Una flor para Marta


1919 (Tacuarembó)
2002
 (Montevideo)

 

Despedida
Marta Gularte se retira y los tamboriles lloran

Tiene 80 años y hace 50 que es la reina del Carnaval, pero está desencantada y no pudo rechazar la invitación de su hija para radicarse en Barcelona, donde piensa pasear y escribir

Reina uruguaya del candombe. 79 años. ¡Increíble! Las tres frases acompañan una foto en primer plano de una mujer negra, con el pelo recogido y cubierto por un turbante brillante, que mira desde su perfil izquierdo con un gesto demasiado seductor para alguien de su edad. Es el afiche (de muy buen gusto) que promocionó el último espectáculo de Marta Gularte, la gala rioplatense que se celebró en Morocco de Buenos Aires el viernes 23 de abril de 1999.
Pocas divas permitirían que su edad se divulgara de un modo tan frontal, prácticamente empapelando una ciudad. A ella no le importa contar que el 17 de junio pasado cumplió 80 años y se siente orgullosa de ser mayor que Celia Cruz, Lágrima Ríos y China Zorrilla. Algunas de estas señoras (como la Cruz) prefieren guardar el secreto de sus años, y ella afirma que eso es “un problema entre viejas”.

Pero los años no vienen solos. “Yo, que me bailaba todo, no puedo ni caminar”. Pero no por eso Marta Gularte anuncia que se retira del Carnaval después de 50 años marcando el paso, revoleando plumas y gastando adoquines con sus legendarios tacos. En mayo viaja a Barcelona a instalarse con su hija y sus tres nietos, y este febrero será la última vez que salga en Carnaval. El verdadero motivo es que está desencantada con la realidad actual del Carnaval que tanto quiere y al que le ha dado tanto.

“Yo ya estoy desvinculada de todo. No es que esté aburrida. El Carnaval está muy diferente, muy comercializado. Antes la gente que quería salir en Carnaval, salía, se divertía. Si quería cantar en un tablado lo hacía y la comisión del tablado le daba un premio, o le pagaban tanto por ir. Ahora es un comercio impresionante. Tengo gente que me ha comentado que tuvo que pagar $20 mil, sino no la dejaban salir. ¿Por qué hacen eso? Pobre gente. Empobrecen el Carnaval, entonces la gente sale por ganar un peso, por otra cosa no sale. Yo me retiro porque así como está no me gusta”.

El Carnaval más largo del mundo se quedará sin su vedette histórica. La primera vez que encabezó una comparsa fue en 1949. Desde entonces es la reina del Carnaval, “la auténtica reina del Plata”, según tituló Clarín el año pasado. Se coronó reina imponiendo su belleza: “Habían traído a una norteamericana; estaba ella sentada, con sus piernitas cruzadas, y entonces aparecí yo, que era una negra bien puchereada, alta, grandota, y venía bailando por la calle de tanga y sutién”.

Sin embargo, afirma que se recuerda “como todas; una negrita jovencita, zoncita, llena de aspiraciones”.

A puro candombe se instaló como uno de los referentes más emblemáticos ya no del candombe ni del carnaval, sino de la fauna humana de Montevideo.

Pepi Gonçálvez, productora audiovisual, está coordinando un trabajo documental sobre el candombe ­un libro acompañado de un disco­ para el que entrevistó a más de 300 personas del ambiente. “A todos les preguntamos quién es la figura más importante de la comunidad y todos me contestaron Marta Gularte; ninguno dijo otro nombre”, aseguró a El Observador.

Para confirmarlo basta visitar a Marta en su casita de altos de la calle Curuguaty, justo frente al lugar donde antes terminaba el desfile de Llamadas. Su casita tiene un balcón en la que todavía resiste una bandera de Battle. En ese balcón, las plumas de la diva fueron ella por un Carnaval. Marta estaba en España y su hijo Jorginho sacó los turbantes y tocados para que la ausencia no se notara tanto.


Tang y galletitas
Es toda una experiencia pasar una tarde en esa casa. La puerta de calle casi siempre está abierta, pero entornada, para que entre el aire pero no los gatos. Para los niños del barrio es como una abuela. Ella dice que la tienen podrida, los rezonga, los echa. Ellos vuelven y tocan el timbre.

“¿Quién es?”, pregunta, impostando un vozarrón hostil.

“Somos nosotros”, contestan las pequeñas voces.

“No se da nada hasta que se vaya el periodista”, contesta.

No joroban más, pero tampoco se van. Se quedan a escuchar desde la puerta y cuando oyen que Marta recita el poema que le escribió a García Lorca, o que canta aquella letra que compuso cuando el llamado a concurso para el himno a Montevideo, suben la escalera gateando, en silencio, y le regalan un aplauso cerrado después del último verso. “¡Mirá la platea!”, se sorprende ella. Concentrada en sus palabras, no los había visto subir. Entonces se levanta, va a la cocina, saca una botella de agua helada del freezer y con ayuda de un embudo le agrega un sobre de Tang de naranja y azúcar. Busca un paquete de galletitas y los convida. Dice que les va a empezar a dar leche porque como no están yendo a la escuela, no toman. “Me hacen llorar esos niños, a veces”.


Un futuro posible
Marta Gularte ya estuvo dos veces en España. La última fue en 1986, cuando nació la primera hija de Kathy. En esa ocasión le pasaron muchas cosas. La más fuerte fue el reencuentro con Xavier Cugat, quien años antes le había planteado que lo acompañara en sus giras, pero ella no aceptó. También le ofrecieron trabajar en el cabaret El molino rojo, como coreógrafa, y ayudó a diseñar los vestidos para las chicas de una orquesta barcelonesa.

Esta vez no va a trabajar, a menos que le ofrezcan algo como coreógrafa. “Yo quiero cuidarte cuando estés viejita, me dice Kathy, ella quiere que yo pasee, que esté tranquila”. Marta sabe bien lo que desea. “Quiero dedicarme a seguir escribiendo”. Ya publicó dos libros (Canto a la Biblia y Con el alma en el corazón) y hace años que garrapatea recuerdos y locuras destinados a su autobiografía. “Me dan ganas de ponerle Lágrimas y sonrisas, porque me cascaban y al rato me olvidaba y volvía a hacer lo mismo y me reía”, cuenta la nieta de esclavos senegaleses que fue regalada a los dos años y se crió en el asilo Dámaso Antonio Larrañaga.

Adquirió la pasión por la poesía en aquellos días y se la reforzó la mismísima Juana de Ibarbourou, aunque no lo asumió con seriedad hasta hace algunos años. Juana de América visitaba el asilo como integrante de una comisión de beneficencia. “La admiraba porque además de ser poetisa, era hermosa. Se ponía vestidos justos y cortos para la época. Usaba una melena, boinas verdes y zorros grises. Le comentaron en el asilo que escribía versos y me preguntó si iba a ser poetisa y yo le dije que no, que iba a ser bailarina. Ella se rió y desde entonces preguntaba por la bailarina”, relató en una entrevista.

Convencerla de viajar no fue difícil: “Si un hijo te lo pide”, dice con suficiencia ante lo innecesario de la pregunta.

Tal vez en Barcelona extrañe sus momentos consigo misma: “Me gusta vivir sola porque me gusta pensar, me gusta crear. Los poemas también se crean, en la imaginación de uno se mezcla a veces la fantasía con la realidad y la fantasía se hace real y lo real, de tan real, se hace fantástico”. Seguramente le haga falta la escapada de los sábados al Mercado del Puerto. Pero está preparada: “Al Mercado le hice algo y Nocetti me lo pidió para cantarlo como tango y si le arrimás un tamboril sale como candombe”:

Dejé mi patria, dejé mi hogar
con la promesa
de volver cuando triunfara
Conozco España, Roma, París
todo es hermoso pero quiero a mi país

Uruguay, cómo se extraña
el paseo por la rambla
desde el puerto hasta Carrasco
y escuchar los tamboriles
con familiares y amigos
y bailar algún tangazo

Montevideo,
hoy que yo me encuentro lejos
y la nostalgia me consume noche y día
cómo recuerdo
aquellas horas tan felices
junto a mis viejos y a la barra mía

Montevideo y tu Mercado del Puerto
una paella bien gallega en El Palenque
Un medio y medio en el Roldós
en Los Pingüinos un encuentro
escuchar a don Carlitos
a la barra del Turquito
con canciones de otros tiempos

Ir a Maroñas, ir por la Unión
ver cómo juegan Nacional y Peñarol
oír la barra cuando hay un gol
gritar la frase que está en mi corazón
uruguayos campeones
de América y del mundo

Montevideo, tú eres mi ayer
de nuestra Cumparsita
y nuestro Carlos Gardel

15/01/2000
Javier Lyonnet, El Observador


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