás

"Uruguay, el país con receta para la felicidad humana", es el título del extenso reportaje que el escritor español Juan José Millás le realizara al presidente José Mujica, parte de una crónica en la que el periodista llega a algunas conclusiones sobre la baja autoestima de los uruguayos y las contradicciones del país.

24.03.2014 10:41

Lectura: 7'

2014-03-24T10:41:00-03:00
Compartir en

Montevideo Portal

El escritor y periodista español Juan José Millás vino a Uruguay con una cámara para filmar su encuentro con el presidente José Mujica. En la entrevista, que fue publicada por El País de Madrid, paseó junto a Mujica mientras el mandatario manejaba y hacía tareas en la chacra.

"Allí mismo, a la derecha, medio oculta entre una vegetación sin domesticar, nos mostraron la casa de José Mujica, el presidente de la República Oriental del Uruguay. Se ha dicho de ella que es una casa modesta. Falso. Es pobre. Una chabola de alto standing, podríamos decir, con el techo de chapa, a cuya puerta nos aguardaba ese anciano que había puesto de moda a su país. Llevaba unos pantalones de chándal desgastados y una camisa azul de todo a cien", cuenta MIllás.

En la entrevista, Mujica aseguró que los que mandan hoy en día son los "grandes poderes financieros". "Ya no es el perro el que mueve la cola, sino la cola la que mueve al perro".

Mujica contó que los demás presidentes le "dan la razón, pero miran para otro lado". "Cultivan la ilusión de volver a ser presidentes, no se atreven a pegarle al enemigo más fuerte que existe. Disimulan, pero somos juguetes", explicó.

Uruguay "es un paisito muy especial. Más del 50% del movimiento bancario está en manos del Estado. A los uruguayos nos educan en que, cuando tenemos un peso, tenemos que ir al Banco de la República, que es el banco del Estado. Y no es que nos trate bien, solo falta que nos peguen, pero tenemos confianza en él. La banca privada es débil", cuenta el mandatario.

"Dice que se burocratizaron, que llenaron de gente las propiedades del Estado, que tenían un teatro (el Solís) con un empleado para subir el telón y otro para bajarlo. Dice que todavía tienen un problema con la burocracia estatal. Reconoce que los sindicatos de los funcionarios, muy poderosos, le han torcido un poco el brazo. Dice que tiene paciencia, que hay que seguir luchando y sembrando, que él ha pensado mucho, porque en la cárcel tuvo mucho tiempo para pensar, y que aprendió que todo cambia muy lento", cuenta MIllás sobre Mujica.

"Montevideo nos pareció una de las ciudades más seguras del mundo", afirma el autor del reportaje sobre la capital de Uruguay. "Al menos, como Madrid, Barcelona o cualquier otra ciudad europea", indica Millás.

"El uruguayo todo lo exagera hacia abajo (así como, según el tópico, el argentino todo lo exagera hacia arriba). Si, según el chiste, el argentino se suicida arrojándose al vacío desde su yo, el uruguayo apenas se rompería una pierna saltando desde el suyo", cuenta Millás.

"Digamos, por acabar con este trámite, que se trata un país con escasa autoestima. Todo esto, dirán ustedes, son generalidades, tópicos. Cierto, pero generalidades y tópicos tan presentes en la vida cotidiana, en las conversaciones y lecturas, que conviene tomárselos en serio. Observen que cuando un uruguayo tiene éxito se larga enseguida a Buenos Aires, donde no lo reciben como uruguayo, sino como rioplatense: un modo sencillo de apropiárselo sin faltar a la verdad. Del prócer uruguayo José Artigas, dice Cristina Kirchner que no solo era argentino, sino que no quería ser uruguayo. A veces parece que Uruguay solo tiene razón de existir como contrapunto de Argentina. Jorge Drexler asegura que ser uruguayo consiste en no ser argentino", agrega.

La clave de la felicidad

"El uruguayo, en fin, sería morriñoso, melancólico, mohíno, cuando no decididamente triste (...) Hay uruguayos que para demostrarte lo poca cosa que son te hacen caer en la cuenta de que su país es el único del mundo que carece de nombre. Es cierto: oficialmente se llama República Oriental del Uruguay: significa que es una república situada al este del río Uruguay. Viene a ser como si a usted lo conocieran como el cuñado de Rosa, en el caso de que tenga una cuñada con ese nombre", cuenta el periodista.

"¿Cómo es posible que, con tales antecedentes, The Economist otorgue a Uruguay el título de País del Año 'por su receta para la felicidad humana'? ¿Se ha vuelto The Economist gilipollas?
Pues no, el semanario británico está en su sano juicio. Y no ya porque en los últimos años se haya despenalizado el aborto, y se hayan legalizado los matrimonios gays o la marihuana. Todo eso, con ser significativo, es la espuma. Las cuestiones de fondo resultan menos espectaculares, menos mediáticas, pero sin estas no habrían sido posible aquellas", concluye Millás, para luego hablar de los buenos indicadores del país y el proceso de recuperación tras la crisis del 2002.

"Este conjunto brevemente esbozado de conquistas económicas y sociales lo que condujo a The Economist a declarar a Uruguay 'País del Año por su receta para la felicidad humana'. Si faltaba algo que coronara el pastel, resulta que tenían un presidente, José Mujica, el Pepe, que se atrevía a llevar la vida que predicaba para los demás", agrega

En su recorrida por el país Millás asegura que conocer Uruguay es "también visitar las ferias o mercadillos de Montevideo, la de Tristán Narvaja, por ejemplo, donde se sucedían, una tras otra, una serie de librerías que combinaban sin problemas las novedades editoriales con el libro antiguo o de ocasión". "Si hubiéramos de deducir el grado de cultura de los uruguayos de los títulos que figuraban en los escaparates, diríamos que se trata de uno de los pueblos más ilustrados del mundo. Si tuviéramos que deducirlo, en cambio, de la visita al zoo de Montevideo, diríamos que el uruguayo es un tipo que no cree en el sufrimiento de los demás, de los animales al menos. Jamás habíamos visto un zoológico más triste, más enfermo, más parecido a una prisión medieval".

El presidente llevó al periodista y el fotógrafo a conocer la residencia de Anchorena. En el viaje, el presidente cuenta: "ser ateo no me ha creado ningún problema porque soy uruguayo. Batlle era un anticlerical enorme, escribía dios con minúscula. Yo no soy anticlerical".

"Tras tomar un refrigerio, Mujica se pone al volante de una especie de camioneta todoterreno (...) La situación nos parece un poco delirante, la verdad, ningún presidente de ninguna parte del mundo prescindiría de su seguridad en un recorrido no exento de riesgos y con dos desconocidos a bordo. En efecto, hay toda clase de árboles y de vegetación entre la que la camioneta se desliza superando milagrosamente la maleza, los surcos, la tierra mojada por las lluvias recientes. En una de las paradas que hacemos le pregunto cuánto dinero lleva encima. El Pepe saca del bolsillo de atrás del pantalón una vieja billetera: -Veinte o treinta mil pesos -dice echando un ojo al interior-. Yo hago los mandados y compro las herramientas. No tengo tarjetas de crédito, lo pago todo al contado. Una vez, hace años, fui a comprar una Vespa y me la querían vender a cuotas. Me di cuenta de que lo que me querían vender no era la moto, sino el crédito. La pagué al contado, pero no logré que me descontaran más de cien dólares", dice la crónica.

Final

"Regresamos de noche, agotados, en silencio. Creo que se duermen todos menos el chofer y yo. Cerca ya de Montevideo, nos detenemos en un peaje donde no funciona el sistema telemático. El chófer baja la ventanilla: -Este es el coche presidencial -le dice a la chica de la cabina-. Llevo aquí al lado al presidente. La chica dice que se les ha caído el sistema, que no podemos pasar sin pagar. Mujica, que está agotado, se inclina: -Dejame pasar, querida -suplica.

La chica continúa dudando, dice que tiene que consultar con su jefe. Al final, pagamos.

Unos minutos después, dejamos al presidente en su chacra, donde no se ve ninguna luz, de modo que su cuerpo se pierde enseguida en la oscuridad. Se lo traga la noche con sus andares de anciano. Nuestro viaje ha llegado a su fin", culmina la crónica de MIllás.

Montevideo Portal