Por Juan Grompone
El Uruguay del bicentenario

Quien presida los festejos del Bicentenario posiblemente ya ha entrado a la Universidad, igual que lo han hecho muchos de sus ministros y de los senadores del 2030. Algunos diputados cursan hoy la Enseñanza Media y los más jóvenes, la Primaria. En buena medida, la suerte del país ya está echada, pero una acción decidida puede cambiar algunas cosas.

Hay otros aspectos del Uruguay del futuro que se están gestando en los centros de investigación del hemisferio Norte. En los laboratorios de biotecnología se analizan los genomas de diversos animales y plantas y todos los días se diseñan bacterias que permiten fabricar medicamentos, productos químicos o nuevos alimentos.

Regresemos a nuestros jóvenes que hoy se preparan para construir el futuro. ¿Tienen idea de la tarea que les espera? Imaginemos. Cuando entré a la escuela, en el milenio pasado, se me dijo que el buey en el escudo nacional representaba a la riqueza. Recién finalizaba la segunda guerra mundial y el Uruguay era acreedor de los países desarrollados. Teníamos un tesoro para repartir. El buey era el símbolo de la riqueza. Pero en los últimos cincuenta años hemos visto declinar la importancia de la producción agropecuaria tradicional y aumentar sin pausa las llamadas importaciones ''no tradicionales''. Hemos visto también cómo los productores rurales se endeudaban y reclamaban ayuda del Estado. La producción agrícola perdía importancia y pasó a unos pocos puntos porcentuales del PBI. También declinó la producción industrial. Al mismo tiempo, el mundo ingresó en una nueva fase de la economía capitalista que se la llamó de diversas maneras: Sociedad de la Información, Nueva Economía o Globalización, elija su nombre favorito.

Pensemos en la economía uruguaya e intentemos encontrar motores para su desarrollo. Como se ha señalado, el comercio exterior es el mecanismo por el cual se adquieren bienes de capital y, por lo tanto, se expande la economía. La propuesta para el sector exportador es crítica para el desarrollo del país. Me imagino que Uruguay posee tres grandes alternativas:

· Intentar industrializar el país. A este modelo lo llamo industrial.
· Continuar siendo un país agroexportador orientado a la calidad de sus productos. A este modelo lo llamo neocolonial.
· Desarrollar nuevos sectores afines a los servicios. A este modelo lo llamo de Nueva Economía.

Por cierto que rechazo la típica respuesta uruguaya que consiste en afirmar que los tres caminos son complementarios para no decidir y que, por lo tanto, podemos intentarlos simultáneamente. Además de molestarme la indefinición, creo que estos caminos son contradictorios en el horizonte del bicentenario y que deberemos optar por uno de ellos.


La propuesta industrial
Esta propuesta surgió en el siglo XIX desde diversos sectores de intelectuales, notoriamente en los llamados ''principistas''. Fue combatida por Rodó en su ''Ariel''. Fue retomada por Eduardo Acevedo pero no fue apoyada por Batlle y Ordóñez quien prefirió construir, anticipadamente, un Estado de Bienestar. La crisis de 1929 trajo consecuencias que se manifestaron luego del Centenario y que postergaron la industrialización hasta la segunda guerra mundial cuando el Uruguay se vio forzado a reemplazar importaciones. Finalizada la prosperidad artificial que trajeron las guerras, Uruguay entró en una crisis estructural que hoy todavía continúa.

Durante el período de la dictadura se impulsaron y desarrollaron las llamadas ''industrias no tradicionales'', pero en los hechos no se trataba de una propuesta industrial verdadera sino apenas de aumentar el valor agregado de los productos agropecuarios clásicos o de introducir algún nuevo sector productor de materias primas o alimentos.

Sostengo que la factibilidad del desarrollo industrial está en el tamaño del mercado interior, por razones de economía de escala. Sin un mercado interior que sostenga a la producción industrial, la industrialización no es posible. Este camino es válido para Brasil o China que poseen esta escala, pero no creo que lo sea para Argentina. El camino de la industrialización tiene otro aspecto. La economía capitalista ha entrado hoy en una nueva fase. Intentar una tardía industrialización es acoplarse a la modernidad en algo que ya pasó.
La industria que existe debe continuar y ampliarse, pero creo que el sector no es un motor posible para el Uruguay futuro.


La propuesta neocolonial
El segundo camino consiste en imaginar que el futuro del Uruguay se encuentra en la pro-ducción de alimentos y materias primas de alta calidad. Este es el modelo chileno y muchos lo contemplan con admiración. El salmón sembrado en el Sur y las frutas que se producen en contra estación respecto al hemisferio Norte han contribuido al desarrollo exportador de Chile y a su gran desempeño económico. ¿Por qué no pensar que este camino sirve para Uruguay?

De alguna manera se ha recorrido este camino. Los productores de vino han reemplazado las vides rústicas por variedades europeas finas. La variedad que había elegido Harriague, el tannat, se convirtió un siglo después en el emblema de la nueva viticultura uruguaya. Más interesante todavía porque significa una propuesta nueva es la producción de caviar en el Río Negro. Pero no pasamos de estos dos ejemplos. Por ejemplo, a pesar de ser un país repleto de ovejas, nunca se pensó en criar variedades lecheras que permitan elaborar quesos finos.

¿Qué ha hecho el país para estimular el camino chileno? Sin que yo pueda precisar cuándo, despacio, sin que se consultara al menos yo no lo vi se lanzó la idea de ''Uruguay Natural''. Primero fue una divisa turística, posteriormente un logotipo y un adhesivo en los taxis y ahora parece ser una política de Estado. La riqueza es el buey, se continúa diciendo en el Uruguay. Se suelen agregar frases falaces tales como ''siempre será necesario alimentarse'', ''hay hambre en el mundo'', ''los productos naturales siempre tendrán un mercado''. ¿Será cierto todo esto?

Visitemos un supermercado. Hay leche de todo tipo: con vitaminas, con hierro o calcio. Uruguay es un país lechero, pero ¿se puede comprar una leche ''natural''? Yo tengo problemas para conseguir un yogur ''natural'', con sabor a yogur, no descremado. Continúo en el supermercado y encuentro una góndola con ''verduras ecológicas'' lo cual me llena de dudas: ¿qué son las otras lechugas, manzanas o zanahorias?, pienso que no son ''naturales''. ¿Qué debo pensar de los pollos híbridos o de los huevos de ponedoras híbridas? ¿Qué debo pensar del maíz híbrido? ¿Qué debo pensar de los científicos del Instituto Weizmann que diseñan bacterias para destruir hongos que atacan a algunos vegetales de cultivo? ¿Son o no son productos naturales? Todo esto no pasaría de anécdotas si no existiese una amenaza mucho mayor, que nadie parece advertir.

Cada vez que comemos un helado de crema podemos saborear algo del futuro del ''Uruguay Natural''. La vainilla es el ingrediente que da sabor de este helado. Era un producto original de las zonas tropicales americanas, pero a fines del siglo XX Madagascar, Reunión y las Comores producían el 98% del mercado mundial. Sin duda existía mucho interés en abaratar el costo de este apreciado sabor y de quitarlo de la dependencia de las regiones tropicales. Fueron los bioquímicos quienes lo lograron. Se aisló el gen que codificaba la proteína del sabor de la vainilla y se lo introdujo en una bacteria. Hoy se produce este sabor en un reactor bioquímico, sin tierras calientes, sin trabajadores del Tercer Mundo y sin propietarios de las plantaciones. Setenta mil campesinos de Madagascar se quedaron sin trabajo y también los empresarios que disfrutaban de esta producción. Esta historia creo que se repetirá muchas veces en el futuro próximo.

¿Cómo podemos imaginar la celebración de bicentenario del Uruguay? Es natural imaginar desfiles, banderas, música, invitados internacionales y banquetes. Yo me imagino un menú posible: un espléndido medallón de lomo a la pimienta. Imagino que la pimienta será un sabor sintético que, en lugar de provenir de la costa de Malabar como ocurría en el siglo XVI, se fabricará en un reactor bioquímico. Pero también el medallón de lomo es posible que se fabrique en un reactor. Muchos pensarán que esto es ciencia ficción, pero puede no serlo. ¿Acaso no se habla hoy de fabricar piel bioquímica para injertos humanos? ¿Acaso no se habla de fabricar hígados u otros órganos para transplante humano? ¿Por qué sería más difícil fabricar un medallón de lomo vacuno de primera calidad? Si esto es así, el camino del ''Uruguay Natural'' está condenado al fracaso.

En resumen, quiero dejar bien sentado que el ''Uruguay Natural'', para mí, es una fantasía neocolonial, útil para el corto plazo, pero que forma parte de lo que estamos transmitiendo a los jóvenes del bicentenario y que, si no lo modificamos a tiempo, lo pagaremos muy caro.


La propuesta de la Nueva Economía
Al margen de la alharaca oficial por el ''Uruguay Natural'' hay otros sectores de la economía que se desarrollan. Uruguay que siempre fue un país de servicios desarrolló una industria del software actividad que corresponde a la Nueva Economía que hoy es el noveno rubro de exportación del país con casi 100 millones de dólares anuales. Esta industria ha superado al vino, el paradigma del ''Uruguay Natural''. Este es un punto digno de ser meditado.

Consideremos las posibilidades de desarrollo de la Nueva Economía. Si deseamos duplicar la exportaciones para poder duplicar el ingreso de bienes de capital y duplicar, finalmente, a la economía ¿acaso podemos duplicar el número de bovinos? Definitivamente no, hace más de un siglo que el stock bovino oscila entre 8 y 12 millones de animales; no lo podemos llevar a 20 millones a menos de abandonar la cría ''natural''. Tampoco podemos duplicar las exportaciones históricas de lana o de otros productos agropecuarios.

Veamos ahora la Nueva Economía. ¿Podemos duplicar la exportación de software? En el peor de los casos bastaría con duplicar en número de técnicos que trabajan en el sector exportador. Esto no solamente es posible con los recursos hoy sub ocupados sino que se lograría capacitar a una cantidad equivalente de estos técnicos en un par de años. Verdaderamente no existe un límite visible para el aumento de este sector. Todo esto sin considerar otros sectores de la Nueva Economía que todavía son embrionarios tales como la producción de entretenimientos, la consultoría o los servicios a distancia que tienen al Mundo como mercado.

Este camino de desarrollo es el que emprendió Finlandia un país que es apenas mayor que Uruguay y proviene de una tradición agrícola y que lo llevó a ser la vanguardia mundial en telefonía celular. También es el camino que se propone la India, en contraste al camino industrial de su vecina China.
El desarrollo de la Nueva Economía tiene las características de ser un atajo que permite que la economía capitalista entre en una fase actual, sin preocuparse por el desarrollo de una industria que hoy ya no tiene peso en la economía global.
En Uruguay el sector de las tecnologías de la información tiene muy buenas posibilidades de crecimiento en los próximos años. Sin embargo hay varios obstáculos que podrían ser factores limitantes y que hay que considerar.

El primero de ellos es el casi sistemático uso del poder de compra del Estado en contra del sector. Es habitual que en todo proyecto de cierta importancia se recurra a una licitación internacional en la cual se piden antecedentes o condiciones que las empresas del sector difícilmente pueden cumplir. Con esta política, el Estado hace perder oportunidades de desarrollo y muchas veces no obtiene buenos resultados: un doble fracaso.

El segundo de estos factores es la resistencia de muchos sectores del Estado a comprender y aceptar que estamos ante una Nueva Economía. Los sectores tecnológicos han introducido y necesitan nuevas relaciones laborales (teletrabajo, trabajadores independientes, tercerización de suministros, etc.) que no son contempladas por el ordenamiento jurídico vigente, pensado para una realidad industrial del pasado. La resistencia a la actualización basada sobre todo en políticas de corto plazo puede convertirse en un obstáculo importante para el crecimiento.

El tercero de estos factores es la ausencia de la construcción de una imagen del Uruguay Tecnológico. Por el contrario, se insiste con la idea de "Uruguay Natural" y se invierte dinero en construir esta imagen que se aplica a la producción agrícola primaria. Esta actitud, a la larga, será un obstáculo para posicionar a la Nueva Economía.

Un cuarto factor es la lentitud con la cual se informatiza a la educación media. En un horizonte de cinco años, el país debería contar con todas las aulas informatizadas y conectadas a Internet. Esta nueva educación es esencial para el desarrollo del sector y para que se continúe capacitando los técnicos y usuarios necesarios para el desarrollo.
Este sector no necesita del apoyo del Estado para su desarrollo, pero sí necesita que no se lo obstaculice.


La propuesta biotecnológica
Podría pensarse que orientado el país hacia la Nueva Economía tenemos resuelto el problema del bicentenario. No lo creo así. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que la revolución de la computación y de las telecomunicaciones se acerca a su fin. Todavía no hay acuerdo en la fecha, pero todos coinciden en que este protagonismo se perderá. Debemos aceptar al menos como hipótesis de trabajo que en el Uruguay del bicentenario mucho de lo que hoy llamamos Nueva Economía también será asunto del pasado. ¿Qué debemos planificar entonces? Todo parece indicar que los capitales que abandonen a las tecnologías de la información se dirigirán hacia la biotecnología.

El Uruguay tiene historia en la biotecnología. La reciente epidemia de aftosa puede ilustrarnos mucho siempre que superemos a la versión ''oficial''. Uruguay llegó a la condición de ''libre de aftosa'' debido a que el país fabricó vacunas para combatir a la enfermedad. El laboratorio Santa Elena fue el protagonista de este desarrollo biotecnológico. Fue tan exitoso que se logró su erradicación. Pero para que Uruguay fuese considerado ''libre de aftosa'' los compradores externos defendiendo a sus laboratorios biotecnológicos exigieron que se destruyeran todas las cepas de la aftosa. En otras palabras, el Uruguay premió al laboratorio Santa Elena obligándole a destruir su vacuna. Se podría haber resistido la medida, se podría haber convencido que el laboratorio era seguro, pero se prefirió el camino fácil y ''natural''. He aquí cómo aparecen las contradicciones del ''Uruguay Natural'' y las presiones ilegítimas del mercado.

Claro que quienes decidieron esta medida dejaron de lado que tanto Brasil como Argentina todavía continuaban teniendo aftosa. Tampoco pensaron en que era más interesante desarrollar la industria biotecnológica y ofrecer una campaña a los ''socios'' del Mercosur para erradicar la aftosa en la región. Mucho menos pensaron en que a diferencia de Chile que es un país biológicamente aislado por la cordillera, el océano, el polo y el desierto Uruguay posee fronteras de fácil paso y contrabando histórico que hacen muy endeble la condición de ''libre de aftosa''. En conclusión, la ilusión duró unos cinco años y llegó la aftosa nuevamente.

Suele pensarse que la epidemia de aftosa igual que la devaluación del Brasil son hechos inevitables o ''actos de Dios''. Ésta es la historia ''oficial'' pero no es la verdad. El haber preferido el ''Uruguay Natural'' al Uruguay Tecnológico le costó al país mil millones de dólares, entre costos directos y pérdidas de oportunidades, además de haber destruido a una empresa nacional de avanzada.

Una mínima prudencia sobre lo que se avizora sobre el futuro de la tecnología nos muestra que debemos ocuparnos ya de fomentar las industrias biotecnológicas. De otra manera perderemos otro tren de la historia.


Conclusiones
Estoy convencido que para prepararnos para el bicentenario debemos abandonar la divisa ''Uruguay Natural'' y comenzar a realizar las acciones pertinentes para cambiar la estrategia económica del país. Se deben fomentar las ciencias y la tecnología; se debe impulsar la modernización de la educación media; no se deben trabar a los sectores de la Nueva Economía o los de la biotecnología; es importante fomentar la consultoría y la producción de entretenimientos audiovisuales.

En el corto plazo, el país continuará igual, pero en un horizonte de diez años ya deberíamos advertir cambios. No encarar estas acciones nos conducirá a un bicentenario más tercermundista, lejos de lo que todos aspiramos.


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