¿Qué extraño vínculo une a los anillos y las zanahorias?

Según el noticiero Global Edmonton, una jubilada de 84 años llamada Mary Grant, residente en Alberta, Canadá, halló en su jardín el anillo de compromiso que había perdido hace 13 años.

La joya se la había dado su marido Norman en 1951, un año antes de que se casaran, y en su momento ella decidió no contarle del extravío para no darle un disgusto.

Sin embargo, la sortija no había ido demasiado lejos, y esta semana emergió. . . colocada en una zanahoria cosechada en ese mismo jardín.

Yesterday Mary's family called her and told her they'd found her long lost ring, in a carrot they pulled for dinner at the family farm. #yeg pic.twitter.com/I7SEnl49T0

— Sarah Kraus Global (@SarahNKraus) 15 de agosto de 2017

La historia no pasaría de una anécdota curiosa, si no fuera porque en 2012 y 2016 se reportaron otros dos casos idénticos, en los que sólo varían las coordenadas geográficas. El resto se repite como un calco: Una pareja de larga data, un anillo que se pierde trabajando en la tierra, y reaparece muchos años después. . . enganchado a una zanahoria. Jamás en un boniato, rabanito o cebolla.

El caso de 2016 ocurrió en Alemania, y el protagonista fue un hombre de 82 años que había extraviado el anillo tres años antes. Por desgracia, al momento del hallazgo su esposa llevaba seis meses muerta.

El de 2012 fue en una finca rural en Suecia, y el anillo pasó 16 años sepultado.

¿Casualidad, error de la Matrix, conspiración global, mistificación? Es de prudentes no subestimar la caprichosa voluntad de la diosa Fortuna, pero semejante complicidad entre el oro y el caroteno invita a cuestionar las leyes que rigen el universo.