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Acuerdo Grande

Acuerdo Grande

Por una coalición opositora

Sobre el autor

Miguel Manzi (1957), abogado, inicié mi actividad política en 1980 militando por el "NO" contra la dictadura. Fui diputado de la "Lista 85" del Partido Colorado. Emigré en 1995, viviendo en Bolivia, EE.UU. y Honduras, donde culminé mi periplo como Representante del BID, a cargo de 120 operaciones por 1.000 millones de dólares. En 2011 renuncié al BID y regresé a Uruguay, retomando la actividad política en torno al Proyecto Montevideo, cuya información completa está en http://miguelmanzi.com/

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A NOSOTROS NO NOS VA A PASAR

05.Ago.2018

 

Hugo Chávez fue un milico golpista, devenido pope del progresismo, cuyo legado concluye en muerte, dictadura, corrupción y ruina para Venezuela. José Mujica, amigo y socio del anterior, fue un guerrillero golpista, devenido estrella pop internacional, cuyo protagonismo político en la última década, contribuye grandemente a explicar el deterioro flagrante que exhibe el país. ¿Puede ser peor? ¿Puede el futuro depararnos horas todavía más negras? ¿Puede Uruguay profundizar su deriva hacia el autoritarismo, el embrutecimiento, la corrupción y la anomia? ¿Puede la República transformarse en una versión a escala aldeana de Venezuela? Por supuesto que puede. Pero la necia ilusión de excepcionalidad que nos embota, no se rinde ante la evidencia.

 

LA SUIZA DE AMÉRICA

 

En 1950 éramos "la Suiza de América", cuya evocación siempre me sonó a prehistoria. Ese año fuimos campeones del mundo, fueron los fastos por el centenario de la muerte de Artigas, Luis Batlle era presidente, se proclamaba a coro "como el Uruguay no hay"; estábamos en el cenit de la República próspera, igualitaria y progresista. Sin embargo (recién el otro día me cayó la ficha), el asalto al Tiro Suizo, la primera acción de los tupamaros, fue solo 13 años después de Maracaná; APENAS 13 AÑOS DESPUÉS. ¿¿Se advierte la enormidad?? A una década escasa de un momento cúlmine del país, un puñado de descerebrados, una bandita de pervertidos morales, sale a robar armas para matar gente. Diez años más tarde, con incontestable relación de causa a efecto, se instala la dictadura militar. Pasada otra década se restaura la democracia y, 20 años después, uno de los pervertidos resulta electo presidente de la República (tras irreprochable proceso electoral, no me confundo). Todo en la misma vida. Todo en menos de 50 años. Todo ante la mirada incrédula de las mayorías ciudadanas; como a fuego lento, a la vez que vertiginosamente. Entonces, ¿quién se atreve a afirmar que en un cuarto gobierno frenteamplista no se profundizará la deriva autoritaria y corrupta de tupas y bolches, que son los que mandan? Unos que desataron la lucha armada y otros que apoyaron el golpe en febrero del 73. Ambos que hoy defienden a las satrapías de Venezuela y Nicaragua, como ayer al estalinismo y como siempre al castrismo.  

 

LOS LÍMITES SE CORREN

 

Hace años, un amigo de fina inteligencia y tortuosa peripecia, me transmitió una máxima de doble filo: "Si pechás los límites, verás que se corren". Eso es lo que, con rigor profesional, están haciendo los gobiernos frenteamplistas, en particular bajo la presidencia de Mujica y en este segundo período de un Vázquez derrotado y omiso: están pechando los límites institucionales, están forzando los márgenes de la Constitución, se están cargando a la democracia liberal que nos distinguía hace (apenas) 50 años. Eso es el voto en el exterior por mayoría simple; eso es el art. 15 de la Rendición de Cuentas pasada; eso es Murro presidente; eso es el ANTEL Arena; eso es 1968 como fecha de inicio de la dictadura; eso es el secreto de las cartas que reparte el Correo, o de los gastos de las embajadas; eso son las "placas de la memoria" de un solo lado, como si los tupas no hubieran matado arteramente a decenas de inocentes, civiles, policías y militares. Pero el sistemático atropello institucional no viene solo. La impunidad y la arrogancia del poder, muy típicamente, dan lugar también a otros excesos, el más tóxico de los cuales, la corrupción.

 

DEL PRIMERO AL ÚLTIMO

 

La corrupción, como otras transgresiones, es difícil de medir, y entonces las variaciones en los indicadores tardan en manifestarse. Esta dificultad, sumada a cierta pusilanimidad de los fiscales y jueces, y a la ilusión de excepcionalidad que menté más arriba, explicarían parcialmente que no se desate la alarma pública ante los abrumadores indicios del poder de las mafias. La última perla es el episodio de la AUF, que hiede a Mujica (cómo olvidar el caso Bauzá y el arreglo con Casal); pero ahí están las intermediaciones de Aire Fresco y el Pato Celeste en los negocios con Venezuela; el diputado y entenado Placeres viajando 86-veces-86 a Caracas durante el quinquenio mujiquista; ¡¡el fraude de PLUNA!! Los 50 millones de dólares en libros vendidos a la misma República Bolivariana; las casas prefabricadas; las valijas de Antonini Wilson; el vergonzoso agujero negro en el CV oficial de Vázquez entre 1972 y 1987; la interdicción de los Leborgne; los desquicios de Sendic y De León; la embajadora amiga, la pareja de embajadores amigos; la grosera corrupción en ASSE, feudo del PCU (el otro día Daniel Radío los clavó de cabeza). La captura de territorio por el narco, señal inequívoca de corrupción generalizada. Javier Vázquez, cuyo nombre aparece en reiteración real en sinnúmero de episodios opacos, que ya es imposible ignorar. Mil casos más. Véase: lo que a nosotros no nos va a pasar, ya nos está pasando.

 

NADA PODEMOS ESPERAR

 

Mujica carece, comprobada y confesamente, de sentido republicano, no es demócrata, ni liberal, y arrasó con todo lo que encontró a su paso. Vázquez no supo, no quiso o no pudo reencarrilar al país. ¿Quién sabrá, querrá o podrá en el Frente Amplio? A Daniel Martínez, un incapaz inclusivo y ambicioso, ADEOM se lo comió en dos panes; Carolina Cosse y Murro son la encarnación del atropello; Andrade defiende a Maduro. ¿Alguien cree que algún moderado puede ganar y mandar en la interna frenteamplista o en un cuarto gobierno? No. Solo podemos esperar más de lo mismo.

 

Y sí: a partir de ahora, de cara al ciclo electoral, los partidos y candidatos, con ánimo constructivo, hablarán de educación, seguridad, salud, inserción internacional, política agropecuaria, jubilaciones, otras, todo importante. PERO HAY PRIORIDADES: la república, la democracia, la libertad, el respeto a la constitución, la probidad en el ejercicio del gobierno, que no son datos de la naturaleza, sino las más atrevidas cuanto frágiles creaciones humanas. Si, como en el pasado, no sentimos que están en riesgo, si creemos que el agua de la olla todavía está confortablemente tibia, no nos veremos compelidos a ensayar ningún esfuerzo ni sacrificio adicional. Si, en cambio, creemos que un cuarto gobierno frenteamplista acarrearía consecuencias funestísimas para la República, miraremos a los lados para encontrar socios confiables en su defensa. Entre los partidos, sectores y candidatos de la oposición, no hay ningún antirrepublicano; no hay quien apoye a Venezuela o a Nicaragua; no hay quien atropelle a la Constitución. Esa identidad de vocaciones, en esta emergencia, es más importante que cualquier diferencia, y es suficiente para armar una coalición opositora estratégica, programática y electoral, que se presente como alternativa contundente a la coalición de gobierno, para ganar y para gobernar. Coalición, que no es fusión. Coalición, con fórmula común y multipartidaria. Coalición, definiendo posiciones en una interna grande, competitiva y fermental. Coalición, poniendo lo mejorcito de cada uno para ofrecerle al país el cambio de rumbo que necesita a gritos. Coalición, coalición, coalición. 



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