36/ Con las uñas de colores

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Disparador, respuesta, comentario,
sería el orden mas o menos sumario
de lo acontecido en las ultimas semanas,
después de que el parlamento ruso votara
la no muy bien llamada "ley antigay".
Una ley que unos cuantos juristas rusos
consideran opuesta a la constitución del país.

Y si dije mal llamada "antigay"
es porque la ley
es tan vaga en su censura,
que deja abierta la puerta
a la especulación
sobre a qué se le llama "propaganda de las
relaciones sexuales no tradicionales".
¿Misionero no pero perrito sí?
¿Masturbarse mirando una porno califica o no?
Los colectivos de gays y lesbianas rusos
en cambio sí lo tienen claro:
la ley genera ciudadanos de segunda,
con sus derechos recortados y vigilados.

Apenas divulgada la norma
los matones nenoazis del país,
que tanto abundan y que ellos sí 
se manifiestan en público con toda garantía,
salieron de cacería.
secuestrando, humillando y torturando
a varios adolescentes a los que presumían gays
entre ellos a un joven uzbeco,
que terminó muriendo
a consecuencia de los golpes recibidos.

Tan seguros de su impunidad están
que filmaron su hazaña
sin tomarse la molestia de cubrir sus rostros.
y después subieron el video a youtube.
Y tenían razón:
ninguno de ellos fue denunciado, ni siquiera de oficio.
y ninguno fue procesado
o llamado a declarar
por más que todos eran plenamente identificables

Las reacciones a la ley
y a la violencia contra gays y lesbianas en Rusia
encontraron una caja de resonancia
en los recientes Mundiales de Atletismo
celebrados en Moscú.

Primero fue la atleta sueca Emma Green
que en un gesto ligero y apenas reivindicativo
compitió con las uñas pintadas de colores,
los colores de la bandera que identifica a gays y lesbianas.

A eso siguió el comentario de la pertiguista rusa
Yelena Isinbayeba
quien manifestó su apoyo a la ley
señalando que la acción de Green
"es una falta de respeto hacia nuestro país",
y agregando: "somos diferentes de otros europeos".

Por su parte el atleta estadounidense Nick Symmons
dedicó su medalla de plata a sus "amigos gays y lesbianas".

Y a ello siguió una muy difundida foto
del equipo ruso femenino de relevos
en la que dos corredoras se besaban en el podio.
Lo que la foto no mostraba,
pero sí mostraba el video,
era que el beso no tuvo en absoluto
un tono reivindicativo
ya que las cuatro atletas se besaron entre si
con la naturalidad y familiaridad de la,
valga la ironía, tradición rusa.

Entender ese beso entre las chicas
como una reivindicación
equivale a considerar el famoso chupón
entre Brezhnev y Honecker
como una avanzadilla en el desarrollo
de los derechos de gays y lesbianas.

Mas allá de estas idas y venidas
lo que me interesa son las reacciones
en las redes, de los lectores de diarios
y los comentarios en calles y bares.

Recuerdo que hace unos 30 años
el debate, incluso entre gente progresista,
era en el mejor de los casos
sobre qué clase de tratamiento
debían de recibir los homosexuales.
O si su "enfermedad" o su "problema"
eran solucionables,
si eran genéticos o culturales.

Los comentarios del hombre y mujer de la calle
fueron esta vez algo diferentes.
No es que no aparecieran los partidarios
de meter a los gays y lesbianas
en algún campo de reeducación o algo parecido,
de estos siempre hay, siempre habrá y siempre ha habido
Lo interesante eran las respuestas
de quienes "defendían" a gays y lesbianas,
con independencia de sus propias preferencias sexuales.

La palabra "derecho"
se llevaba la palma entre los argumentos
y ninguno se preguntaba
sobre las "causas" de la homosexualidad
por considerar, sanamente,
el punto por completo irrelevante en el debate.
De lo que se trataba
era de preservar unos derechos ciudadanos.
De que unos ciudadanos no lo fueran menos que otros.
Que no vieran recortada su libertad de expresión,
su libertad sexual y de elección.

Una suerte de "vive y deja vivir"
que resultaba por completo impensable
hace menos de medio siglo
y que de alguna forma demuestra
cuánto hemos caminado
los ciudadanos de las sociedades (mas o menos) democráticas
a la hora de pensar nuestro espacio social
como un espacio de libertad
en donde las leyes deben ser iguales para todos
y todos tener los mismos derechos y obligaciones.

Se me dirá que esto no ocurre en otras áreas
que son probablemente más masivas y sensibles,
pongamos, el derecho a la vivienda, a la salud y el empleo.
Y es verdad.
Pero eso no quita que la pelea de gays y lesbianas
nos ha hecho y nos hace
más libres, más complejos,
más ricos y más completos
como sociedad.

Y lo de Rusia es un recordatorio
de que las libertades no siempre han estado ahí
y que no son un valor conquistado para siempre
y de manera irreversible.