Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Tu canto derrama amor

Conversamos con Diego Villar, de Matices, que el 29 de abril se presenta en la Zitarrosa

El grupo folklórico celebra sus 17 años de carrera.

24.04.2017 15:51

Lectura: 12'

2017-04-24T15:51:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy


De gurises se anotaban en todas las cantarolas que salían en el liceo, y no faltaba quien los invitara a amenizar un cumpleaños con canciones de Los Olimareños y Los Nocheros.

De un día para el otro se dieron cuenta de que lo que hacían estaba bueno, y que podía ser una buena manera de estar bien cerquita de la música. Fue así que los primos Diego y Christian Villar, junto a Maykol Brunetti, se bautizaron Matices, formaron una banda y comenzaron a transitar el circuito de festivales folklóricos.

De esto hace ya 17 años, y en el camino el grupo fue puliendo su personalidad, pegada a la música nativa sin escapar al aire pop, escapando tanto al cliché de la china y el rancho como a la seriedad del canto de compromiso social.

2017 los encuentra luego de un año de asueto en el que pararon para ajustar los motores, y vieron la partida de Maykol, que dejó un lugar que ahora tomó Gonzalo, otro de los primos Villar.

El 29 de abril, Matices llegará a la Sala Zitarrosa, lugar en el que juegan desde hace años en calidad de locatarios, y antes conversamos con Diego Villar sobre pasado, presente y futuro del grupo.

*


Matices tiene ya 17 años, pero ustedes todavía son muy jóvenes. ¿Cómo surgió hacer una movida de gurises que trascendió lo familiar?

Todo empezó sin querer. Ya cantábamos desde siempre. Cada reunión era una guitarreada. Teníamos una barra grande de amigos del liceo, y a muchos les gustaba cantar, y a los que no, les encantaba que hubiera una guitarra. El círculo se fue haciendo de esa manera. En el liceo nos empezamos a juntar con mi primo Christian, con quien nos criamos juntos, y después con Maykol, que hasta el año pasado integraba el grupo. Empezamos a hacer las cantarolas en el liceo y algún otro lugar, y un día decidimos formalizar un poco eso, haciendo algunas actuaciones. Justo yo conocí a alguien que nos invitó a tocar en el shopping de Portones los fines de semana, y ahí arrancamos, en la plaza de comidas. Después le pusimos nombre, empezamos a grabar los primeros demos, y al poquito tiempo, en seguidita, nos presentamos en festivales. Cuando quisimos ver ya estábamos grabando el primer disco.


¿Todos son oriundos de Cerro Largo?

Somos nacidos en Montevideo. Tenemos la familia allá, en Melo, y de ahí nos viene todo lo que es la tradición. Ahora menos, porque hemos formado familias acá, pero de niños íbamos en vacaciones, cumpleaños. Era estar en constante contacto. Y de allá venían para los cumpleaños nuestros. Ahora, este año, se integra al grupo Gonzalo, que es un primo hermano. Somos tres primos hermanos, que él sí es de Melo. Vive allá, y estamos haciendo este esfuerzo por tenerlo acá con nosotros, que venga a ensayar...


¡Es carísimo! ¿Le pagan los viáticos?

Sí, sí, claro (Risas). Lo que hacemos con el grupo, si bien no vivimos de esto, tratamos de poder solventar los gastos, no pagar para tocar.


¿Y cómo a un grupo de gurises jóvenes, por más que vengan de una familia del interior, se le ocurre agarrar para un género con tan poca prensa entre los jóvenes, habiendo tanta oferta por ahí más seductora? Me refiero al rock, la música tropical, la murga, en lugar de un género identificado con los viejos, los gauchos...

Sí, es cierto. Lo que pasó fue que se armó un grupo vocal, con tres o cuatro que hacíamos voces, y las podíamos combinar para cantar. Había muchos grupos de la época, que no necesariamente eran de folklore, de los que catábamos canciones. Hacíamos temas de Boyz II Men, No Mercy... Había grupos vocales que nos gustaban y los mezclábamos. Y estaban de moda, cuando nosotros teníamos 17 años, Los Nocheros, que acá tuvieron un éxito impresionante. Ellos venían con el folklore, y nosotros escuchábamos Los Tucu-Tucu, Los del Suquía, mucho folklore argentino que se caracterizaba por hacer voces.


¿Revisaban la discoteca de la abuela? Porque no debe de haber nadie de tu edad que conozca a Los Tucu-Tucu...


Sí, pero nosotros los escuchábamos, y los impusimos en la barra nuestra. Teníamos el apoyo de los que nos rodeaban. Era "Che, ¿mañana no vienen a cantar unos temas a casa, que es el cumpleaños de mi señora?". Íbamos, cantábamos, chiveábamos. Un poco de folklore de acá, Los Olimareños, Los Zucará. Creo que fue cosa de hacer lo que nos gusta, sin pensar en lo que le gusta al resto. Y había gente que nos acompañaba, que le gustaba lo que hacíamos. Nos íbamos a acampar y llevábamos la guitarra, a la playa, a las reuniones de amigos. "Vo, ¿Se cantan unos temas?", y cantábamos. Así fue cómo surgió la cosa con el folklore. Incluso una vez nos llamó una persona que nos quería ofrecer armar un proyecto. Fue al poquito tiempo de estar juntos. Nos entusiasmamos. Una productora uruguaya, que era parte de una empresa argentina. Nos pintaron una historia divina, fuimos a una cita en un apartamento en Pocitos, con dos o tres tipos. Nosotros teníamos 18, 19 años, y fuimos re entusiasmados. El tipo nos empezó a dar para delante y, de repente, empezamos a ver la cosa medio rara. La situación era que nos proponían formar un grupo de cumbia. Y nos mató. No nos interesaba. El loco nos decía "mirá que hacen los mismo con las voces, pero lo llevamos a otro género". Y ta. Antes de salir de la reunión ya sabíamos que no iba a salir. Dijimos: "Si nos gusta esto, vamos a seguir y ver qué pasa".


¿Tenían la ambición de tener un grupo?

No, para nosotros era un hobby.

 

¿Pero hubo un momento en que les cayó la ficha, de que tenían un grupo y tenían que encarar las cosas de otra manera?

En un momento empezamos a hacer las cosas un poco más profesionalmente. De primera tuvimos un músico de primera: Guillermo Freijido, un salado. En aquel momento era amigo de Sebastián, que tocaba en el grupo. Estuvimos tocando con él, y desde ahí, cuando vimos que la cosa empezaba a funcionar vimos de tratar de componer, de tener un material propio. Sin enloquecernos. Guillermo se fue, conseguimos otros músicos, y de a poco integramos gente para conformar la banda. Vimos, por ejemplo, que los festivales en los que nos presentábamos eran muy profesionales y había que estar a la altura.


¿Ya conocían en mundo de los festivales?

No. Conocíamos por fuera. A los cuatro o cinco meses de estar juntos concursamos en el Festival de Durazno. Fue la primera experiencia que tuvimos junto con la del Festival de Santa Teresa, en Rocha. Y nos empezó a gustar. Creo que eso se fue dando de a poquito, acorde a lo que es la vida de cada uno. En aquel momento éramos solteros, no teníamos compromiso. Y después cada uno fue teniendo su trabajo, alguno pudo estudiar, otro no. después fuimos teniendo hijos, y hubo cosas que nos fueron trancando...

 

¿Cómo fue el paso de ponerse a componer? Porque el papel del compositor es otro viaje, y hay grandes ejemplos. Es una herencia pesada...

Sí. Hay un tío nuestro que escribe para el grupo. Ahora está en España. Él es un tipo que escribe muy bien, y desde que formamos el grupo nos dijo "Che, gurises, tengo esta letra, tengo esta otra". Por otra parte Christian ha escrito alguna canción, Maykol también. Yo no, no ando muy bien para eso, no me sale. Yo empecé con el tema de la música. Tratar de musicalizar esas letras. Y eso sí me salió. Acá, los grupos que son más populares dentro del género, marcan una época. Fue un momento de la historia del país, social, política, en el que esos grupos fueron importantes, y al día de hoy están en lo más alto de los escalafones del folklore. Nosotros vivimos otra época, y no podríamos, aunque quisiéramos, ponernos en esa postura. Por supuesto que siempre tratamos de manejar contenido social, pero nos gusta más lo romántico. Eso es verdad. Está bueno protestar, pero vivimos más tranquilos si podemos transmitir un mensaje de paz, de amor. Me parece que el clima es mucho más favorable si lo hacemos de esa manera. Todos tenemos algo de qué quejarnos, por supuesto, pero no se solucionan mucho las cosas así, por lo menos ahora. En aquella época era algo muy potente, y era muy necesario.


¿No chocó esa postura frente al público más conservador?

No sé. Hay gente que le gusta lo que hacemos, nos lo ha dicho. Hay quienes nos aconsejan. Este camino nos ha dado muchas cosas lindas, que no tienen que ver con trascender, sino de conocer gente que te da para adelante. Y muchos de ellos son colegas. Nos hemos cruzado con Pepe Guerra, con Braulio López, con Larbanois & Carrero, nos han venido a felicitar. Grabamos con El Sabalero... Cuando uno está ahí, y tiene un buen relacionamiento, y esa gente grande que hizo su camino nos da el visto bueno, ya creo que es suficiente.

 

Te saca una mochila...

La verdad es que nunca tuvimos una mochila. Esto lo traemos de niños. Cuando cantamos tenemos atrás la buena mochila de que nuestros tíos viejos, en cada fogón, cada cumpleaños, cada guitarreada en el campo, nos hayan transmitido esto. Estamos más que agradecidos con ellos, poder haber mamado eso de la cuna. Eso es lo que nos mueve. No la opinión en general. No se da que nos apoyen en todas partes, que nos den para adelante.


¿Es difícil para ustedes?

Sí, muy difícil.

 

¿Por qué? ¿Porque son independientes, porque hacen folklore, porque hacen canciones de amor?

Puede haber de todo un poco. Nunca estuvimos muy metidos en la interna de la cosa, pero hemos escuchado, y creo que puede haber un poco de razón en eso, que si no estás con alguien que te lleve, que te apadrine, es difícil llegar. Puede ser un poco por ese lado. Hemos sido independientes también porque nadie se interesó por el grupo.

 

La independencia no es una postura política, para ustedes...

No, para nada. En algún momento hicimos un material que nos costó un montón, y el precio para difundirlo era entregarlo y que no fuera más nuestro, y no nos gustó mucho la idea. Capaz que fue un poco el precio por eso. Pero creo que hemos hecho las cosas bastante bien. Quizá no estábamos preparados para tanto compromiso, y sabíamos que el género que estábamos haciendo no iba a tener mucho corte.


Recién decías que Matices no era para trascender, entonces, ¿Para qué lo hacen?

Yo comparo esto con ir a jugar al fútbol 5 los viernes. No soy un jugador profesional, me encanta el fútbol, en mi familia la guitarra y la pelota estuvieron siempre y, cuando llegan los viernes y hay fútbol me visto, me preparo, es un momento en el que me junto con gente, empezamos chiveando y terminamos jugando a muerte... Jugamos, tomamos una cerveza... Ese momento me encanta. Cuando el fútbol se suspende me amargo. Y este momento, con Matices, también me saca. Cuando voy a ensayar dejo el trabajo de lado, la familia un poco también, aunque a veces me acompañan mis hijos, o mi señora, pero voy a un espacio donde comparto con los músicos, hablamos de otras cosas. O los viajes a los festivales, subir a la camioneta, agarrar la ruta, armar el sonido, el escenario, la gente, salir a charlar, eso tiene un condimento especial. Y el placer de cantar. Si yo me viera ahora con la guitarra guardada, sin pensar en grabar alguna cosita, en presentarme en un escenario, me parece que no sería el mismo. Eso es lo principal, el placer de poder hacerlo. A veces hay piedras en el camino, y las piedras más feas, más grandes, son que haya gente que nos juzgue sin conocernos, si no nos permiten mostrar lo que hacemos, rechazarnos sin conocernos. Eso es lo más bravo.


¿Hay mucho de eso ahora o fue más bien al principio?

Hay de eso, sí.

 

¿Tocan en Montevideo asiduamente? ¿Hay presencia de Matices más allá de las Zitarrosa que hacen cada tanto?

Algo que nos pasó, rarísimo, fue que de los 17 años que estamos tocando, no hubo un año que no fuéramos a cantar al escenario Zitarrosa del Prado. Y este año nos dejaron afuera.


¿Qué pasó?

No sé. La ecuación con nosotros es muy sencilla: hay un festival, mandamos un papel donde dice somos Matices, nuestro cachet es tanto, que no es mucho, y ahí nos llaman. O no. En este caso nos llevamos la sorpresa de que no nos llamaron. Y ese es el lugar donde nos sentimos locatarios. Es en Montevideo, y es la posibilidad de tocar en un sitio que, tradicionalmente, trae al folklore. Eso es algo que está cambiando, y no sé qué efecto va a tener. Quizá, a nivel monetario, sea bueno para la Criolla del Prado, pero para la tradición no está bueno mezclar los géneros. Cuando es Carnaval no quiero estar en el Teatro de Verano cantando con Matices, quiero ver murgas y parodistas. Cada cosa en su sitio. Eso es respetable. Pero tratemos de alimentar al folklore. Si mañana llevás a un grupo top del género que quieras, seguro que llena, pero estás quitando lugar al que está tratando de sacar adelante al folklore. Y ese es el espacio para eso. Una vez en el año. Dos veces. No hay más oportunidades para Montevideo de traer la música folklórica. No sé qué va a pasar.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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