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Internacionales

La gran bestia rock

Las otras caras de un recital calificado como tragedia

Para miles de asistentes al recital, los problemas en Olavarría sólo se vieron por televisión.

13.03.2017 15:59

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2017-03-13T15:59:00-03:00
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Sergio Pintado | Montevideo Portal sergio.pintado@montevideo.com.uy @sergiogpintado

Para los uruguayos que alguna vez asistieron al Pilsen Rock, el recital que el Indio Solari ofreció en la ciudad argentina de Olavarría puede ser comparado con la versión más popular del megafestival de Durazno pero a la décima potencia. Y es que presencia de 300 mil personas, 400 mil según las estimaciones más abultadas, puede ser difícil de comprender para la mente de un uruguayo.

Según el Ministerio del Interior fueron 100 los ómnibus que entre la noche del viernes y la mañana del sábado cruzaron hacia Argentina por el paso de frontera de Fray Bentos. La acumulación de coches provocó una espera promedio de seis horas para los coches que, tras ingresar a la provincia de Entre Ríos, todavía tendrían que viajar durante seis horas más.

La demora modificó las expectativas y los uruguayos que pretendían estar en Olavarría sobre las 15 horas, terminaron arribando sobre las 20. Los trancazos sobre la ruta 3, que une Buenos Aires con Olavarría, también afectaron a los cientos de coches argentinos. En suma, si bien la ciudad recibía ricoteros desde el viernes, la afluencia de público se multiplicó exponencialmente a falta de minutos para el inicio del recital.

El Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado tocaron en el predio rural La Colmena, un espacio de 600 metros de largo por 300 de ancho que estaba en desuso y fue visto por los organizadores del show como ideal para albergar a las 170 mil personas que se esperaban originalmente.

Para llegar a La Colmena, los espectadores que habían llegado sobre la hora debían literalmente cruzar toda la ciudad, caminando casi 10 kilómetros. La mayoría del público tomó por Avenida Pellegrini para luego doblar en Avellaneda. En el camino, decenas de puestos de choripanes, hamburguesas, cerveza, vino, fernet, remeras y lo que fuere. Las familias olavarrienses se juntaban en las esquinas o en sus balcones para divertirse filmando, fotografiando o simplemente admirando cómo la ciudad triplicaba su población por una noche.

En el trayecto no había policías ni inspectores de tránsito ni personal de la organización visiblemente identificados. Sin embargo, el camino desde la ruta 226 hasta el predio era fluido, casi autorregulado. Más complicados fueron los metros previos al ingreso, cuando una serie de vallas de maderas delimitaba de forma poco práctica las últimas cuadras, obligando al público a intentar no perder el equilibrio en el barrial en que la lluvia había convertido el desnivel que bordea a la vía férrea que cruza la ciudad y los propios accesos a La Colmena.

Sobre las 22 horas, cuando aún había varias cuadras de público fuera del predio, el Indio Solari y su banda comenzaron a tocar. Algunos respondieron a los acordes iniciando una carrera que los colocara unos metros más cerca del escenario. La mayoría mantuvo la calma y permitió un ingreso ordenado.

La decisión de abrir las puertas y dejar de controlar la entrada, cuestionada en las últimas horas, pudo haber sido fundamental para evitar más lesionados. Una valla o una puerta cerrada en ese momento hubiera recargado sobre los más adelantados la presión, moderada pero incesante, de quienes venían detrás.

Para los uruguayos que llegaron sobre la hora, la figura del Indio Solari y sus advertencias a las primeras filas fueron prácticamente parte de otro espectáculo. En los últimos 300 metros del fondo, el pogo fue más controlado, espaciado y hasta más iluminado. Hacer contacto directo con el escenario era difícil y hasta las pantallas ubicadas en la mitad del predio se hacían pequeñas. La atención se centraba en las torres de sonido que llevaban al fondo lo que sucedía varias cuadras adelante.

Las mismas torres, de unos cinco metros de alto, sobre las que varias personas lograron treparse para ver el espectáculo, saltando sobre fierros sin protección y sin que nadie pudiera convencerlos de que su actitud podía ser riesgosa.

Las insistentes advertencias de Carlos Solari al público fueron modificando el estado de ánimo de los asistentes. "Indio ¿qué más querés que hagamos?", preguntaba uno de los asistentes, preocupado por la molestia con el público que Solari manifestaba a viva voz. Otros respondieron con el clásico cántico ricotero para reprobar las faltas de conducta: "qué boludos que son/ no parecen redondos/ la puta madre que los parió".

La salida tampoco estuvo señalizada pero la quita de algunos vallados permitió hacer más fluida la salida. De todos modos, quienes no habían prestado suficiente atención al camino de ida eran propensos a perderse en una repleta de rotondas similares, referencias tramposas para ubicarse en una ciudad desconocida.

El rumor de la muerte comenzó a circular mientras el público regresaba a sus vehículos y se propagó durante todo el domingo, entre los medios y las conversaciones en la ruta, las estaciones y los paradores que daban respiro a la peregrinación. El parador Rhasa, en la entrada a Gualeguaychú, sirvió de punto de encuentro para todos los uruguayos que regresaban e hizo surgir una espontánea solidaridad compatriota. Todos querían saber si había uruguayos desaparecidos, heridos o entre la lista de buscados por sus familias. Todos se detenían frente a las pantallas de televisión que, con Crónica o TN, hablaban de "tragedia" y mostraban a los que aún seguían varados en Olavarría.

El Ministerio del Interior informó en la mañana de este lunes que prácticamente todos los ómnibus uruguayos habían regresado. De todos modos, en el paso de frontera de Fray Bentos los trámites se hicieron de forma normal en la tarde del domingo, sin que nadie preguntara si en los ómnibus regresaba gente que seguía sin poder comunicarse con sus familias.

Sergio Pintado | Montevideo Portal sergio.pintado@montevideo.com.uy @sergiogpintado